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A vueltas con los deberes

Carmen Guaita
Maestra y escritora
28 de marzo de 2016
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Expertos como somos en no hacer caso a la altura de las olas sino a su espuma, cuando hubiera debido brotar un debate serio sobre las propuestas políticas en Educación, surge de nuevo la polémica sobre los deberes escolares. En el tema de los deberes de los políticos no entraré, claro. Este blog va de otra cosa.

Voy a aportar mi opinión en simples párrafos.

El primero va destinado a los profesores. Es importante que tengamos claro lo que no son los deberes. No son una prolongación de la hora de clase. Son refuerzos para el aprendizaje de nuestros alumnos y, sobre todo, una oportunidad de trabajar de manera autónoma. Por tanto deben ser asumibles, estar muy personalizados, tener sentido y contar con nuestro sentido común también. Ahora bien, que la polémica no nos desarme. Estamos en momentos de innovación, se habla ahora incluso de «flipped classroom», una metodología que implica mucho trabajo autónomo por parte de los alumnos. Si los deberes nos parecen oportunos, si están hechos a medida, si forman parte de nuestro Plan de Centro, ¿por qué no los vamos a poner? Ahora bien, debemos estar siempre abiertos al diálogo con los padres.

El segundo párrafo va para las familias. Los deberes son, sobre todo, un aprendizaje del trabajo autónomo y la autodisciplina. Nos gustará que nuestros hijos cuenten con estas dos herramientas durante la adolescencia y en los estudios superiores. Los ayudaremos si los animamos a establecer un tiempo máximo para los deberes, siempre a la misma hora, en el mismo sitio, siempre con el móvil apagado. Ahora bien, no es saludable protestar como adultos sobre la cantidad o calidad de sus tareas. Y me parece importante reflexionar sobre si los niños las afrontan agotados ya de tareas extraescolares, a veces obsesivas y destinadas únicamente a suplir nuestra ausencia. Por supuesto, si los deberes de clase sobrepasan a nuestros hijos, debemos acudir al centro educativo para notificarlo, pero en casa se debe respetar todo lo posible la decisión del profesor. Estamos preparándolos para la vida, en la que habrá mucho trabajo y esfuerzo.

El tercer párrafo se destina a la polémica en sí misma. No se debe generalizar en Educación, y menos cuando se mira desde fuera. En mi colegio, por ejemplo, la mayoría de los niños acude al apoyo escolar que brindan los programas educativos y las ONG. Tanto las familias como los propios alumnos solicitan los deberes. Para ellos son momentos de serenidad y aprendizaje. Es posible que desde la óptica de una familia con wifi en casa, vacaciones en Oxford y clases particulares de chino mandarín esto sea difícil de entender, pero es la realidad educativa también.

Nos estamos jugando en esta hora muchas cosas serias. La escuela pone en marcha una ley de Educación de mucho calado por la ampliación desproporcionada del contenido de los temarios y se encuentra, una vez más, sola y sin apoyos. Por favor, que el debate sobre Educación haga caer sus reproches sobre los responsables políticos y administrativos; que les exija cuentas sobre su incapacidad para establecer pactos. Ya está bien de titulares que desacrediten a los docentes.

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