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La Educación se abre cada vez más al mundo de la investigación

Crece el movimiento para extender las evidencias científicas al aula. Se aspira a pasar de las buenas prácticas aisladas a un conocimiento sólido. Los expertos plantean la necesidad de formar al docente como investigador.
Saray MarquésMartes, 7 de mayo de 2019
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Más y más voces reclaman políticas educativas basadas en pruebas. MG

¿Resulta útil la neurociencia aplicada a la Educación? ¿Cuanta más tecnología y más avanzada –en clase y en casa– mejor? ¿Es posible tener permanentemente motivados a los alumnos? ¿El modelo bilingüe puede perjudicar a la adquisición de contenidos en esa segunda lengua? ¿Funciona?

¿Y si cambiamos las preguntas? ¿Es normal que en la mayoría de las facultades de Educación de España solo exista una asignatura en toda la carrera de Metodología de la Investigación, con apenas créditos, y que la de Estadística esté desaparecida? ¿Y que las empresas tecnológicas recurran a docentes –distinguised teachers– como embajadores de sus productos en las aulas? ¿Y que los servicios educativos se vendan adornados de imágenes de cerebros porque, como comprobaron David P. McCabe y Alan D. Castel, dotan a cualquier exposición de mayor credibilidad?
Estas y otras cuestiones se han planteado en la última edición de Las pruebas de la Educación, iniciativa surgida de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco en 2017 y que cuenta ahora con el respaldo de Fundación Promaestro.

Educación de bata blanca

El director de Promaestro, Jorge Úbeda, explica cómo el reto es «ayudar al docente a generar conocimiento educativo que brote de su reflexión sobre la práctica y de la investigación, logrando afinar su juicio pedagógico para tomar decisiones en contextos complejos y cambiantes en que intervienen múltiples variables».

Por su parte, el director de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU, catedrático de Fisiología (y marido de maestra), Juan Ignacio Pérez, se pregunta: «¿Por qué no hablamos de la Educación en términos similares a como lo hacemos de la Biología, por ejemplo? Es un terreno en que están surgiendo muchísimas innovaciones y es legítimo pensar que no todas se fundan en pruebas, en conocimiento sólido».

Con este espíritu han surgido estas jornadas, que van por su cuarta edición –las tres anteriores fueron en Bilbao y San Sebastián, esta, en Madrid– y que no son un hecho aislado. España está aun a años luz de países como el Reino Unido, donde la Educational Endowment Foundation aporta evidencias a todos los docentes y familias interesados a partir de investigación en centros educativos y meta-análisis.

Sin embargo, se aprecia una demanda creciente en el sector y poco a poco, empieza a tener respuesta. En Educaixa, por ejemplo, a modo de guiño, acaban de incluir la sección Evidencias en su web, y se multiplican las jornadas que claman por una mayor incorporación de la investigación en la práctica educativa.

España está a años luz de países como el Reino Unido, pero se aprecia una demanda creciente en el sector.

Por poner sólo dos ejemplos, Las pruebas de la Educación coinciden en el tiempo con la presentación de un estudio de Dualiza Bankia sobre el estado de la investigación respecto a la FP y también con un encuentro de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) acerca, entre otros, de cómo identificar y evaluar la eficacia educativa.

En el primero, el director de FP de la Junta de Castilla y León, Agustín Sigüenza, lamenta la falta de una investigación educativa sistematizada en España, con inflación, en cambio, de jornadas de buenas prácticas: «Se ha de formar al profesor como investigador. Se puede recurrir a la investigación-acción, pero para eso hay que saber observar en el aula y hacer estudios de caso».

Sigüenza no deja la pelota solo en el tejado de los docentes, reconociendo que «Toda Administración educativa cuenta con su planificación estratégica con sus líneas, medidas, programas… Y no siempre se hace previamente las preguntas ¿En qué nos hemos basado? ¿Cuáles son las evidencias? ¿Quién nos las ofrece?».

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Toda Administración cuenta con sus planes, y no siempre se pregunta ¿En qué nos hemos basado? ¿Cuáles son las evidencias? ¿Quién nos las ofrece?

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En el encuentro de Funcas se incide en la misma idea de que la Administración debe dar ejemplo. En palabras del pedagogo Gregorio Luri, «no puede someter al sistema a una ambigüedad permanente, con proyectos que nacen sin definir sus fines y desaparecen sin saber si los han logrado». Hay excepciones, entre las que el filósofo menciona la iniciativa del Gobierno vasco para discriminar los métodos de educación para la dislexia que gozan de soporte empírico, los que no y los que incluso pueden ser contraproducentes, «una práctica que debería ser normal».

La ciencia tiene la respuesta

Acudir a encuentros como Las pruebas de la Educación es útil para plantearse nuevos interrogantes y saber que la ciencia ha respondido a buena parte de los que surgen en el día a día en la práctica docente. Así, Pablo Garaizar, ingeniero en Informática, licenciado en Psicología y profesor de la Universidad de Deusto, responde a la pregunta ¿Está la tecnología revolucionando la educación?

No tanto, concluye, desde el momento en que investigadores de la Universidad de Valencia demuestran en 2018 a través de un meta-análisis la ventaja cada vez mayor de la lectura en papel sobre la lectura en digital, incuestionable en lectura de textos informativos o si hay presión temporal.

O desde que la OCDE nos habla del muy distinto uso del tiempo de pantalla de los estudiantes de 15 años según el nivel socio-económico, con lo que se puede llegar a una brecha digital inversa al darse la ecuación más pantallas pero peor utilizadas.

Nivel socio-económico que también está tras muchos supuestos casos de éxito de centros que han incorporado «la última tecnología», señala Garaizar. La ganancia muchas veces procede de la cuenta corriente de los padres de esos chicos, no de la tecnología en sí. Para el experto, «Deberíamos aspirar a estar a la penúltima. Estar siempre a la última equivale a darse cabezazos con cosas nuevas que no han sido testadas».

Ante la duda, ciencia y espíritu crítico

  • ¿Más tecnología? La OCDE advierte de que un poco de tecnología mejora los resultados, pero mucha los empeora. Así lo demuestran también las investigaciones en torno a programas ‘one to one’ como Escuela 2.0 o Educat. Fuera de nuestras fronteras, el Plan Ceibal de Uruguay o el Programa OLPC en Colombia tampoco registraron mejoras en los niveles de las competencias analizadas.
  • ¿Si es neuro es bueno? Según Juan Lupiáñez (UGR), saber del cerebro es útil si el fin no se confunde: «No ha de ser educar al cerebro sino educar a la persona».
  • ¿El ‘tú puedes’ nunca falla? Para Juan P. Núñez (Universidad de Comillas), cultivar en el alumno la fantasía de que es capaz de todo si está motivado es la antesala de la frustración. Propone investigar sobre la cara B de la motivación: cansancio, inapetencia… Tener alumnos siempre motivados es ciencia-ficción y a veces se les ha de enseñar pese a no estarlo.
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