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Personas decisivas para los jóvenes

Manuel Carmona
Profesor universitario
25 de febrero de 2020
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Escuchando a los estudiantes a lo largo del curso, y leyendo sus ensayos cuando abordan el tema Por qué han elegido su carrera y cuáles son sus planes de futuro en el ámbito profesional y personal, se observa el papel decisivo que dan a sus progenitores, a sus familias y a sus amigos a la hora de sentirse amparados con la decisión que tomaron.

Los más coherentes y valientes han optado por sus respectivos grados universitarios porque en verdad sienten la vocación elegida, incluso cuando los mensajes que les llegan de algunos allegados o de la sociedad son negativos sobre el camino que eligieron. No se dejan arrastrar por comentarios del tipo “esa carrera no tiene futuro” o “no encontrarás trabajo el día de mañana si estudias…”.

En esos jóvenes se puede sentir el nivel de compromiso que tienen con la carrera elegida y cómo se sienten respaldados por sus padres y madres, y sus seres más cercanos. Se muestran convencidos y confiados con la trayectoria vital tomada. Y lo reflejan en sus actitudes, en sus comportamientos y en sus trabajos a lo largo del año académico.

En clase, se manifiestan con soltura, entusiasmo, ilusión. En ocasiones cuando el tema abordado les causa una especial sensibilidad, presentan sus posiciones con vehemencia, fruto de la pasión de la juventud. Es posible que con el devenir de los años y con la experiencia y el conocimiento que acumulen a lo largo de sus vidas, sigan mostrándose con apasionamiento pero sabiendo ponderar situaciones que por ahora se les escapa. Eso se llama madurez personal. Lleva su tiempo y los envites a los que nos pone la vida a prueba.

En esos jóvenes se puede sentir el nivel de compromiso que tienen con la carrera elegida y cómo se sienten respaldados por sus padres y madres, y sus seres más cercanos

Da alegría trabajar con ellos en cada sesión de nuestros cursos. Las energías que trasmiten, la capacidad de trabajo que atesoran y van desarrollando y el estar cursando los estudios por los que sienten devoción, contagian la mayoría de las sesiones que tenemos. Esas actitudes y esas aptitudes están presenten en los debates que desarrollamos, y en los ensayos personales y grupales que tienen que hacer.

Sin embargo, también hay una minoría de jóvenes que están perdidos, que están en una carrera como pudieran estar en cualquier otra, o en ninguna. Deambulan por la vida universitaria como fantasmas sin alma. Cuando van al aula, se sitúan al final de la misma y pierden su tiempo, su dinero y su presente. Se dedican a hablar con otros que adoptan la misma posición. O a ver cosas en sus móviles o en las pantallas de sus portátiles ajenos a la dinámica de la materia. Molestan por su inmadurez al resto de compañeros y al docente que sí están concentrados y comprometidos con su formación y con sacar el máximo jugo posible a cada sesión del curso. Los hay también que apenas aparecen por clase.

Incluso cualquier profesor se puede topar con que algún alumno frívolo afirme que sus familiares, determinados amigos y la sociedad le ponen obstáculos para cursar su auténtica vocación. Cuando de tarde en tarde me cruzo con una persona así, le miro a los ojos y le digo: Deje usted de responsabilizar a los demás del camino que ha tomado, y asuma las responsabilidades que le tocan. Si no lo hace, ni estará a gusto consigo mismo, ni hará la vida que le gustaría, ni será alguien libre, competente, coherente y feliz. Sea valiente y desarrolle su carácter.

Sin embargo, también hay una minoría de jóvenes que están perdidos, que están en una carrera como pudieran estar en cualquier otra, o en ninguna

La competencia y el rol del profesor llegan hasta donde han de llegar. La vida entre las paredes universitarias también nos enseña a tomar decisiones que en una primera etapa se veían más lejanas de adoptar. Estamos dispuestos a implicarnos con todos y cada uno de los alumnos, pero a partir de un determinado momento el tren del curso sólo lo cogen aquellos que viven su día a día de sus estudios con autenticidad. También las experiencias enseñan al docente a montarse en ese viaje sólo con ellos. Y que los otros despierten algún día si son capaces de dejar atrás sus infantilismos.

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