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Una clínica de psicología que trabaja junto a familias y profesores

Profesores, menores y familias no son núcleos independientes.
Estrella MartínezMartes, 13 de enero de 2015
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El Instituto Centta es un centro madrileño de especialidades psicológicas que incluye unidades de Trastornos de la Conducta Alimentaria, Obesidad y Sobrepeso, Sexología y Terapia de Pareja, Psicología Infantil, Psicología Familiar, Evaluación y Psicología Forense, Psicología General y Orientación y Mediación Escolar.

Esta clínica se caracteriza por aplicar tratamientos interdisciplinares a sus pacientes, lo que en el caso de los trastornos de la conducta alimentaria, por ejemplo, consiste en trabajar en “cuatro áreas relacionadas con aspectos que suelen verse alterados en estos problemas: diagnóstica –más clínica, más de personalidad–, emocional –alteración emocional que se ve en los trastornos–, social –comunicación– y familiar”, explica Robin Rica, director de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Esta forma de plantear su trabajo clínico se define con tres palabras clave: “Multidisciplinar, coordinada e intensiva”, apunta Rica.

La realidad es que la labor multidisciplinar de Centta no debería acabar en los límites de su clínica, sino que, en el caso de los menores a los que tratan, esta tarea debería llegar hasta el centro educativo. Generalmente “hay escasa coordinación con los centros”, explica Riba. “Cuando hay ingresos de pacientes, el soporte educativo sí se articula para que los niños y jóvenes no pierdan la parte académica”, sin embargo, cuando no existe tal ingreso y se trata simplemente de un menor que es paciente de la clínica, “la relación con los padres, con el centro educativo al que pertenece y con los profesores no es todo lo rodada que podría ser”, se lamenta Rica, quien junto a sus compañeros Silvia Cintrano –directora de la Unidad de Sexología y Terapia de Pareja–, Alfonso Méndez –de la Unidad de Obesidad y Soprepeso– y Eduardo Torres –de la Unidad de Familias–, coincide en defender la importancia de que la tarea que desempeñan no se haga de espaldas al centro educativo de los menores, sino que cuente con su conocimiento y participación.

Esta deseada relación con los centros educativos va más allá de los casos en los que el paciente sea un menor. Robin Rica hace hincapié en la importancia de la “labor preventiva”. En el caso de los trastornos alimentarios, “¿están los centros educativos preparados para tratar, para detectar, estas situaciones?, se pregunta. “Sigue siendo habitual que haya poca o escasa formación de la comunidad docente para detectar un caso, al igual que cuando tienen un caso detectado tampoco saben bien cómo manejarlo”. Muchas veces lo que te “transmiten los centros es hasta qué punto pueden intervenir o si es mejor que miren hacia otro lado”, añade Rica. Por este motivo “hacemos formación con profesores para que sepan cómo manejar las situaciones, cómo tratar con las familias y de qué recursos disponen para afrontar estos temas”, explica.

En opinión de Eduardo Torres, de la Unidad de Familias, “es bastante difícil llegar a la comunidad educativa porque no es habitual que tengan iniciativas a nivel preventivo”, pero anima a los docentes a que inviertan esta tendencia. Se trata de que con la prevención se evite el desarrollo del problema, pero también de conseguir que haya “coordinación y eliminar el problema de comunicación que suele existir en el entorno donde se desarrolla el problema”, añade Torres, no “podemos entender familia, menores y profesores como núcleos aislados”, completa.

El trabajo preventivo en los centros, por tanto, se desarrolla también con las familias y de manera independiente con los chicos, y no solo en el terreno alimenticio, donde “se ha demostrado que es contraproducente hablar con los chavales directamente de patologías como la anorexia, sino que es mejor centrarse en talleres de imagen corporal, reflexión sobre el ideal de belleza, hábitos de vida saludable”, matiza Robin. Como decía, la prevención en las escuelas es también válida para las unidades de la clínica que no tienen que ver con la alimentación. Así, Silvia Cintrano hace talleres para alumnos, “uno de Educación sexual y otro de prevención de agresiones sexuales”. Como estos temas no se suelen tratar “claramente en los centros, los chavales acaban buscando la información donde sea, por lo que tienen un cacao en la cabeza importante”, explica.

Se trata pues de prevenir situaciones que pueden derivar en la generación de futuros casos para su clínica, algunos de los cuales, podrían evitarse.

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