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Exigencia confinada o responsabilidad personal

Jesús Asensi
Profesor de Religión
25 de mayo de 2020
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Las autoridades políticas ya están sacando pecho por los excelentes resultados que los discentes están obteniendo gracias a la Educación a distancia. Según unos estudios estadísticos de alguna universidad, la nota media de los exámenes y de los trabajos ha subido cerca de dos puntos. ¡Qué maravilla! Si esto es cierto, valdría la pena paralizar con urgencia la aprobación de la nueva ley de Educación, la Lomloe de la ministra Celaá, para poder añadir una disposición que permitiera la educación a distancia a todas aquellas familias que así lo deseen.

También sería interesante que algún grupo de investigación postdoctoral iniciara un estudio sobre la Educación a distancia que se ha impartido a lo largo de esta pandemia. Analizar si el profesorado ha sido más indulgente en la calidad de los trabajos o si se ha visto desbordado por la entrega masiva de archivos por parte de su alumnado, verificar si los exámenes a distancia versaban sobre un temario menos extenso o si durante su realización los discentes podían recibir una ayuda extraordinaria no prevista, entrevistar a la comunidad educativa para averiguar su grado de implicación durante el tiempo que duraban las clases online…

Vale la pena realizar una investigación seria porque, si no, uno se podría quedar tan solo con su triste realidad, con su propia limitada experiencia. Una realidad que le ha mostrado cómo se ha incrementado en un 400% el número de asistentes a los seminarios de su departamento y cómo es posible hacer dos o tres cosas a la vez sin dejar desatendida del todo ninguna de ellas. O cómo obtener un certificado de un curso de 100 horas con una lectura rápida de los contenidos y repitiendo la prueba final las veces que hiciera falta, siendo sabedor de las respuestas correctas tras hacer el primer intento. También la realización de esa prueba de nivel de inglés, donde la profesora permitía escuchar solo dos veces el audio de la prueba oral y la página web no bloqueaba la posibilidad de oírla las veces que hiciera falta. Eso sí, sin sobrepasar los 20 minutos que duraba esta tarea.

Por culpa del estado de alarma solo hemos podido optar por la Educación a distancia. Por eso podemos afirmar que más vale eso que nada. Pero no nos engañemos, el nivel de exigencia personal queda fuera del alcance de los docentes. Solo las familias, en el caso de la Educación no universitaria, pueden y deben marcar a sus hijos un camino claro de exigencia, honradez y responsabilidad. En el caso de los universitarios, ya depende de cada uno realizar su trabajo con profesionalidad y exigencia para que su labor no quede en un mero cumplimiento. En un “cumplo y miento” que es estéril porque les inutiliza para servir a la sociedad con eficacia y brindarle un merecido agradecimiento por sufragar su Educación.

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