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Consejos sociales dicen que la reforma universitaria aleja a España de Europa

El Comité Ejecutivo de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas (CCS) ha opinado que la reforma de la ley universitaria “es una oportunidad perdida" que aleja a España de los sistemas europeos y ha explicado que no aborda el actual modelo de gobernanza para "una verdadera autonomía operativa e institucional" de los centros.
RedacciónLunes, 9 de mayo de 2022
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El ministro de Universidades en un acto celebrado recientemente.

En un comunicado, la CSS, que aglutina a los consejos de universidades públicas y privadas, critica que el anteproyecto de ley que impulsa del departamento que dirige Joan Subirats no recoge las directrices marcadas por la UE y la OCDE para un cambio en el modelo que acerque a España a las instituciones de educación superior de Europa. Asimismo, añade que «disminuye la participación de la sociedad en el gobierno universitario» y representa «un paso atrás en la definición de las competencias de los consejos».

«El anteproyecto pone en manos de cada universidad la definición de los criterios de elección de rector y elimina cualquier referencia a fórmulas alternativas, como contemplaba el primer borrador del anteproyecto», critica en la nota.

Aclara la CSS que los modelos universitarios «de éxito internacionales» se caracterizan por la intervención de representantes de la sociedad civil –que son externos a los propios centros– en las responsabilidades de gestión, transparencia y rendición de cuentas, entre ellas, la elección del rector por concurso de méritos. «Sin embargo, el nuevo anteproyecto no fija ninguna postura al respecto y deja en las comunidades autónomas y en los equipos rectores la definición de estos aspectos. De esta manera, los intereses de la sociedad, a quienes debe servir la universidad, siguen alejados del centro de la reforma», sostiene.

La CSS lamenta también que el nuevo anteproyecto no solo no amplíe las competencias de los Consejos Sociales «para ejercer la supervisión de la actividad económica y del rendimiento de sus servicios», sino que «sigue sin garantizar la dotación de recursos necesaria para que puedan ejercer de manera adecuada el control de la gestión, transparencia y rendición de cuentas de la universidad a la sociedad».

Un proyecto heredado

El proyecto lo hereda el actual ministro de Universidades de manos de su antecesor, Manuel Castells, de 79 años, quien renunció al cargo en diciembre de 2021 por motivos médicos. La iniciativa estrella de Castells provocó un quebradero de cabeza a su negociación ante la dificultad de casar los intereses de estudiantes, rectores y sindicatos. Su sucesor pidió desde un primer momento un poco de tiempo para dejar su impronta en el texto y, además, emprendió una «gira» por todas las comunidades para hablar con los rectores de sus universidades y sus consejeros de Educación.

Uno de los cambios conocidos desde entonces es que la futura ley recogerá por primera vez el derecho al paro académico, de modo que los estudiantes no se expondrán a una penalización si no asisten a clase o no se presentan a un examen por ese motivo. Entre los principales objetivos de la LOSU, la tercera en democracia tras la Ley de Reforma Universitaria de 1983 y la Ley Orgánica de Universidades de 2001, es rebajar los contratos temporales en el sistema universitario del actual 40% permitido al 20% y subiendo el porcentaje mínimo de profesorado funcionario del 51 al 55%.

Las categorías profesionales con mayor presencia en las plantillas de personal docente e investigador (PDI) son las de titular de Universidad, en el régimen funcionarial, y la de asociado, en el régimen laboral a tiempo parcial, el 28 y el 33%, respectivamente. Los PDI suman 125.471 docentes, la mitad de los cuales tiene más de 50 años y solo el 19% menos de 40.

Hace unos días, Subirats aseguró que la LOSU garantizará que en diez años un doctor pueda estabilizarse en la universidad, lo que ayudará a rejuvenecer las plantillas del profesorado. En cuanto a la financiación, se plantea el compromiso de destinar el 1% del PIB a las universidades públicas, que en la actualidad reciben el 0,7%.

El proyecto de Castells contemplaba asimismo un cambio en la designación de los rectores, un cargo reservado hasta la fecha a los catedráticos, de modo que podrá ser rector cualquier funcionario que tenga tres sexenios de investigación, tres quinquenios de docencia y haya desempeñado cargos en la Universidad durante al menos 4 años.

La futura ley quiere luchar también contra la histórica endogamia de la universidad española, de modo que todos los concursos de plazas se publicarán antes en un registro y las comisiones tendrán mayoría de miembros externos a la Universidad

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