Desconcertada

No parece que desconcertar sea la mejor actitud en estos tiempos. La pandemia y la consiguiente crisis económica parece que demandan a todos actitudes más positivas, flexibles, simpáticas, a favor de generar acuerdos, más que imponer ideas preconcebidas a los otros y que las tengan que aceptar sí o sí. Especialmente en temas que afectan a la familia y a los hijos.
Generar una situación desestabilizadora contra una parte importante de la sociedad no debe hacerse cuando encima ya estamos bastante desconcertados por los confinamientos, el no poder estar con los seres queridos, los cierres del comercio y de las empresas en las que tanta gente trabajaba y ahora está a verlas venir, la no llegada de la vacuna prometida y aplazada otros seis meses, por lo menos. Porque nadie sabe realmente cuándo va a llegar. Y se le ve la cara de panoli a quien afirme que ya está, que no falta nada, que tengamos paciencia, que todo va a ir bien enseguida.

Con lo bien que estábamos concertados y que cada uno eligiera el modo de educación más conveniente para sus hijos. No había fisuras, sino libertad y facilidades para poder ejercerla. Nunca ha habido un buen momento para desconcertar, ni debería ser una actitud impuesta, ni mucho menos con la que está cayendo. Y menos aún de tapadillo.