Todo y todos online

Lo queramos o no, cada vez estamos más online. Con las consecuencias que eso trae: más tiempo solo ante la pantalla aunque presuntamente estés conectado, o puedas estarlo, con cualquiera. La ficción de que, además, todo está gratis, empieza a perder sentido cuando resulta que las cosas que más te interesan están online si pagas, si te suscribes a una app pagando religiosamente un dinerillo que, el primer mes no es prácticamente nada, pero que después de haberte entregado con tus datos, empieza a subir el precio y, como ya estás amoldado, te cuesta menos seguir pagando cada vez más, o que te incordien con contenidos que tú nunca soñaste apetecer.

Las máquinas tienen eso: mucha memoria acumulada de lo que tú a lo mejor ya ni te acuerdas bien de porqué lo hiciste, pero ellas te dicen que están ahí para que sigas pagando una vez, y otra, y otra… Y para que se lo cuentes a tus presuntos amigos online, a ver si ellos se apuntan también y se encelan tanto con ello como tú, que ya no se acuerdan de ti, entre otras cosas porque ni tú ni ellos acaban teniendo algún tiempo disponible para hacer otra cosa que seguir a la web a la que te has suscrito, porque estás pagando por ello.