fbpx

Nuevas tecnologías: ¿cómo usarlas amigablemente?

José Víctor Orón
Director de la Fundación UpToYou y del Centro de Investigación SLAM Educación
https://uptoyoueducacion.com/
27 de octubre de 2020
0

El autor reflexiona sobre las nuevas tecnologías: del ¿amigo o enemigo? a ¿cómo usarlas amigablemente?. Tres urgencias educativas en tiempos de Educación pandémica.
© ARDEA-STUDIO

Hasta hace poco el debate era si las nuevas tecnologías eran amigas o enemigas de la Educación, pero ahora parece que sí o sí tienen que entrar en Educación, y la pregunta es cómo usarlas amigablemente.

Muchos han hecho la apuesta por las tecnologías: unos por esnobismo, otros porque no creen en la Educación y necesitan adornarla como quien gasta dinero en el envoltorio y no en el regalo, otros la introducen por convencimiento, otros por subir en baremaciones sobre la “calidad” de los centros, otros como imagen de Educación moderna… Pero pocos, muy pocos, han hecho reflexión educativa seria. Eso sí, todos necesitan revestir la introducción de la tecnología de bondades educativas, de lo contrario algunos tendrían difícil justificar la opción.

Los detractores de la tecnología han puesto de manifiesto una cosa obvia que se sabe en Educación: introducir el trabajo de una habilidad antes de tiempo trae problemas. Pensemos en una tecnología increíble cuando nació: el bolígrafo. Hoy se ve a tantos niños (y adultos) que cogen el bolígrafo con posturas imposibles y no pueden escribir una página seguida sin que les duela la mano. Un bolígrafo no pesa tanto como para que la mano quede rígida o dolorida al final de una página. Si ocurre eso es porque se introdujo esa tecnología antes de tiempo y de malas maneras. Lo mismo pasa con las nuevas tecnologías. Las tecnologías no son ni enemigo ni amigo pues la tecnología no es persona. No es un quién sino un qué. Y los enemigos o amigos son personas no cosas. Pero dejemos atrás el debate de si amigos o enemigos y centrémonos en pensar sobre un uso amigable de ellas. Además, criticar sin proponer no sirve de nada.

"Los detractores de la tecnología han puesto de manifiesto una cosa obvia: introducir el trabajo de una habilidad antes de tiempo trae problemas"

Antes de entrar en el debate hay que decir que no se puede pedir a una tecnología lo que no puede dar. Eso quiere decir que si la Educación presencial no es posible en niños pequeños y la tecnología de pantallas tampoco es solución habrá que seguir pensando. No se puede cometer el enorme error educativo de confundir lo que puedo dar con la necesidad del que recibe. Si una persona necesita comer 2000 kilocalorías al día y le doy 500 porque no puedo darle más, no voy a decir que eso es lo que necesita. Lo mismo ocurriría si dijera que hay que darle Educación enlatada en pantallas a un niño pequeño. Pero la pantalla sí puede ser introducida, por ejemplo, en la segunda parte de Primaria. Aunque introducirla tampoco quiere decir que todo tenga que hacerse a través de ellas. Esto no lo digo por los niños solo, sino también por los adultos.

Ahora no se trata de reflexionar sobre la tecnología en general, sino que, puesto que en ciertos cursos hay que usar la tecnología en esta situación de semiconfinamiento necesitamos preguntarnos cuáles son los criterios educativos que necesitamos tener presentes. En lugar de cobarde, voy a intentar ser valiente (o atrevido) y hablar constructivamente. Nos preguntamos: “¿Cómo salvar la relación en tiempos de telecomunicación?”.

Lo primero: salva la intención y salvas la relación. La comunicación humana no está para ser vehiculizada a través de un cable de datos. A los mismos adultos nos cuestan las videoconferencias y no es porque no somos “nativos digitales” (lo cual es otro mito educativo), sino porque en la comunicación humana lo primero es evaluar la intención del otro y eso es muy difícil hacerlo en una videoconferencia. Os pongo un ejemplo: cruzar un paso de cebra es bien tranquilo y relajante si das por hecho que conoces la intención del otro. Si sabes que los coches no van a parar, sencillamente te esperas. Si sabes que van a parar, pasas. Pero si no sabes, estás en tensión en cada paso que das. Esa tensión por no saber la intención del otro es agotadora. Por eso la videoconferencia consume tanto.

El problema es ¿cómo se conoce la intención? Alguien podría decir: declarándola. Pero también conocemos a alguien que dice bonitas palabras, pero sus intenciones van por otro lado. Si ya es difícil en forma presencial, más online. Seguro que muchos educadores (padres o profesores) tienen la experiencia de acercarse con sana intención al educando y este por sus heridas o situación personal no puede acoger al educador. La intención se “huele”. No sé a qué sentido atribuir la valoración de la intención. Al decir se huele, me refiero a que se capta o se atribuye al otro sin atribuirlo a ningún “dato” en concreto, pero por el cable solo van datos.

A los mismos adultos nos cuestan las videoconferencias y no es porque no somos “nativos digitales” (lo cual es otro mito educativo), sino porque en la comunicación humana lo primero es evaluar la intención del otro

Segunda urgencia, el significado. La Educación online del confinamiento también ha servido para evidenciar pobrezas educativas de los educadores que quedaban ocultas al cerrar la puerta del aula. El profesor “tostón” podía controlar su clase y ocultar su pobreza educativa. Pero resulta que lo online nos acerca con un clic y nos aleja con un clic y ante el profesor tostón el alumno puede decir “cayó la wifi” o sencillamente el padre puede ver lo que pasa y el profesor queda expuesto. Ante esta Educación “tostón” han surgido profesores “anuncio” que dan la clase como si de un videoclip se tratara. Otros dicen: “lo que importa es la experiencia del alumno” y ponen al niño a experimentar, pensando que así el niño construye su conocimiento. En la Educación online estas tres variantes (el «tostón», el anuncio y el experimentador) se acentúan y ponen de manifiesto el problema del significado. La realidad adquiere significado por la forma como es introducida en la interacción humana. La Educación se juega en el significado, no en el dato. Queremos que lo aprendido sea significativo y conecte con la vida de las personas y no una simple acumulación de datos que luego no sabes qué hacer con ellos para hacer un mundo más humano. Pero por el cable de internet viajan datos, no significados. El mal interpretado principio de experiencia se puede seguir aplicando con el mismo error en la Educación digital. La investigación es abrumadora, pero cuando los resultados de la investigación son incómodos se ignoran. Por ejemplo, si nos fijamos en la adquisición del lenguaje se sabe que no es la cantidad de palabras (datos) lo que hace que un niño aprenda a hablar y razonar, sino la calidad humana de la comunicación (significado). No se trata de que le hables a tu hijo/alumno, sino de que hables con él o ella. No se trata de experiencia, experiencia, sino de encuentro, encuentro, mientras transformamos el mundo.

La Educación online del confinamiento también ha servido para evidenciar pobrezas educativas de los educadores que quedaban ocultas al cerrar la puerta del aula

Esto es importante porque hoy en día dicen que una clave de la formación online es evitar el “efecto espectador” y lo quieren evitar teniendo activo al alumno. Desde luego la actividad hace falta, pero la clave está más bien en la interacción, el encuentro. Y esto nos lleva a la tercera urgencia.

Necesitamos difuminar la línea colegio-vida y ahora la oportunidad es estupenda pues la clase pasa a ser el comedor de casa. El debate de la relación familia-colegio lleva muchos años abierto y aún con muy buenas experiencias, sigue abierto. La relación entre el colegio y la familia siempre será artificial si la Educación no está naturalizada. La Educación hoy está muy tecnificada pensando que se trata de adquirir competencias y creo que eso no es correcto, pues si bien todos dicen enseñar competencias para una mejor sociedad presentan una gran incoherencia al entender la adquisición de la competencia como el fin de la Educación. Si la adquisición de la competencia no es ya una experiencia de mejora de las relaciones interpersonales, el ejercicio profesional de la competencia no estará al servicio de hacer una sociedad mejor. No se trata de ser buena persona y además saber matemáticas, sino que el estudio de las matemáticas me ayude a desarrollar mi humanidad. Naturalizamos la Educación cuando aprender nos ayuda a ser más humanos.

Luego es necesario que todo aprendizaje sea una experiencia, sí, pero de relación humana y el hecho de tener a la escuela en casa puede facilitarlo. Conclusión: para hacer amigable la formación online necesitamos hacernos tres preguntas: ¿Cómo salvar la intención en la relación? ¿Cómo hacer la experiencia significativa? ¿Cómo naturalizar el aprendizaje?

0