En Educación más y mejor no es mejor

Hace unos años, recién trasladado a la población donde vivo en estos momentos, el sacerdote del pueblo me comentó lo siguiente: “Mira Israel, ahora que te has mudado aquí, te voy a resumir en una frase el lema de este municipio que no vas a encontrar rotulado en ningún lugar, pero que resume muy bien la actitud de sus gentes: más y mejor. Te lo explico rápidamente. Imagina que los vecinos se enteran que has preparado un arroz con conejo espectacular… no te preocupes, que la semana que viene habrá alguno que preparará otra paella con dos kilos más de arroz que la tuya, tres kilos más de conejo del bueno y para rematar otro kilo de ajos tiernos para que sea más y mejor. Que en el pueblo de al lado van a lanzar una traca en las fiestas de la patrona…no te preocupes que aquí prenderemos cuatro 100 metros más largas que sean más y mejor.

“No es por nada, pero le aseguro, querido lector, que este sacerdote acertó de pleno en su descripción y, si comienzo con esta con esta anécdota, es porque no pude evitar recordarla cuando leí que el secretario de Estado de Educación y Formación Profesional, Alejandro Tiana, anunció hace unos días durante la presentación del informe anual de la OCDE que los alumnos que estudian la ESO tienen 130 horas más de clase de media al año que en los países de la OCDE, sin embargo nuestros resultados en las pruebas PISA, comparadas por ejemplo con Finlandia, son bastante peores.

Como pueden ver, el lema más y mejor no nos funciona en este caso. Más horas de clase no nos garantiza unos mejores resultados. Mientras que un alumno de la ESO pasa 1.052 horas dando clase a lo largo del curso, uno finlandés estará 808 horas. Nuestros alumnos reciben más de 200 horas de clase que uno de los países con mejor sistema educativo del mundo y esto no nos está dando el resultado esperado. ¿Qué está pasando entonces?

Me van a perdonar la brusquedad, pero el sistema educativo español está para tirarle un torpedo y que reviente en 1.000 pedazos. No es una cuestión de cantidad, sino de calidad. No se trata de que los alumnos estén más tiempo en el aula, sino cómo aprovechan ese tiempo en la misma. Quizás no están lo suficientemente motivados; puede ser que no les estemos enseñando de forma adecuada o les estemos enseñando contenidos que no son propios de su edad. Es un tema interesante que sería indispensable abordarlo con seriedad y rigor.

Seguimos dando los mismos contenidos que hace 15 años cuando la sociedad de ahora se encuentra en pleno cambio tecnológico. Si además de este problema le añadimos la falta de coordinación de las comunidades autónomas (aspecto del que hablé en mi artículo anterior); la falta de inversión que impide la bajada de las ratios; la necesidad de apostar por la innovación educativa y una mayor autonomía de los centros, es lógico pensar que nuestros resultados pueden ser peores que los países de nuestro entorno.

Pero de todas las causas, la más grave de todas, en mi modesta opinión, es la falta de un pacto educativo. ¿Qué tenemos que hacer o con quién tenemos que hablar para que de una vez por todas se pongan de acuerdo en uno de los temas cruciales para el futuro de nuestros hijos y de nuestro país? Si encuentran la manera, díganmelo por favor, que yo ya me canso de repetirlo.

En este tema tenemos que poner toda la carne en el asador y no tontear, ya que el horno no está para bollos, oiga. Nada de más y mejor, sino menos tonterías y más sentido común a la hora de invertir en la formación de nuestro alumno. Dejemos que la Educación deje de ser un problema y convirtámosla en una gran oportunidad.