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Por qué ninis no equivale a vagos y oculta una realidad poliédrica

El sociólogo Julio Carabaña explica que el concepto "nini" es artificial y poco útil por englobar circunstancias muy diversas.
Saray MarquésMartes, 15 de octubre de 2019
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El número de ninis en España ha descendido desde 2013, pero todavía son 1,1 millones. STEPHAN BÖHM

Si mileurista es un término que nació en los prolegómenos de la crisis (2005) y la RAE hoy contempla, ninis es un hijo de la crisis, pues es a partir de esta que se empieza a hablar de la generación homónima como de una generación perdida.

En realidad, el acrónimo NEET había nacido antes, en el Reino Unido en los noventa, para hacer referencia a los jóvenes de 16 a 18 años que ni estudiaban ni trabajaban, lo que, a una edad tan temprana, se consideraba una señal de que podían degenerar en excluidos sociales.

Sin embargo, hoy se considera que son ninis los jóvenes de 15 a 24 años en esta misma situación, un colectivo demasiado heterogéneo a juicio del sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid Julio Carabaña, como analiza en Una consideración melancólica de la tasa de ninis, incluido en la última edición de Indicadores comentados sobre el sistema educativo español de las fundaciones Ramón Areces y Europea Sociedad y Educación. La propia Eurofound, la fundación europea que se encarga de analizar el fenómeno de los ninis y aplicar programas como el de Garantía Juvenil –puesto en marcha en España en 2013– para que su tasa se reduzca, reconocía en 2016 que la ampliación de la edad hacía la correlación con el riesgo de exclusión «mucho más tenue».

Artificio burocrático

La tesis del sociólogo consiste en que la categoría de ninis es artificial y solo tiene sentido para repartir entre países los fondos de Garantía Juvenil, que una vez que llegan a su destino sí se deben desagregar para ofrecer «puestos escolares y becas a los que quieren estudiar y empleo a los que quieren trabajar», esto es, políticas distintas a un colectivo que no es homogéneo.

«El colectivo ninis es una monstruosidad que ningún científico se toma en serio. Es una creación de la UE para repartirse los fondos, un concepto burocrático que mezcla dos partes completamente distintas, pues unos quieren trabajar (parados) y otros no (inactivos)», analiza Carabaña.

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El colectivo ninis es una monstruosidad que ningún científico se toma en serio

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Para el experto, se convierte así en un cóctel que, con sus elementos claros, sin embargo da lugar a un sabor incierto. Porque, frente al retrato de nini al que estamos acostumbrados –una juventud perdida, pegada al móvil, sin expectativas más allá de las casas de apuestas, en riesgo de acabar en la droga o en la delincuencia– los hay muy variopintos: del nini que en realidad está enfermo al que está en viaje espiritual, del que trabaja en casa cuidando a menores o mayores (lo que las estadísticas no reflejan) al que se ha tomado un año sabático, del que se decanta por profesiones para las que hay que arriesgarse fuera de la escuela y del mercado de trabajo al que está inmerso en un voluntariado.

La propia Eurofound distingue estas tipologías de inactivos (por enfermedad, incapacidad, responsabilidades familiares, haberse desanimado en la búsqueda de empleo, preferir estilos de vida peligrosos o asociales, estar dedicados a actividades como el arte, la música o la autididaxia, o la pura diversión…).

Es la Economía

Partiendo de esta base, Carabaña no cree que tenga mucho sentido etiquetar a un país como «paraíso de los ninis» –en la UE 28 lo serían, por este orden, Italia, Chipre, Grecia, Bulgaria, Rumanía, Croacia y España– ni fijarse en la evolución de esta tasa con la crisis. Uno de sus componentes, los jóvenes en paro –que quieren trabajar y no pueden– sí que depende de los ciclos económicos. En España pasó del 5,6% en 2006 al 13,3% en 2012 y 2013, los peores años. El otro, los inactivos –no trabajan pero tampoco quieren–, en cambio, se mantiene más o menos estable, con crisis o sin crisis, en torno al 5 o 6% en España, en línea con otros países.

Tampoco ve de recibo que la ONU se haya planteado como objetivo para 2030 «un mundo sin ninis».

Pero lo que menos sentido tiene, a su juicio, es atribuir la reducción o el incremento de los ninis a la Educación. Julio Carabaña recordaba en este sentido cómo el secretario de Estado de Educación y FP en funciones, Alejandro Tiana, intentaba defenderse de la tasa española de ninis en la presentación del último Education at a glance de la OCDE, explicando que la mayor parte de los ninis no querría serlo. «No es un problema de Educación, sino de Economía. Se reduce a la cuestión del paro», resume Carabaña, que explica: «Mientras que no hay «estudiante frustrado», pues estudiar es muy fácil y si alguien quiere estudiar el Estado no puede impedírselo, sí hay «trabajadores frustrados», pues si alguien quiere trabajar el Estado no puede ofrecerle un empleo. Esa es la diferencia».

Modelos de país

Para Carabaña, por tanto, el término nini no tiene aplicación más que para comprobar el éxito o fracaso de los programas de Garantía Juvenil, que a su juicio no pueden tener más que un efecto pequeño, y con los que la UE está olvidando no solo la voluntad de esos jóvenes que son su target sino incluso las costumbres locales, pues en determinados países como Bulgaria o Rumanía es frecuente que haya mujeres a estas edades en casa criando a sus hijos.

Por otra parte, también en lo que a las diferencias entre países se refiere, el experto introduce la comparación entre la realidad de los jóvenes de 16 a 24 años de España y el Reino Unido. España se encuentra entre las naciones con mayor tasa de estudiantes a estas edades –un 73,6% frente al 59,3% del Reino Unido– y, en cambio, tiene un 14% de jóvenes trabajando frente al 29,6% del Reino Unido. «¿Es mejor una situación como la del Reino Unido, con más gente trabajando de los 16 a los 24 años pero menos gente aprendiendo o una como la de España, uno de los países con mayor tasa de estudiantes? «, se pregunta Carabaña.

«Si la Educación es la base del crecimiento económico, ¿qué es mejor para la Economía, tener más gente trabajando a esas edades o menos gente trabajando pero más estudiando? ¿Por qué el Reino Unido está aparentemente tan poco preocupado por su baja tasa de estudiantes? ¿Puede ser la formación para ciertas profesiones mayor en el trabajo que en la escuela?», plantea el sociólogo, que comprueba la existencia de dos tradiciones diferentes, la de países de Europa central y sajones, donde se percibe una formación más vinculada al trabajo, con más aprendices y jóvenes que estudian y trabajan a la vez a estas edades, y otra, la propia de España pero también del sistema francés, con mucha formación escolar.

También el AET

Carabaña hace alusión a otro término, el abandono educativo temprano (AET), que también considera, como ninis, un indicador compuesto, por mezclar a la gente de 18 a 24 años que no tiene un título de Educación secundaria superior y a aquella «que no sigue estudiando o en formación». «Sospecho que esta coletilla se añade porque en países como Alemania o Dinamarca, muy influyentes, se otorgan los títulos con más retraso, y de no incluirse sus tasas podrían ser desastrosas», apunta el sociólogo.

Los jóvenes y su evolución según su actividad

  • Solo estudian. Con la crisis, entre 2007 y 2013, los jóvenes de 15 a 24 años que solo estudian crecen 22 puntos. En 2007 representan el 48,8% de los jóvenes de estas edades. En 2013, el 64,6%. En 2018, el 65,9%. Los jóvenes reaccionan frente al desempleo poniéndose estudiar, sea cual sea el nivel de ingresos de sus hogares. Con la recuperación apenas caen en dos puntos porcentuales.
  • Solo trabajan. Caen más de 22 puntos porcentuales, de más del 39% a menos del 17%, entre 2007 y 2013, el mismo porcentaje en que aumentan los jóvenes que solo estudian. En 2007 son el 29%. En 2013, el 11,4%. En 2018 se hallan en el 14%.
  • Estudian y trabajan. Hay más jóvenes que estudian y trabajan en el auge. Son un 10,2% en 2007. Pasan al 5,4% en 2013 y al 7,7% en 2018.
  • Parados. No trabajan pero querrían. Los jóvenes en esta situación suben seis puntos con la crisis, pasando del 5,7% en 2007 al 13,3% en 2013. España tiene un 7,2% de jóvenes parados, un 8,2% en 2008, una realidad fuertemente condicionada por la coyuntura económica en la que solo Grecia está peor.
  • Inactivos. Ni estudian ni trabajan ni quieren trabajar. Representa un porcentaje pequeño y estable de los jóvenes, independientemente de la coyuntura económica. La drástica disminución del desempleo no afecta al porcentaje de inactivos. Son el 6,3% en 2007, el 5,4% en 2013 y el 5,2% en 2018.
  • Ninis. Es la suma de parados e inactivos. Es del 12% en 2007 y del 12,4% en 2018, y registra un pico con la crisis, al situarse en el 18,6% en 2013. Suponen 1,1 millones de jóvenes.

JOOP, oportunidades contra la etiqueta

El programa Jove Oportunitat (JOOP) es una iniciativa del Institut Valencià de Juventut (IVAJ) cofinanciada por el Fondo Social Europeo que se destina a «jóvenes entre los 16 y 21 años que se sienten fuera del sistema educativo y sin un rumbo claro» y que desde su inicio en 2017 ha dado respuesta a 1.500 jóvenes de 143 municipios.

Este inicio de curso, la viceprensidenta, Mónica Oltra, se reunía con 140 participantes –joopers– de la presente edición, durante un encuentro en Benagéber, emplazándoles a aprovechar «este nuevo impulso en vuestro proyecto personal y vital» y poniendo JOOP como ejemplo de «rescate de personas jóvenes que abandonaron los estudios de forma temprana por determinadas circunstancias» y que, gracias a él, acaban retomándolos o incorporándose al mercado laboral.

El programa da con esos jóvenes entre los inscritos en el fichero del Sistema Nacional de Garantía Juvenil, como explicó el director general del Institut Valencià de la Joventut, Jesús Martí: «No partimos de los listados del paro, sino de jóvenes sin motivación que han abandonado los estudios». Los departamentos de Juventud de los ayuntamientos proponen a participantes y en colaboración con el IVAJ les ofrecen esta nueva alternativa.

De la primera edición en 2017, piloto, dotada con 652.000 euros, a los seis meses de finalizar el programa un 74,26% de los 194 participantes estaba trabajando o estudiando.

La segunda, en 2018, con 610 joopers, y de ellos un 31% perteneciente a colectivos desfavorecidos, con una inversión de 1.087.000 euros, concluyó con un 70% reenganchado a los estudios o con un empleo.

En cuanto a esta tercera edición han ascendido a 700 los joopers y la dotación es de 2.318.060 euros, cofinanciados por el IVAJ y el Fondo Social Europeo.

El programa se divide en varios módulos, en los que se trabaja el autoconocimiento, se refuerza la identidad personal y autoestima del jooper y se les motiva para construir un proyecto de profesional, de vida y social. Son frecuentes las visitas a distintas empresas en este proceso de búsqueda para conocer distintas familias profesionales y perfiles de trabajo.

Una vez activados, se les prepara para enfrentarse a las pruebas de acceso a FP de grado medio, pues muchos de los participantes carecen del título de ESO.

Durante los seis primeros meses hay cinco horas al día, por las mañanas, de clases, en grupos de 12 alumnos, y una hora de sesión individual con el coach.

Durante los seis restantes, sigue habiendo jornadas de refresco, con encuentros una vez al mes mientras el alumno ya está estudiando o trabajando. A esto se añade el coaching parental. Precisamente la figura del coach es uno de los ejes del programa, que cuenta con uno en cada municipio. Celsa Oltra es la coach de Almussafes, y se muestra reacia a etiquetar a los jooper: «Engloba realidades muy diferentes. Se cree que son los malotes de la clase, que no aprecian nada, y no es así».

Celsa Oltra: "

Se cree que son los malotes de la clase, que no aprecian nada, y no es así

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Entre ellos hay personas con escasas habilidades sociales que vivían el instituto como un lugar amenazante, víctimas de bullying, jóvenes con mucha carga familiar, otros que empezaron a trabajar muy jóvenes y con poca de cualificación y hoy encuentran difícil mantener ese empleo, jóvenes perdidos, desmotivados. «Se encuentran en tierra de nadie, y aquí el sistema falla, no sabe dónde recogerles, es difícil acceder a ellos», apunta. Otra de las claves es la coordinación de los distintos servicios –Educación, sanidad, juventud–.

«Lo primero que hacemos es crear un vínculo sano. Y ofrecerles una mirada desde su valor. Acostumbrados a pensar que todo lo hacen mal, esa mirada les descuadra. Y les acompañamos en su camino, como sherpas«, concluye Oltra.

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