Carta abierta al nuevo presidente de la Generalitat
Vaya por delante mi felicitación al nuevo presidente de la Generalitat Carles Puigdemont. Es buena cosa que se haya resuelto la situación de bloqueo institucional. Sin embargo, mucho me temo que va a continuar ese otro bloqueo o parálisis mental que impide a la clase política y mediática pensar en otra cosa que no sea el proceso de independencia. Y es una pena. La Educación catalana, con los datos en la mano, necesita atención y dedicación porque no está en el lugar que le corresponde, ni por contexto socioeconómico ni cultural. Si te dedicas a una cosa, no te puedes dedicar a la otra. El equipo saliente del Departamento de Educación estaba sobrado de talento y experiencia educativa que, puedo afirmar, han sido malogrados por esos otros intereses de la alta política. Los elementos de distracción a lo largo de la legislatura han sido constantes y así no hay quien gobierne, etc., etc.
Sin pretender establecer una relación causa-efecto, son sintomáticos y sorprendentes los paupérrimos resultados que obtuvo Cataluña en el último Informe PISA y que no trascendieron porque la cuestión soberanista se lo traga todo. La realidad es que Cataluña quedó por debajo de la media de la OCDE tanto en Matemáticas como en Ciencias, y apenas cinco puntos por encima en Lectura. Estos son los datos. Pero, además, hay que destacar que estamos hablando de Cataluña, una de las regiones más prósperas de España y de Europa. Esa Cataluña moderna, culta, dinámica y creativa, ¿no merecía unos resultados mucho mejores? ¿Tiene sentido que los alumnos catalanes obtengan 24 puntos menos en Matemáticas que los navarros y 27 puntos menos (casi lo equivalente a un curso escolar) en Ciencias que los castellanoleoneses? Es sabido que existe una brecha entre los resultados que alcanzan las comunidades del norte y las del sur fundamentalmente por razones socioeconómicas y culturales. ¿Tiene sentido que las cinco únicas regiones que quedan por debajo de la media en Ciencias sean Murcia, Extremadura, Baleares, Andalucía… ¡y Cataluña!?
Señor Puigdemont, mucho ánimo en sus legítimos anhelos independentistas pero, por Dios, dedique también parte de sus energías a mejorar la maltrecha Educación catalana.