La innovación ofrece nuevas respuestas

Hace un siglo, el filósofo y pedagogo norteamericano John Dewey escribía sobre la escuela: “Si imaginamos una aula de las corrientes, con las habituales hileras de pupitres horribles colocados en orden geométrico, dispuestos de forma que  quede el mínimo de espacio posible para moverse, casi todos del mismo tamaño, apenas con el lugar imprescindible para guardar los libros, los lápices, el papel y añadir alguna mesa, algunas sillas, con las paredes desnudas, o quizás con algún cuadro puntual, podemos reconstruir la única actividad educativa que se puede producir en un lugar así: todo está hecho para escuchar, porque estudiar simplemente las lecciones de un libro no es sino otra manera de escuchar. Y la actitud de escuchar significa pasividad, absorción”.

Esas palabras resuenan todavía hoy, cien años después, sabiendo que ya entonces se apuntó el error de haber centrado la escuela en aquello que hay que enseñar, y se intentó un giro copernicano de la Educación para centrarla en el aprendizaje. Y sabiendo sobre todo que mientras el milenio ha cambiado, la escuela, y todo lo que lo rodea, sigue fundamentalmente centrada en aquello que los maestros tienen que explicar, y no en  el que los niños y niñas tienen que aprender. Ni la oleada de aquella Escuela Nueva de inicios de siglo XX, ni la de la renovación pedagógica de los 60-70, consiguieron que nuestro sistema educativo en su conjunto haga el giro necesario y se centre en el aprendizaje.

La transformación de la sociedad, con  el crecimiento exponencial del cambio tecnológico y con unos retos globales sin precedentes, hace totalmente imprescindible lo que entonces era deseable. Y no nos podemos permitir una tercera oleada de intentos de cambio que recuerden los cronistas de la Educación. Lo tenemos que transformar en un movimiento que haga efectivo el giro copernicano de la Educación para todo el sistema.

El giro es el que denominamos marco de escuela avanzada, con los cuatro elementos que toda escuela debería tener en la sociedad del conocimiento: 1) un propósito educativo que genere competencias para la vida; 2) prácticas de aprendizaje basadas en el conocimiento de cómo aprendemos; 3) evaluación formativa que mida la adquisición de todas las competencias; y 4) una organización centrada en el aprendizaje, que actualiza la acción educativa, abierta e interactuando con su entorno.

Estos cuatro elementos son el resultado de aplicar el conocimiento ya existente, por eso lo denominamos actualización: porque ya tenemos suficientes conocimientos sobre cómo los humanos aprendemos, para introducir prácticas fundamentadas y dejar de banda las que se han demostrado que no capacitan a las personas para acontecer autónomas y capaces de llevar a cabo un proyecto de vida con dignidad y sentido. Es desde la actualización del propósito y las prácticas que la innovación entra en juego, para dar nuevas respuestas a un futuro de complejidad e incertidumbre.

La alianza Escola Nova 21 nació para catalizar durante tres años los esfuerzos que ya se están llevando a cabo desde tantas escuelas en Cataluña, contribuir a consolidar y mejorar su tarea, y extender  este giro al conjunto del sistema, interactuando entre ellas y fundamentando lo que hacen con las corrientes internacionales.

El alcance de esta transformación es muy grande: por eso es un reto colectivo, del que todos y cada uno de los ciudadanos nos  tenemos que hacer corresponsables. Por eso, y por el derecho de los niños y niñas de vivir sus años de escuela como una experiencia gratificante de aprendizaje significativo y de empoderamiento vital.

Eduard Vallory. Director de Escola Nova 21.