Ignacio Babé: “Hay que enseñar a aprender, desaprender y reaprender”

El secretario general del Club Excelencia en Gestión, Ignacio Babé, considera que los centros siguen anclados a unos currículos muy rígidos, mientras que lo realmente importante de cara al futuro es que los alumnos aprendan a pensar, a aprender por sus propios medios, pero también a desaprender todo aquello que han visto y a volver a aprender nuevos conceptos. Así funcionarán los trabajos del futuro.

¿Piensa que la pandemia ha cambiado el concepto que se tenía de la tecnología a nivel educativo?
—La tecnología estaba muy bien aprovechada en algunos sectores, y en otros no tanto, y los centros estaban más bien en este último extremo. Pero han coincidido varios factores que ha hecho que se acelere su uso hacia un formato más híbrido, con mucho de digital, aunque todavía estamos muy lejos de lo que probablemente debería ser el ideal de la Educación del futuro.

¿Cuál sería ese ideal desde su punto de vista?
—El problema es que seguimos anclados a unos planes de estudio que han buscado sobre todo ejercicios de memoria, tratando de cubrir unos currículos y un temario amplísimo en muy poca profundidad. Creo que hay que enseñar a pensar a los alumnos y hacer que ellos mismos entiendan lo que hay detrás de lo que nos han enseñado tradicionalmente, porque así se enseña a aprender. Los profesionales que estamos hoy trabajando nos damos cuenta de que tenemos que desaprender algunas cosas que teníamos fijadas en nuestra cabeza. Por eso lo importante es que te enseñen a aprender, a desaprender y a reaprender, porque en el futuro, cuando los chavales se conviertan en profesionales, les resultará más fácil llevarlo a la práctica.

¿Cuáles son las competencias importantes que les pueden servir para su futuro?
—Saber entender el mundo sin tantas materias estancas, porque hoy la vida de las empresas, de las innovaciones y de la sociedad se está produciendo sin fronteras entre los temas. No tiene sentido que te enseñen Física y luego hacer una abstracción porque entras en clase de Historia. El mundo no es así; todo está interconectado. Por eso es importante borrar esas barreras en el aprendizaje y enseñar a los alumnos a pensar de forma crítica –en un mundo lleno de fake news–, a trabajar en equipo con personas que no piensan igual que nosotros y a debatir con nuestros compañeros.

¿Qué tipo de transformaciones deberían producirse en la escuela actual para ir por ese camino?
—La revolución que está pendiente en los centros educativos tiene que ver con su gestión. Tiene que haber una dirección que haga que nuestro centro se diferencie de los demás teniendo en cuenta la cultura de las personas que nos rodean –el ecosistema de nuestra comunidad educativa–. Se trata de definir un modelo de gestión dentro del centro que nos permita tener unos procesos concretos, con un sistema de medición específico que tenga en cuenta las opiniones de todos pero en su justa medida. Yo creo que a los centros les falta un sistema de gestión que les permita saber dónde quieren ir, cómo y con quién, y eso les permita ejecutar todo de una manera profesional. Y luego es muy importante medir mucho para poder mejorar y disponer de un sistema que te permita equilibrar todas las presiones de las distintas partes interesadas en los centros y poder gestionarlo como quieras. Eso te va a permitir no solo funcionar bien, sino también transformarte. Los colegios están todavía demasiado anclados en la forma en que se gestionaba antes y en esas separaciones no solo físicas sino mentales, y tienen que empezar a transformarse y pensar en el futuro mientras, además, hacen las cosas muy bien hoy.

¿Cómo tienen que medir los centros?
—Tienen que ser mediciones orientadas al futuro, pero mediciones de gestión: ¿cuántas horas dedicamos a laboratorio, a enseñar música, a deporte, arte…? Tenemos todos los medios tecnológicos disponibles para que luego toda esa información pueda colgarse y saber en qué ámbitos nuestro colegio es el mejor y en qué otros tenemos que mejorar. Así tendremos también un estímulo para la mejora. En el mundo de la empresa, se le llama experto a una persona que ha dedicado al menos 10.000 horas en su desempeño. Y lo que hay que hacer es que los profesionales de la Educación, los no docentes y los gestores de los colegios enseñen perseverancia y voluntad a los alumnos, porque es importante que entiendan que el aprendizaje es haciendo, no solo leyendo e hincando codos.

¿En el mundo empresarial existe alguna idea de cómo van a ser los trabajos del futuro?
—Incluso nosotros que hemos vivido muchas experiencias laborales empezamos a tener serias dudas de cómo van a ser los trabajos del futuro. De hecho ahora hay una discusión en el seno de las empresas de si el trabajo hay que mantenerlo en digital, si hay que volver a la presencialidad, si tiene que ser híbrido… Por otro lado nos encontramos con los robots que están sustituyendo todos esos trabajos repetitivos y mecanicistas que van desde una recepción a muchas operaciones manuales. Pero hay que entender que la mayoría de los colegios no están explicando en qué va a consistir el futuro. Lo que están es centrados en enseñar estrictamente lo que marcan los currículos, en vez de desarrollar las aplicaciones que tiene todo eso en la vida real. El futuro del trabajo es apasionante en la medida en que hoy todavía no conocemos ni vamos a conocer con precisión cuánto del trabajo que hacemos hoy va a ser sustituido por robots y cuánto va a ser producido por los humanos, pero sí que hay algunas pistas. Por eso es tan importante que los colegios vean cómo se organizan y cómo trabajan hoy las empresas para que en el futuro sus alumnos no tengan que dar un salto tan grande desde un mundo al otro.