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La incapacidad de ver las consecuencias favorece el acoso digital

Una investigadora cordobesa ha estudiado en su tesis doctoral la “desconexión moral a través de la tecnología”.
Álvaro VegaMartes, 17 de noviembre de 2020
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Todos los indicadores de índole socioemocional y afectivo son cruciales en el ciberbullying. © SYUZANN Q

No ser capaz de ver cómo se está sintiendo la otra persona, eso que vemos en la cara, en su postura corporal, en cómo responde el cuerpo de la otra persona, favorece que se produzca el acoso en las redes sociales y, en general, en las relaciones en línea.

Esta es una de las conclusiones a la que ha llegado Inmaculada Marín López (Santaella, Córdoba, 1992) en su tesis doctoral, defendida en la Universidad de Córdoba, en la que describe lo que define como la “desconexión moral a través de la tecnología”, algo así como si la pantalla crease un muro de que provoca desinhibición.

La autora de la tesis Ciberconducta y emotividad: emociones socio-morales, riesgos sociales y ciberespacio, que recibió la calificación de sobresaliente cum laude, argumenta, en una conversación con Efe, que “todos los indicadores de índole socioemocional y afectivo son cruciales en el fenómeno del ciberbullying y, me atrevería a decir que en todos los fenómenos que implican la interacción virtual”.

Preguntas que la persona que acosa no se hace, apunta, como “de qué manera lo está diciendo, con qué palabras, con qué tono de voz” produce un efecto de “desinhibición” porque “estoy hablando con una pantalla y no le pongo cara a la otra persona, o la ‘desindividuación’, que es el no pensar que a través de esa pantalla lo que hay es una persona con sentimientos, que se va a sentir mal después, que puede tener consecuencias en su vida”.

‘Desenchufar’ la moral

En todo caso, señala que “mientras se lleva a cabo la agresión, el ‘ciberagresor’ desenchufa la moral para no autocastigarse después porque, si se para a reflexionar, probablemente este fenómeno tendría bastante menos prevalencia, no se daría tan a menudo, con consecuencias tan graves”. Si se diese esa reflexión, aunque se produjera la desconexión moral, precisa, el acoso en el ámbito digital “quizás sería algo anecdótico”, aunque la realidad es que se mantiene en una especie de tríada: “No ponerle cara, no pensar, no decir que va a tener consecuencias”.

Inmaculada Marín, autora del estudio sobre ciberacoso "

Mientras se lleva a cabo la agresión, el ciberagresor desenchufa la moral para no autocastigarse después

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De cualquier forma, pese a que califica los hallazgos en esta línea de la tesis, dirigida por las profesoras Rosario Ortega Ruiz e Izabela Zych, como “incipientes”, Marín afirma que todo parece indicar que esta realidad es determinante en el acoso cibernético, por lo que en su línea futura de investigación está ahondar en este como en otros fenómenos “que no hemos considerado en la tesis y que son novedosos”.

El estudio doctoral de Inmaculada Marín, elaborado en el marco de los trabajos del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (Laecovi) de la Universidad de Córdoba, determina que las emociones y la emotividad “funcionan de manera diferente a través de las redes sociales y demás aplicaciones online” que “en la interacción personal cara a cara”. Ello debido, aclara, a que “nadie se había detenido a pensar en esas variables que se estudian” para ver si funcionan igual en el mundo digital y si se produce un cambio por qué sucede.

La parte empírica de la tesis se basa en tres estudios de carácter cuantitativo y mediante encuesta a 612 estudiantes universitarios cordobeses y 2.139 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria de todas las provincias andaluzas, que en este caso incluyó a una segunda recogida de datos a 534 adolescentes para testar su evolución.

Carencia en el plano físico

Probablemente una de las razones de la necesidad de conectar en el ámbito digital sea la carencia que existe en el plano físico, “aunque probablemente haya más”, en opinión de Marín, profesora del Departamento de Educación de la Universidad de Córdoba, “en cuya investigación deberá ahondarse”, al igual que en el sesgo de género, donde los datos apuntan a que los hombres utilizan “más sus competencias sociales y emocionales al interactuar en línea”, refiere en su tesis. De todos modos, reconocer que “esperábamos encontrar diferencias de género mayores, pero vemos que no es tanta”, aunque “no hemos hecho ningún análisis concreto” pese a lo que “hemos encontrado pequeñas diferencias que nos dan el toque de atención para que miremos en esa dirección”.

A juicio de Inmaculada Marín López, grado en Educación Primaria-Mención Lengua Extranjera (2014) y máster en Intervención e Investigación Psicológica en Justica, Salud y Bienestar Social (2015), ambos por la Universidad de Córdoba, el trabajo supone “la fotografía actual del fenómeno ciberbullying en la adolescencia y juventud, considerando algunas de esas variables novedosas, como la emotividad online, que llamamos emociones, la empatía online y la desconexión moral a través de la tecnología”.

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