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Un tiempo dedicado a la singularidad de cada alumno

Las extraescolares dan rienda suelta a las aptitudes e inquietudes de cada niño que no siempre se pueden explorar en clase.
Amanda SalazarMartes, 8 de octubre de 2019
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Cuando están bien planificadas, las actividades extraescolares suponen sin duda un enriquecimiento para los alumnos. “Contribuyen a su formación individual, al desarrollo de su personalidad y de su calidad humana, y podemos dar rienda suelta a aptitudes e inquietudes que en muchos niños están muy claras desde el primer momento y que no siempre se pueden explorar en clase”, señala Raimundo de los Reyes-García, presidente de Fedadi.

Esto no solo es bueno para la autoestima y el aprendizaje del menor, señala, sino que beneficia al conjunto del aula porque cuando un alumno encuentra algo que le apasiona y además consigue destacar en ello, se siente más realizado y eso provoca que la convivencia mejore, añade.

“El principal beneficio que pueden ofrecer las actividades extraescolares es atender a la singularidad de los niños; mientras que en el horario lectivo se tiende a una generalidad, este tipo de clases se centra en la condición singular y específica de cada niño, atendiendo a sus gustos e intereses”, indica Valentín Martínez-Otero, psicólogo, pedagogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

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Las extraescolares fomentan el trabajo en equipo y refuerzan competencias que se tratan en los centros de forma transversal

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“En las actividades extraescolares, sobre todo en las que fomentan el trabajo en equipo, se refuerzan competencias que también se ven de forma transversal en los centros educativos, como son el compañerismo, la empatía, la convivencia…”, indica Morillas. En el caso de los deportes, también refuerza la Educación en unos hábitos de vida saludables, luchando contra el sedentarismo y la obesidad que pueden provocar problemas de salud en el futuro.

El interés del menor

Las actividades extraescolares tienen que venir siempre de un interés del alumno, según advierte Mª Carmen Morillas, portavoz de la Ceapa, quien indica que también hay que pensar en la madurez y los ritmos de crecimiento propios del niño. “Hay que escuchar siempre al niño, anteponer su derecho al juego y al descanso, y atender en cualquier caso a sus gustos”, señala.

“De nada sirve, por ejemplo, sobrecargar a los niños hasta el punto de que lleguen agotados a casa para realizar sus deberes del colegio”, advierte también Morillas. Y cuando entran en Secundaria, hay que contar con el tiempo de estudio que ya exigen las asignaturas de clase.

Con un abanico de posibilidades cada vez más amplio, hay muchas actividades que se pueden elegir, y la experiencia puede ser gratificante cuando los niños realizan un deporte que les gusta o van a danza por propia voluntad. “Pero si los padres proyectan en los hijos sus propios intereses, al final se va a generar un conflicto”, añade el psicólogo y pedagogo Martínez-Otero.

Importancia de probar

Con las clases fuera del horario lectivo, señalan los expertos consultados, hay que dar a los alumnos la opción de probar diferentes alternativas para que puedan formarse una idea de sus gustos y preferencias. “Siempre es bueno, antes de apuntarse a una actividad de forma definitiva, poder asistir una o dos clases, para saber con seguridad si al niño le interesa”, asegura Morillas. Porque llevar a un niño obligado a una actividad que debería ser de ocio puede ser contraproducente.

Para los niños más pequeños, por ejemplo, muchos centros educativos ofertan entre sus extraescolares la de “multideporte”, en la que durante el curso van cambiando de juegos para experimentar distintas alternativas como fútbol, baloncesto, voleibol o deportes de raqueta. En cursos más avanzados, los niños pueden ya decantarse por algunas de estas disciplinas después de haberlas practicado con anterioridad.

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Es bueno, antes de apuntarse de forma definitiva, poder asistir una o dos clases, para saber con seguridad si al niño le interesa

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Martínez-Otero, por su parte, también señala que puede ser positivo que tanto los centros como las familias animen a los estudiantes a probar talleres que a priori pueden no llamarles la atención por falta de conocimiento, y “no limitar las actividades por razón de género”.

En una sociedad en la que, por ejemplo, las carreras tecnológicas están aún copadas por los varones, invitar a las niñas a participar en actividades relacionadas con la ciencia o la tecnología puede suponer despertar intereses que no surgirían de otra forma. Aunque a la hora de continuar, deben ser siempre ellos los que tomen la iniciativa.

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