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“Espiritualizarse”, un camino para la paz interior y la armonía

Cuentan que cuando la divinidad creó a los hombres a su imagen y semejanza, uno de los dioses dijo: –"Serán fuertes, invencibles, sabios y eternos. Querrán ser dioses como nosotros y deberíamos hacérselo trabajar para que aprendan a encontrar la felicidad. Tenemos que esconderla donde ellos no lo imaginen, que les cueste alcanzarla".
Llucià Pou Sabaté
Teólogo
20 de mayo de 2022
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El dios de los vientos propuso llevarla a la cima de una alta montaña, pero advirtieron que lograrían subir hasta ella, venciendo la fatiga y el desaliento. Neptuno dijo de esconderla en el fondo del mar, pero le hicieron ver que los hombres sabrían llegar a las profundidades y encontrarla fácilmente.

Zeus dijo: –“Si la ocultamos lejos, llegarán fácilmente a ella”. –“Entonces, ¿dónde habremos de esconderla?”, le preguntaron.

Respondió: –“La esconderemos en lo profundo de su corazón. Saldrán a buscarla en los lugares más lejanos, desconocidos y profundos. Al final, aprenderán y se darán cuenta de que la felicidad estaba dentro de ellos mismos”.

Hemos llegado a lo alto de las montañas y más allá hasta la luna, hemos visto el agujero negro de nuestra galaxia y penetrado en los misterios de las pequeñas partículas que componen todo lo que existe, pero nos toca aprender a tener paz, a ser felices, y para eso hemos de hacer algo más difícil: entrar dentro de nosotros, abrir los ojos a un mundo espiritual.

Rafael Domingo Oslé y Gonzalo Rodríguez-Fraile Díaz, en su libro Espiritualizarse (Amazon, 2022) hacen una propuesta en este sentido. Personas de aguda inteligencia y profunda búsqueda personal, desde el ambiente en el que viven, un cruce de culturas como Estados Unidos, pueden hablar de espiritualidad como base para la paz interior y la paz social. “En este libro –dicen los autores– abordamos el tema de la paz desde una perspectiva espiritual”.

¿Qué relación tiene la paz con la espiritualidad? ¿Qué relación tiene la paz mundial con la paz personal? Los autores aportan una forma de actualizar el mensaje de las tradiciones espirituales, al mundo de hoy tan cambiante. Se indaga en la paz y la felicidad, y –no quiero hacer spoiler– se habla de espiritualidad, en el sentido de que el ego que nos causa problemas, puede trascenderse si entramos en nuestra interioridad, nos trascendemos. Y como en un iceberg, lo que llevamos dentro trasciende al exterior. Si llevamos paz, se extiende la paz a nuestro alrededor; si muchos llevan la paz, habrá paz en este mundo tan necesitado de ella. Si despertamos a nuestra consciencia, no sólo las personas sino también nuestra relación con la Tierra estará llena de paz y armonía. Nos hablan de todo esto desde una perspectiva no religiosa, pues la religión ha asumido con frecuencia la ética y la espiritualidad pero la espiritualidad y la ética están dentro del desarrollo de la consciencia humana, y por tanto es parte constitutiva del humanismo.

El pensador Carlos Blanco dice que “en una época tan convulsa, tan llena de temores, conflictos e incertidumbres, el lector encontrará en este libro sugerencias valiosas para recorrer su propio camino y enriquecer el horizonte de sus posibilidades”

El pensador Carlos Blanco dice que “en una época tan convulsa, tan llena de temores, conflictos e incertidumbres, el lector encontrará en este libro sugerencias valiosas para recorrer su propio camino y enriquecer el horizonte de sus posibilidades”. No es fácil esa armonía vital… Hubo un tiempo de teocracia donde se quería mandar en nombre de Dios y las religiones, luego ha habido una época donde la razón ha sido absolutizada y se han olvidado esas facetas más interiores de la persona y su alma. Espiritualizarse nos habla de una comprensión sobre el sentido que todo tiene cuando se integra en algo más grande, una causación que viene desde arriba y que reconduce todas las cosas hacia el bien. Esto crea un sentido de aceptación de esa divina voluntad, que supera cualquier resignación y negatividad y que está llena de esperanza. Se trata de una comprensión espiritual, sobre todo de la ley del amor que lo rige todo e integra las demás leyes del universo.

El profesor de la Universidad Emory Rafael Domingo se une aquí al empresario que se reinventó como estudioso de la consciencia Gonzalo Rodriguez-Fraile, y los dos construyen en este libro un proyecto de paz, con una visión racional sin caer en el racionalismo, una visión espiritual sin caer en el espiritualismo, todo ello con una lógica exquisita seguramente proveniente de su modo de ser y la formación en Derecho que los dos comparten.

La antropología que sustenta este proyecto recoge la tradición occidental y la integra en una visión actual enriquecida con elementos tanto orientales como posmodernos. Eso sí, corrigiendo las deformaciones racionalistas, que como bien recordaba María Zambrano nos “quitó el alma”: la verdad o es transformativa o no es verdad, y la filosofía moderna es descriptiva de la persona pero no la mejora, ha absolutizado la razón y por eso ha perdido el alma. La persona es un espíritu encarnado. El equilibrio entre el espíritu y nuestra sensibilidad-corporalidad está en crecer pues esta vida es una escuela de aprendizaje. Esta vida no podemos controlarla con la razón pues lo más básico que es la propia vida nos ha sido dada y un día nos será quitada sin nuestra voluntad, por eso lo mejor es comprender el sentido de la vida y dejar las riendas de ella a lo que viene de arriba: si perdemos la “agenda propia” y aprendemos a “dejarnos llevar” por esa energía divina que nos acompaña, podremos evolucionar en ese comprensión, desarrollar nuestra consciencia, de un modo más pleno: los miedos desaparecerán al dejar de querer controlar nuestro día a día, la paz profunda irá anidando en nuestra alma, y la iremos llevando dondequiera que vayamos.

“Nuestro tiempo es entretiempo, decía el pensador J.B. Torelló: sendero abierto, maroma tendida entre las dos manos de Dios”. También S. Tamaro tomó esa imagen diciendo que estamos tejiendo con la lana de un ovillo, tomándola de un cabo, y del otro cabo la toma Dios. Estamos todos implicados en tejer un tapiz que es la historia de la humanidad. Estamos en una época con conflictos de guerras, entre ellas la de Ucrania. Estamos en una época con procesos de cambio profundos como son la inteligencia artificial y la realidad virtual que irá abarcando todo. Necesitamos un humanismo nuevo, un nuevo paradigma, necesario para “no perder el alma” en la era de la tecnología, y “no perder el mundo” cada vez menos sostenible. Ante una globalización que puede derivar en choque de civilizaciones, necesitamos un humanismo de constructores de paz: una alianza de civilizaciones, una fraternidad universal (citan los autores el proyecto de Francisco, a ese respecto), una civilización del amor.

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