El pacto educativo en el desfiladero
El Pacto de Estado por la Educación transita pausadamente por el desfiladero. Como en esa mítica escena de tantos clásicos del oeste, el convoy avanza en silencio y sin quitar ojo a las paredes rocosas que se levantan a izquierda y derecha, pendientes de cada crujido, cada sombra. Por su parte, a derecha e izquierda, propios y ajenos, observan el paso dispuestos a lanzar el ataque mortal al primer descuido.
Desde hace semanas se vienen intensificando las críticas en la sombra procedentes tanto de los adversarios políticos como de algunos sectores del propio PP. Vayamos por partes. No parece claro que la izquierda esté dispuesta a conformarse con las concesiones hechas desde el Gobierno en los últimos meses. Ni con las hechas ni con las que se hicieran en el futuro porque la cuestión es más política que técnica, más de forma que de fondo. Me contaban que en cierta reunión negociadora Rubalcaba se negaba a prestar su apoyo a la reforma que el PP se proponía llevar al Parlamento. Ante la insistencia de los populares, el líder socialista contestó con ironía: “A ver, ¿vosotros qué queréis? ¿una ley de derechas? Pues no os preocupéis, yo os la hago”. Es decir, la cuestión no es tanto el contenido de la ley como que la iniciativa debe partir de la izquierda porque la Educación es patrimonio de la izquierda. Si a este posicionamiento ideológico le añades la sed de venganza que dejó en un sector del PSOE el frustrado pacto de Gabilondo y el giro a la izquierda de Pedro Sánchez, el resultado es que las posibilidades de que la izquierda colabore son escasas. Lamentablemente y ojalá me equivoque.
Hasta aquí lo previsible. Más inesperadas y también más dolorosas están resultando las críticas que están recibiendo desde un sector del propio PP. Son los guardianes del frasco de las esencias del ideario educativo del partido, del documento de Toledo que iluminó el programa con el que concurrieron a las elecciones que ganó… Wert. ¿Recuerdan? Recuperar los valores de la excelencia, la evaluación y el esfuerzo. Y, sin embargo, no es tanto lo que se haya cedido como que se ha trasladado a un sector mayoritario de la opinión pública que el PP ha renunciado a su ideario educativo.