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Evaluar con exámenes, calificar con notas: ¿Cuánto puede un número decir de un alumno?

Frente al modelo actual, limitado para monitorizar a los estudiantes o cribar a los más aptos, desde la Economía se aspira a una evaluación formativa con las ‘soft skills’ como eje.
Saray MarquésMartes, 23 de febrero de 2021
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Para Caterina Calsamiglia, si no cambia la evaluación no va a cambiar lo que pasa en el aula. © GORODENKOFF

La forma de evaluar en escuelas, institutos y universidades se encuentra en revisión en todo el mundo, tras décadas mostrando lo limitada que es.

Lo es para analizar políticas públicas. Por ejemplo, el Perry School Program o el Head Start no tuvieron impacto en las notas de los alumnos que participaron en estos programas de Educación Infantil de calidad, pero sus efectos al mejorar sus vidas, e incluso las de sus hijos, aun se notan, y lo mismo puede decirse de medidas como la reducción de las ratios.

También lo es para constatar la evolución de un estudiante, centrada como suele estar en su capacidad de réplica tras una clase magistral, con un número muchas veces como único feedback.

Y lo es, finalmente, para la causa de su origen: para seleccionar a los más aptos. Varias pruebas apuntan en esta dirección, como las universidades de Medicina incorporando psicotécnicos para comprobar el grado de empatía de los candidatos, o el mayor peso de las habilidades socioemocionales en las oposiciones docentes, o las recientes denuncias a universidades americanas de élite por discriminar a estudiantes asiáticos. Tenían notas altísimas, pero no habían sido “creativos” en las entrevistas.

Así lo ha expuesto la economista Caterina Calsamiglia en una clase magistral organizada por la Fundación “la Caixa” Economía y Sociedad. Calsamiglia es partidaria de cambiar el sistema por otro que tenga en cuenta competencias de los alumnos como la capacidad de ser creativos, relacionar ideas, dinamizar grupos… En línea con la forma de evaluar del Bachillerato Internacional, ve los contenidos como “una excusa para seguir estimulando a los estudiantes a aprender, pero sin la idea de que hay algo “que hay que saber”, porque el conocimiento es dinámico” (en el BI el currículo cambia cada cuatro o cinco años).

Para Casalmiglia los contenidos son una excusa para estimular a los estudiantes a aprender, pero sin la idea de que hay algo "que hay que saber"

Desde la Economía se ha subrayado la importancia de “todo lo que los tests no pueden medir”, de las soft skills. A ella se ha sumado la Psicología, demostrando cómo el carácter afecta a tu vida a largo plazo, y ambas tienen buenas noticias: el carácter también se puede trabajar, es maleable. La OCDE y la Unesco han aplaudido con fuerza estas ideas.

Calsamiglia les añade un factor clave: estas otras habilidades también se pueden evaluar.

Pero, cuidado: “El debate no es entre currículum y contenidos, de un lado, y competencias y habilidades no cognitivas, de otro. Eso sí, de poco sirve saber muchos contenidos sin ser capaces de extrapolarlos a una situación diferente, combinarlos de otra forma, preguntar a tus compañeros e incorporar lo que te digan a lo que ya sabes…”, advierte.

'Pentabilities'

Para facilitar la tarea de evidenciar que los alumnos han adquirido estas habilidades, desde su equipo han elaborado un modelo, el de las pentabilities (basado en las Big Five), que permite, gracias a su app, que el profesor registre en base a su observación los datos, para poder visualizarlos después y ofrecer al alumno información relevante sobre su autonomía e iniciativa, responsabilidad, capacidad de trabajo en equipo, habilidades de pensamiento y gestión emocional, que se plasman en 34 comportamientos.

De momento se está aplicando en varios centros en Primaria, Secundaria y Formación Profesional en Cataluña, en la Pompeu Fabra, Esade o la Universidad de Bonn. Se usa en centros con pedagogías activas y en otros que siguen con las clases magistrales pero dedican unas horas a la semana a proyectos en equipo en el laboratorio, por ejemplo.

“Se trata de 34 comportamientos que vale la pena trabajar para lograr personas completas. No es que sepan muchas más cosas, pero las saben usar de forma mucho más útil, y el canal para conseguirlo es la evaluación. Si al estudiante le pides justificar su respuesta, citar evidencias, elaborar argumentaciones… se va a esforzar y con el tiempo va a aprender a hacerlo, con lo que estás cultivando su espíritu crítico”.

Para Calsamiglia, “cuando el criterio de evaluación cambia, cambia la forma de pensar del alumno”. Ahora solo falta, a su juicio, que el sistema evaluativo tenga “un objetivo común” en base a etas habilidades tan necesarias para la sociedad.

Una forma más justa de medir el mérito

  • Los exámenes se crearon por las universidades hace 150 años para atraer talento fuera de sus redes de contactos, pero las notas tomadas demasiado en serio han acabado condicionando todo el sistema educativo, hasta ahogarlo.
  • Sentarse a responder una serie de preguntas es la única oportunidad del estudiante de demostrar quién es, algo que no tiene que ver con sus habilidades para desenvolverse en la empresa y la vida, y que hace que los mejores sean algoritmos de predicción de la respuesta a la pregunta.
  • Esta forma de evaluar agranda las desigualdades, para Calsamiglia, pues unos sectores siempre parten con ventaja. Por ejemplo, en EEUU un tutor para preparar el SAT puede cobrar 400 dólares/hora. En España, la nota de inglés en selectividad (cuyo nivel no depende tanto de lo que se aprende en la escuela) coincide con la nota de toda la selectividad.
  • Para la economista, el sistema no está captando la capacidad de gestionarse emocionalmente, afrontar los momentos difíciles… principal fuente de desigualdad. “Lo puramente académico es mucho menos relevante al condicionar tu vida”. Propone crear los entornos para que esto florezca y está convencida de que se puede evaluar.
  • Según un reciente estudio de Montessori Canela Internacional, el 88% de los docentes cree que la evaluación por notas numéricas transmite la idea de que lo importante es aprobar y no aprender. Un 92% es partidario de un sistema menos rígido.
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