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Elegir modelo educativo es elegir modelo de ciudadanía

Mónica Stilman
Creadora del proyecto "Elegir un modelo educativo es elegir un modelo de ciudadanía"
24 de noviembre de 2020
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© OKSANA

“Si no yo a mí, ¿quién a mi?, si solo estoy para mi ¿qué soy? y si no es ahora ¿cuándo? HILEL, del Talmud, “Tratado de los padres”.

Que mejor oportunidad que hablar en las redes acerca del papel de la Educación cuando comenzó el confinamiento. De pronto intervino una voz que sentenció: “este no es momento para hablar de Educación” (SIC). Me pregunto: ¿nos referimos a lo mismo cuando hablamos de Educación?, ¿cuándo corresponde hablar y quienes deben asumir la responsabilidad impostergable de reflexionar sobre su función? Si no ahora ¿cuándo?, si no nosotros, nuestra sociedad ¿quiénes, sólo recae sobre los profesores?

Los objetivos de la Educación deben evolucionar al ritmo de los tiempos y sus acontecimientos, especialmente al estar descolocados. Vemos a la joven ciudadanía pendientes de respuestas, quizás de volver a ver a sus mayores en calidad de usuarios o consumidores buscando al responsable que pague por ello. Muchos persisten entre ruido y violencia reclamando el reembolso de la normalidad cuando el virus tiene sus propias leyes y ha trastocado nuestra forma de vida. Asistimos a una nueva realidad en la que debemos ser conscientes de que reinventarnos exige diálogo, pensamiento crítico, saber escuchar para ser escuchados, unirnos porque si bien ahora faltan respuestas tenemos la capacidad de preguntarnos.

Se trata de educar adquiriendo recursos de vida para la vida a través del pensamiento crítico pero “en calidad de ciudadanos y ciudadanas”, aprendizaje esencial para acometer futuros imprevistos en lo personal y colectivo. Ya no es la cantidad de conocimiento o información que tengan los jóvenes lo que se privilegie sino entrenar la aptitud de gestionar recursos apropiados en el día a día, en el aquí y ahora con espíritu creativo para acometer nuevos retos. Se escucha hablar de resiliencia muy oportunamente en distintos ámbitos, a la espera de que no sea una moda pasajera y sí motivo de reflexión, proyecto de vida para la vida, siendo coherentes en actitudes en casa, en la calle y en el aula.

La Educación no es patrimonio exclusivo de la escuela, si bien es la primera experiencia en convivencia en diversidad, en solidaridad, valores esenciales que deben ser enmarcados en lo cívico y que requieren de lo presencial. El hecho educativo es ante todo un encuentro singular con todo lo que ello implica, por lo que no se puede jerarquizar la relación virtual
Efectivamente ya no se trata de alfabetizar sino de generar proyectos con un fin común de aprendizaje, un bien común vinculado al ser ciudadano. Razón tenían las abuelas convencidas de que es el ejemplo el que educa ante todo, la propia conducta consecuente en un encuentro que marca el sentido desde el entorno familiar y social. No basta con hablar de solidaridad, se debe ser solidario, no basta con agitar una bandera para ser buen ciudadano, debe ser un proyecto cívico compartido que consolide de forma natural el ser ciudadano.

"La Educación no es patrimonio exclusivo de la escuela, si bien es la primera experiencia en convivencia en diversidad, en solidaridad, valores esenciales"

Será importante que sea el grupo en el aula quien gestione los conflictos cotidianos aprendiendo a negociar la adversidad, como así el ámbito familiar ejercitando diálogo en el respeto y convencimiento de que los hijos e hijas deben practicar pensamiento y opinión argumentada, incluso sobre la realidad política, que políticos necesitan, anticipando que políticos quieren llegar a ser ellos mismos. Ejercicios en que lo individual incide en lo colectivo y viceversa.

La Educación tampoco puede ser patrimonio del gobierno de turno, ya conocemos los constantes cambios que deben acometer una y otra vez los profes ante las infinitas reformas educativas y creo que ha llegado el momento en que sean parte activa en la exigencia de un consenso en Educación. El conocido proverbio africano que señala que para educar a un niño se necesita toda la tribu, exige ante todo una pregunta: ¿qué Educación pretende esta tribu para que ese niño se sienta parte de ella, para que se identifique en valores solidarios a continuar?

Lamentablemente el ejemplo al que asiste en estos momentos la joven ciudadanía está lejos de la unidad y confraternidad social, las diferencias partidistas con fines electoralistas se acentúan tanto o más que antes de la pandemia, lo que resulta siniestro.

Por ello la insistencia en interrogarnos de cara a la joven ciudadanía ¿no resulta imprescindible unirse ante la adversidad con propuestas y contrapropuestas argumentadas? ¿No se hace imperiosa la necesidad de una reflexión social sin sobrentendidos en Educación, destituyendo opiniones aberrantes tales como “no es el momento para hablar de ello”? ¿No es imprescindible invertir en Educación como instrumento privilegiado para reforzar a su vez la inversión en sanidad pública e investigación en tanto pilares de una sociedad? ¿No sería el momento de comprender que no debe ser la palabra del poder partidista la que está en juego sino el poder de la palabra que nos motive y obligue a tomar partido? ¿Podemos permitir que la prepotencia y el insulto degraden el ámbito político de las instituciones, de nuestra democracia? ¿No resulta indispensable debatir y deliberar cívica y educadamente con flexibilidad en la negociación en favor del bien común? ¿Qué papel ocupa la autocrítica para fortalecer la confianza en el grupo cuando se sabe con quien se cuenta? ¿No ha llegado el momento en que se deseche la competitividad, educando para competir solo consigo mismo en esfuerzo de superación?…

Por lo tanto, interrogarnos sobre los objetivos de la Educación en estos momentos cruciales es elegir un modelo de ciudadanía, es transmitir a los jóvenes el recurso primordial para encarar el presente. El pensar es una empresa política por excelencia a encararse con actitud cívica no menos entusiasta por rigurosa, desechando la banalidad como libertad de expresión o que el odio nos enfrente. Solo hay una opción posible en el que el odio nos puede unir y es contra la pobreza, la ignorancia y la injusticia.

Debemos ser conscientes de que el acontecimiento educativo debe constituir el entramado de una sociedad responsable al completo, un acontecimiento en el que el aprendizaje no cese en lo cotidiano, dentro y fuera de los manuales y programas de estudio. Sino nosotros ¿quién?, sino ahora ¿cuándo?

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