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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

El oxímoron de la inteligencia emocional

Contra el egocentrismo de las emociones la risa actúa como bálsamo, un olvido momentáneo de la voluntad, una tregua en la fatiga de vivir. En realidad, la inteligencia emocional es un gran oxímoron que nos ancla.
Ángel Luis AritmendiJueves, 21 de abril de 2022
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© ANTONIO RODRÍGUEZ

Si tal y como afirma H. Bergson el mayor enemigo de la risa es la emoción, se podría deducir que el escaso sentido del humor actual –en la sociedad y en la escuela– obedece en buena parte al expansivo dominio de los afectos como referencia envolvente y escrutadora de la realidad. Hasta las matemáticas, un área en principio alejada de todo lo que no sea lógico y abstracto, adopta en los nuevos currículos un enfoque socio-afectivo. ¿Menos inteligente?

El humor surge del juego dialógico y el contraste entre personajes arquetípicos como Sancho y don Quijote cuya complicidad establece los límites del pensamiento y los lazos sociales en los que la risa cumple su función crítica. Incluso para reírse de uno mismo necesitamos a los otros. “La comicidad –escribe Bergson– nace cuando unos hombres reunidos en grupo dirigen toda su atención a uno de ellos, acallando sus sensibilidades y limitándose a usar la inteligencia”. (La risa, ensayo sobre el significado de la comicidad). ¿Estaríamos perdiendo hoy el sentido del humor en proporción inversa al florecimiento de las emociones y el consecuente aminoramiento cognitivo?

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Incluso para reírse de uno mismo necesitamos a los otros

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Lo cierto es que allí donde escasea la risa se expande la medianía de lo políticamente correcto. Desde Aristóteles la comedia ha sido un género literario menor, arrinconado por el sistema que lo considera subversivo. La rigidez de carácter y oposición –la solidez– es sospechosa para la comunidad que tiende a perpetuarse por asimilación. Cualquier excentricidad recibe el estigma hasta quedar neutralizada. De ello se encargan los barberos, curas y bachilleres de turno. Ser libre como don Quijote es andar distraído y a la suyo, reírse de uno mismo, ajeno a las preocupaciones impuestas. Todo un peligro de desconexión. Sería interesante estudiar este aspecto (la excentricidad, las emociones y la estandarización social) en relación al incremento de los diagnósticos educativos de niños con necesidades educativas especiales.

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Allí donde escasea la risa se expande la medianía de lo políticamente correcto

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Parcos en humor y cansados de la incertidumbre, cunde el simulacro y la sobreabundancia protectora de las apariencias. Pero la risa desnuda la solemnidad y los formalismos envarados. Como en el Quijote, también las obras de Kafka han recibido lecturas en clave de humor en la misma proporción en que describen una realidad enajenada por el miedo. La mirada romántica transformó al héroe cervantino en adalid de la justicia y las causas perdidas y sin embargo en su época las primeras lecturas fueron humorísticas. Es conocida la anécdota según la cual Baltasar Porreño, uno de los cronistas de Felipe III, viendo desde una de las ventanas de palacio a unos muchachos riendo a carcajadas con un libro entre las manos, exclamó: “Aquellos estudiantes o están fuera de sí o están leyendo la historia de don Quijote”. El mismo Cervantes, en el prólogo a la primera parte, expresa su intención de mover a risa al melancólico. Y el Gregor Samsa de La metamorfosis, bamboleándose encima de la cama convertido en un gran insecto, llama a la risa en cuanto el lector consigue apartar las referencias culturales más conmovedoras.

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La risa desnuda la solemnidad y los formalismos envarados

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Todo lo que la vida tiene de serio proviene de nuestra libertad. La risa descubre este juego de engranajes que urde el azar y la necesidad. De ahí que la enajenación característica de los personajes kafkianos –inexpresivos sentimentalmente hablando– sitúen la obra del autor checo en clave cómica. Del mismo modo, la ironía cervantina es suplantada hoy por el sentimiento positivo y el mindfulness. “Yo sé quién soy”, exclama don Quijote ante una realidad que le invita a salir de su zona de confort y reinventarse.

El pedagogo Gregorio Luri, a modo de guía sui géneris, aconseja fijarse en cómo entran los niños y los profesores en la escuela por la mañana y en cómo salen por la tarde. La alegría y el sentido del humor no son lo mismo que el entretenimiento lúdico o la diversión. De hecho, la diversión –por otros medios– se asemeja al aburrimiento. Un niño inquieto no se ríe, no fija la atención, simplemente está sobrexcitado y aburrido. Sus emociones embargan el sentido del humor y lo bloquean. Sin embargo, la distensión muscular que procura la risa abre la puerta a la alegría. 

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La diversión –por otros medios– se asemeja al aburrimiento

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Cuando la vanidad roza lo inverosímil y termina sometiendo las cosas a la idea en lugar de ajustar el pensamiento a la realidad (y vemos gigantes donde solo hay molinos), el humor supone una intromisión inconcebible que termina descartándose. Contra este egocentrismo de las emociones la risa actúa como bálsamo, un olvido momentáneo de la voluntad, una tregua en la fatiga de vivir. En realidad, la inteligencia emocional es un gran oxímoron que nos ancla y apesadumbra. La risa nos libera. 

Ángel Luis Aritmendi. Profesor del CEIP «Jorge Guillén» de Getafe y escritor.

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