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¿De la Educación interrumpida a la Educación intermitente?

El coordinador de la Cátedra Unesco de Educación y Tecnología para el Cambio Social de la UOC reflexiona sobre el derecho a la Educación en tiempos de pandemia. Lo hace desde Cataluña, que hoy celebra la Diada y el lunes abrirá sus aulas.
Albert Sangrà Morer
Catedrático de Educación Universitat Oberta de Catalunya
11 de septiembre de 2020
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Para el autor es fundamental que la Educación no se interrumpa aun si la presencialidad es intermitente. © TAONGA

La Educación es un derecho fundamental y, por encima de todo, debemos garantizar que nadie se vea privado del mismo. La escuela es presencial y debe seguir siéndolo, eso no se discute. Pero si ante una amenaza a la salud y a la vida la escuela debe cerrar, debemos seguir garantizando el derecho a la Educación y llevar la escuela a los alumnos.

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Si ante una amenaza a la salud y a la vida la escuela debe cerrar, debemos seguir garantizando el derecho a la Educación y llevar la escuela a los alumnos

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La experiencia de este curso pasado nos ha demostrado que es necesario disponer no solo de planes de contingencia, sino de modelos educativos alternativos que puedan superar la interrupción de la normalidad en nuestros centros educativos, una interrupción que, además, puede ser dilatada en el tiempo.

Durante el tiempo de cierre obligado de las instituciones educativas a causa del confinamiento hemos aprendido muchas cosas. Sobre todo, a reaccionar ante situaciones completamente imprevistas. Hemos aprendido que la Educación online puede ser una gran aliada, pero también que la brecha digital puede ser un enemigo implacable en el intento de superación de las desigualdades. Nos hemos hecho conscientes de que no todo lo que hemos hecho es Educación online, y que por lo tanto, cabe ser prudentes cuando la festejamos, pero también cuando la cuestionamos. En cualquier caso hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, y seguramente un poco más, para superar la situación y evitar que la interrupción de la presencialidad fuera también la interrupción de la Educación. Es por eso que hoy, en el inicio de este nuevo curso académico, es indispensable proclamar nuestro agradecimiento a los que lo hicieron posible: gracias a los equipos docentes, gracias a los maestros y maestras. Gracias a los equipos directivos.

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Hemos aprendido que la Educación online puede ser una gran aliada, pero también que la brecha digital puede ser un enemigo implacable en el intento de superación de las desigualdades

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Pero ahora tenemos un nuevo reto: ya sabemos qué puede pasar. Aunque todos prefiramos volver a la normalidad de la escuela presencial tradicional, quizás no podamos hacerlo por completo. Las Administraciones, con mayor o menor fortuna, proponen una serie de condiciones con las cuales piensan que los centros serán seguros. Es necesario poder aplicar estas condiciones –tenemos que ver si todos los centras están en disposición de ello– y cumplirlas.

Las escuelas abrirán el lunes y no cerrarán. Esto nos dará una sensación de fingida normalidad. Aunque a los educadores nos gusta pensar que es así, la escuela no es el único centro neurálgico de la vida de nuestros alumnos: juegan fuera de ella; se relacionan con otras personas; acompañan a sus padres, que a su vez se relacionan con otras personas; en resumen, rompen esas burbujas, esos grupos estables que funcionan en la escuela, pero difícilmente lo harán fuera de ella. Cada vez que haya dos alumnos que den positivo en un grupo estable, ese grupo se confinará en casa. Un estudio de la Universidad de Granada nos cuenta que un grupo de 20 niños tiene contacto con 800 personas en dos días. Esto significa que el confinamiento de grupos estables no será un caso aislado.

No cerrarán las escuelas, porque más allá de que creamos que es lo mejor para el alumnado, lo contrario crea un problema económico y familiar difícil de resolver. Pero probablemente cerrarán muchas aulas, pues sin duda se producirán muchos confinamientos debidos a la aparición de positivos entre el alumnado. Otro estudio reciente del Instituto de Investigación Germans Trías i Pujol establece que una de cada 30 aulas de Primaria deberá ser confinada.

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de cada 30

aulas de Primaria deberá ser confinada, según un estudio del Instituto de Investigación Germans Trías i Pujol

Este hecho nos sitúa ante la tesitura de tener que resolver cómo garantizamos el derecho a la Educación al que nos referíamos al inicio entre aquellos alumnos que van a tener que pasar periodos de confinamiento en su casa. ¿Cómo podemos evitar la interrupción de la Educación en una situación de presencialidad intermitente?

La respuesta más lógica es la de considerar un nuevo contexto para el desarrollo educativo. Un contexto que tenga en cuenta todos los escenarios en que un alumno o alumna pueda llevar a cabo su aprendizaje: un contexto de 360º. Y, de la misma forma que consideramos todas las opciones que nos ofrece el entorno físico de nuestros alumnos (museos, asociaciones, etc.), deberemos sin duda considerar el entorno virtual, puesto que forma también parte indiscutible de la realidad de nuestros niños, niñas y jóvenes. Tenemos que conseguir que ese entorno, que a menudo solo es utilizado para comunicarse y jugar, sea un elemento más de su contexto educativo.

Se ha de conseguir que el entorno virtual sea un elemento más del contexto educativo de niños, niñas y jóvenes

Cierto es, como seguramente más de uno estará pensando en estos momentos, que la brecha digital no nos lo pone fácil, y que ya se ha dicho, por activa y por pasiva, que la situación de emergencia vivida ha puesto de manifiesto enormes desigualdades a la hora de acceder a soluciones digitales. Lo que sucede es que, más allá de lamentarse por esa situación vivida, cabe exigir su solución, dado que está en la mano de los responsables de nuestros sistemas educativos. La dotación de paquetes de conectividad y datos, y la dación o cesión de dispositivos a las familias que no disponían de ellos han sido soluciones que se han puesto en práctica.

Por lo tanto, es posible cerrar la brecha digital de acceso, solo es necesaria voluntad política. Ahora tocaría cerrar también la de uso. Y esa requiere algo más de tiempo. Sin duda, es necesaria mayor formación para docentes y, también, para alumnos en el uso apropiado y con éxito de las tecnologías para el aprendizaje. En realidad, lo podríamos resumir diciendo que conviene desarrollar la competencia digital de los ciudadanos en general si aspiramos a una construir una sociedad que realmente se base en el conocimiento.

Cerrar la brecha digital de acceso requiere voluntad política. Cerrar la brecha de uso requiere más tiempo

Será importante dar este paso porque, además, ¿acaso sería lo más adecuado volver a la escuela presencial tradicional, o estamos ante la oportunidad de introducir cambios en nuestro sistema educativo que nos permitan mejorarlo y modernizarlo?

Nos conviene empezar a diseñar modelos de presencialidad discontinua de manera que podamos mantener la fluidez cuando se deba dar un cambio de contexto educativo (del presencial al digital, o viceversa) tantas veces como sea necesario. Es evidente que ya muchos lo han intentado. Lógicamente, lo hacemos por defecto desde nuestra perspectiva basada en la experiencia, y nuestra experiencia es presencial. Así, acostumbramos a intentar replicar aquello que hacemos en nuestras aulas en un entorno con otras características y con otros principios. Y no funciona, o no nos satisface del todo, puesto que nunca acabamos de conseguir explotar las posibilidades que nos ofrece lo virtual. Partimos de la base de que va a ser peor, de que no podremos hacer lo que hacíamos –eso es cierto–, y no nos concentramos en buscar otras alterativas que nos permitan alcanzar similares objetivos, aunque mediante distintos caminos.

Quizás convenga hacerlo desde otra mirada. Un cambio de mirada nos permitiría ver las cosas de otra manera, descubrir muchas más posibilidades. Deberíamos empezar a diseñar este proceso desde la total virtualidad. Imaginando que el curso va a ser completamente no presencial. Que nadie se asuste: este no es el objetivo, pero puede darse la contingencia y, de hecho, ya se ha dado. Por supuesto, diseñar un curso no presencial requiere formación específica previa. No se trata solo de utilizar productos tecnológicos que imiten lo presencial. Ese es el error, muy común por otra parte.

Si diseñamos nuestro curso o materia considerándolos virtuales, seremos capaces de superar una situación no completa de no presencialidad, a la vez, que gracias a nuestra experiencia previa, si volvemos a la presencialidad porque está deviene de nuevo posible, el cambio se podrá llevar a cabo de manera fluida, asumible, sin estrés. Puesto que hemos diseñado el curso como virtual sin tener en cuenta nuestra tendencia a la presencialidad, la misma fluidez se dará en sentido contrario, con una particularidad: todos, alumnos y docentes sabremos qué es lo que podemos y debemos esperar y qué se espera de nosotros, reduciendo la tensión emocional que la mayoría vivió en los meses de confinamiento.

Un diseño del aprendizaje basado en actividades o proyectos que puedan ser reversibles cuando cambiamos de contexto y un conjunto amplio de mecanismos de evaluación continua que nos permitan disponer de la información respecto de los estudiantes desde muchas fuentes, presenciales y virtuales, son los elementos clave que deben conformar estos nuevos modelos de presencialidad discontinua, que son una evolución de los tradicionales modelos blended o mixtos y que deben responder, desde la planificación, a las posibles intermitencias inesperadas en la presencialidad. Un gran reto, sin duda, pero a la altura de la capacidad y profesionalidad de nuestros docentes. Que el nuevo curso os sea propicio.

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