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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

El trastorno del desarrollo de la coordinación y el niño “torpe”

Como maestros, conocer la amplia variedad de diagnósticos y la justificación de ciertas dificultades del alumnado, os va a permitir realizar una actuación dirigida a cada niño.
Carlos Cardeñosa SanchoLunes, 23 de mayo de 2022
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© SILA5775

Si te preocupa la coordinación motora de alguno de tus alumnos porque aún no ha aprendido a atarse los cordones como el resto de los niños de su edad; le cuesta seguir el ritmo del resto de los compañeros en actividades manipulativas (recortar, escribir, realizar manualidades…); se distancia de otros niños en el patio o no quiere jugar a juegos de pelota o participar en el baile del colegio; tiene un mal equilibrio y eso le dificulta el desempeño de ciertas actividades diarias como quitarse o ponerse los pantalones de pie… habréis podido razonar o llegar a la conclusión de que el alumno en cuestión es muy “torpe”.

Esta serie de características que presentan algunos de nuestros alumnos pueden deberse a un caso de Trastorno del Desarrollo de la Coordinación (TDC) conocido antiguamente como “dispraxia”. Este trastorno es una alteración del neurodesarrollo que no se resuelve de manera espontánea y afecta significativamente a la participación del niño en sus actividades de la vida diaria. Es muy común en la población infanto-juvenil, aunque actualmente se encuentre infradiagnosticado.

Se estima que el 5-6% de los niños en edad escolar lo presentan y en España, un 12,2% de niños en edad escolar están en riesgo de presentarlo, es decir, por cada clase, aproximadamente tres niños probablemente presenten TDC. Este trastorno es considerado, según el actual manual diagnóstico de referencia, el DSM-V, un trastorno motor y los criterios para su diagnóstico, de manera resumida, son los siguientes:

A) La adquisición y ejecución de habilidades motoras coordinadas está muy por debajo de lo esperado para la edad cronológica del niño. Las dificultades se manifiestan como torpeza (p. ej., dejar caer o chocar con objetos) así como lentitud e imprecisión en la realización de habilidades motoras (p. ej., coger un objeto, utilizar las tijeras o manejar los cubiertos, escribir a mano, montar en bicicleta o participar en deportes).

B) Las dificultades de actividades motoras afecta de forma significativa en las actividades de la vida cotidiana (p. ej., el cuidado y mantenimiento de uno mismo, la productividad escolar, las actividades vocacionales, el ocio).

C) Los síntomas comienzan en las primeras fases del período de desarrollo.

D) Estas dificultades no se explican por ningún otro tipo de patología, ya sea de origen intelectual, motórico o del neurodesarrollo.

Como maestros de educación, el conocer la amplia variedad de diagnósticos y el conocer la justificación de ciertas dificultades por parte de vuestro alumnado, independientemente del diagnóstico que sea (autismo, parálisis cerebral, trastorno del desarrollo de la coordinación, dificultades motoras, etc.) os va a permitir realizar una actuación dirigida y adaptada a cada niño que requiera de este apoyo.

Los terapeutas ocupacionales infantiles somos un profesional muy relevante dentro del trastorno que nos ocupa, ya que somos el único profesional sanitario con la capacidad de evaluar los criterios mencionados anteriormente. De esta manera tendremos más herramientas para difundir el impacto en la participación y desempeño ocupacional del TDC, uno de los trastornos del neurodesarrollo más comunes, y contribuiremos a mejorar la calidad de vida de estos niños y sus familias.

La terapia ocupacional os podrá ser de ayuda a la hora de acompañar el desarrollo de vuestros alumnos para que estas dificultades de coordinación motora impacten lo mínimo posible, ayudando a prevenir que estas dificultades sean mayores en etapas posteriores dando lugar a otros problemas por el impacto emocional negativo de este trastorno (baja autoestima, estrés que puede desencadenar síntomas de ansiedad y/o depresión, problemas de autoconcepto, etc.).

La terapia ocupacional es el principal tratamiento para el TDC. Este tratamiento ayuda a los niños a adquirir habilidades motoras y aprender a realizar tareas básicas que son necesarias para la escuela y la vida diaria. Estas tareas incluyen actividades como escribir, teclear, atarse los cordones de los zapatos o vestirse. Los terapeutas ocupacionales podemos trabajar aspectos del control motor como habilidades motoras finas, gruesas y planificación motora.

El terapeuta ocupacional debe realizar una evaluación detallada para determinar cuáles son las limitaciones del alumno. Una vez realizada dicha evaluación, el terapeuta propondrá técnicas y actividades para mejorar las dificultades encontradas. Otros profesionales también pueden participar en dicha evaluación (psicopedagogos, fisioterapeutas, psicólogos, etc.).

El TDC rara vez se presenta solo, otras dificultades que comúnmente coexisten con este diagnóstico son: dificultades del habla y el lenguaje, velocidad de procesamiento lenta, problemas de salud mental como la ansiedad, autismo…

Desde la escuela, los alumnos pueden recibir adaptaciones para solventar estas dificultades como: Software de dictado (texto a voz), pantallas táctiles, teclados, papel con líneas gruesas de color o con relieve, demostraciones verbales y visuales para ayudarlos con las instrucciones.

Finalmente, desde casa se puede ayudar intentando realizar actividades que puedan mejorar estas habilidades motoras finas y gruesas como realizar manualidades, cortar alimentos, elegir la ropa, seleccionar los productos del mercado, etc. Siempre desde un enfoque en el que el niño salga contento y con una autoestima fortalecida que le ayude a seguir enfrentándose a retos cada vez mayores. 

Carlos Cardeñosa Sancho es terapeuta ocupacional en Proyecto 3 Psicólogos

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