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Graffiti: del vandalismo al arte

No hay ciudad en el que algún joven no haya dejado en una pared su rastro con un bote de spray. En forma de firma, aunque más bien parezca un garabato, o a través de un mural elaborado que encierra horas de trabajo. Son los dos extremos del graffiti: el vandalismo del “tageo” y el arte urbano de los grandes graffitis.
Miércoles, 7 de julio de 2004
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Autor: Daniel HERNÁNDEZ

Su mundo gira alrededor de botes de spray, mascarillas y paredes. Muchas paredes. Son muy jóvenes en su inmensa mayoría, más chicos que chicas y están empeñados en que todos vean sus trazos. La imagen que la sociedad tiene, en general, de los grafiteros, no es nada buena. Máxime cuando las raras ocasiones en que se habla de ellos en los medios de comunicación es, por lo general, para contar historias de intrusiones en las instalaciones de Metro o Cercanías para pintar vagones, hablar de los destrozos que provocan en el mobiliario urbano o para explicar a las audiencias cuánto se ha gastado el ayuntamiento de turno en limpiar los rastros que estos jóvenes dejan tras de sí.

De gamberro a artista

Ésta es la cara menos amable del graffiti. Un mundo ensombrecido de manera exagerada por la aureola de la marginalidad, la delincuencia, las bandas juveniles incluso. Pintar en las paredes de la calle no es legal. A nadie le apetece que le estropeen la fachada de su establecimiento con un “tageo” (una firma hecha rápidamente y por lo general con un único trazo de spray). El único objetivo de esta práctica es, para el firmante, dejar su nombre escrito en todos los lugares que sea posible para que todo el mundo lo vea, para que todos le conozcan aunque sea a través de su “marca de fábrica”. Suele ser una práctica casual, de oportunismo. Aunque en ocasiones los jóvenes se organizan en lo que llaman bombardeos, que consisten en recorrer la ciudad de noche dejando “tageos” en todos los lugares que sea posible.

Pero el mundo del graffiti puede ir más allá. Las firmas se convierten en trabajos más elaborados. Sus autores se toman más tiempo en su realización, utilizan más colores, los motivos se sofistican. Es en este momento cuando se siembra la semilla del graffiti como expresión artística. Porque el siguiente peldaño en la escalera es el de una cuidadosa preparación de obras de arte urbano que van mucho más allá de sembrar la ciudad con cientos de “tageos”.

Horas de trabajo sobre papel, diseñando murales que luego se plasmarán en las paredes de la ciudad. No se trata de dibujar cualquier cosa, sino que los “escritores”, como se denominan entre ellos, pretenden hacer alarde de sus habilidades artísticas con el bote de spray, demostrar que son capaces de extraer de su cabeza un producto que agrade a quienes lo vean cuando pasen junto a él. Y, por qué no, que relacionen esta obra de arte urbano con la firma que aparece al pie. Si Piccaso firmaba sus obras, ¿por qué no puede hacerlo un “escritor”? Y se va más allá. Con los murales también se intenta, además de obtener una creación bella, remover conciencias. Es habitual que los graffitis expresen las inquietudes políticas y sociales de sus autores.

Esta forma de expresión está cada vez más aceptada por la sociedad. Incluso algunos municipios organizan concursos de graffiti, y también ceden algunas paredes municipales para pintar en ellas de forma lícita, sin violar la ley. De todas formas esto no evitará que haya quienes sigan dejando sus “tageos” donde puedan porque opinan que pintar con permiso de las autoridades descafeína su afición: “eso no es graffiti”, suelen afirmar algunos acólitos del spray. Probablemente no libere tanta adrenalina como el colarse en una estación para pintar vagones, pero es un método infinitamente más válido y más digno de respeto para expresar inquietudes, preocupaciones, reivindicaciones e ideas. Y también para que se reconozca el arte del “escritor”.

Juzgado por la cuna

Nos encontramos ante una forma de expresión, ante una de las vertientes más destacadas del arte urbano que en muchos casos ha dejado de ser un garabato sin sentido en una pared para evolucionar y convertirse en la válvula de escape de las inquietudes artísticas de muchos jóvenes. La clave para dejar de ver el graffiti como un acto vandálico reside en olvidar cuál es el origen de esta forma de arte en definitiva. Puede que su cuna (el “tageo”) no fuera la más deseable, pero no por ello debe rechazarse el graffiti artístico. Muy al contrario, debe valorarse como lo que es: el fruto de la pasión creativa de muchos jóvenes que se lo toman muy en serio, que dedican su tiempo y su dinero a crear arte.

Alternativa en Internet

La alternativa a las pintadas en las ciudades es el muroweb. Un espacio libre para hacer cualquier pintada, sin molestar a nadie y sin dar trabajo al equipo de limpieza de tu Ayuntamiento. Tu Graffiti sera visto en medio mundo y no te costara nada en pintura. La verdad es que esto debería ser un servicio público.

Ya son cuatro años publicando pintadas de mas de 60 paises, mas de 530 cachos de muro que ya tienen su sitio para siempre en la pagina mas ancha de Internet.

Mundosvirtuales.net es una red de trabajo y colaboradores, con la Red como espacio común en la que puedes participar si te sientes creativo.

En el muro hay de todo: mensajes políticos, cachondos, intelectuales, artísticos, amorosos, reivindicativos, Mensajes personales, homenajes… Todo sin censura. 

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