¿Desobediencia civil? ¿Y por qué no en clase?

Suelo ver las noticias o las tertulias de política, que es lo único que me gusta de la parrilla televisiva. A veces pienso que viendo «Sálvame» me llevaría menos disgustos; pero después lo pienso mejor y dejo esa idea a un lado. La semana pasada tras encender la televisión me apareció de sopetón, nada más ni nada menos, que el presidente de la Generalitat de Cataluña realizando unas declaraciones que tienen su miga.

Ante las preguntas del presentador sobre una sentencia negativa respecto al procés, el señor Torra contestó lo siguiente “Si se condena a nuestros compañeros, no aceptaremos la sentencia y actuaremos en consecuencia y en coherencia con nuestros derechos colectivos como pueblo”; y subiendo el tono sentenció diciendo que la respuesta tendría que ver con la “resistencia” y la “desobediencia civil no violenta”. Y yo me pregunto: ¿Pero qué carajo es eso de la desobediencia civil no violenta? De la pesadumbre que me entró tuve que apagar la tele malhumorado y pensativo. La reflexión es sencilla.  A los políticos, como poco, se les debería exigir que cumplan y hagan cumplir las leyes. Algo que es de sentido común. Diferente es que les gusten más o menos, porque la crítica constructiva es válida y sana en una sociedad democrática, pero lo que no es tolerable es que se salten las normas y encima insten a los demás a saltárselas.

Tengo un defecto profesional, y es extrapolar reflexiones, aunque sean de otros ámbitos, al mío: el educativo. Retrotrayéndonos al famoso 1 de octubre, recuerdo ver las imágenes de muchos ciudadanos enfrentándose a la Guardia Civil lanzándoles sillas, piedras, carteles…y yo me decía “toda esta gente soltando leña son abuelos y padres de niños que van a la escuela”. ¿Y cuál es el mensaje de fondo que estamos transmitiendo a esos niños? Yo se lo descrifro: si no estas de acuerdo con una norma, no te preocupes, sáltatela.

Pongamos un par de ejemplos: imaginemos que la directora del centro, tras ver que hay unas nubes de lluvia amenazantes, avisa a todo el colegio de que no se puede bajar al patio y voy yo a mis alumnos y les digo: “Mirad niños, la directora ha dicho que no se puede bajar al patio porque va a llover, y yo os digo…si no estáis de acuerdo, podéis desobedecer pacíficamente, que traducido sería, bajad al patio y haced lo que queráis pero sin reventar nada”.

Supongamos que el profesor de Educación Física se baja a los peques al patio y les pone a jugar al fútbol, y les dice lo siguiente: “Os acabo de enseñar las normas que son: no dar patadas, sacar de banda cuando al balón salga, chutar a portería, blablabla…ahora bien, si no estáis de acuerdo con las normas, realizar una desobediencia pacífica ¡Hala, a jugar! ¿no es de lógica pensar que en estos dos casos y en todos los que se nos ocurran reinaría el caos, la anarquía o el desorden? ¿No crees, querido lector, que es muy grave que un presidente que gobierna a millones de catalanes inste a la sociedad a desobedecer las normas que todos nos hemos dado?

El sentido común de estos políticos que animan a la gente a pasarse las normas por el forro es más simple de lo que parece: como no soy capaz de ganar una mayoría suficiente en el parlamento para cambiar la Constitución (cosa que es posible) me enfado y le digo a todo el mundo que la líe parda. O es lo que yo piense o nada.

Sinceramente, creo que es muy peligroso la deriva que han tomado algunas autoridades públicas, que no son ni mucho menos un ejemplo para nadie y menos para los niños. Yo le aconsejaría al señor Torra y compañía que vuelvan al colegio a ver si lo aprovechan en serio y pare ya de confundir a la gente, que no estamos para tonterías.