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Entrenar la bondad puede conseguir niños más felices y satisfechos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La psicóloga Sonia Martínez señala como “positivo” que tanto en la educación formal como en el ámbito de la familia se tuvieran siempre presentes valores como la bondad, ya que son éstos los que en determinados momentos nos empujarán a actuar de una u otra manera y dirigirán nuestras acciones.

El pasado 13 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Bondad, una efeméride surgida en 1998 por iniciativa de la ONG World Kindness Movement y que adquiere más importancia si cabe en un mundo como el actual, marcado por la pandemia de la COVID-19, las desigualdades, la violencia y las crisis migratorias. “En el mundo en el que vivimos falta una bondad que aplaque la violencia, el acoso, la tristeza o la soledad. Y no solo eso, porque además el valor de la bondad será el que nos haga sentir satisfechos por lo que hacemos, un ingrediente fundamental para la felicidad ya que nacemos con la necesidad de estar con los demás, de vivir con otros. La bondad es la variable que más y mejor promueve las relaciones satisfactorias”, afirma Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y de Aprendizaje.

La RAE define el concepto bondad como una “inclinación natural a hacer el bien”. Por su parte, para Martínez, la bondad haría referencia a “un valor que lleva a las personas a tener en cuenta las necesidades de los demás y a actuar con el fin de ayudarlas, hacerles sentir bien o apoyarles”. En ese sentido, la experta considera la bondad una expresión o manifestación de la inteligencia emocional, ya que ésta interpela directamente a la empatía, a la capacidad para ponerse en el lugar de los demás, “fundamental para tener en cuenta las necesidades de los demás o sentir con el otro para prestar ayuda”.

La bondad es la variable que más y mejor promueve las relaciones satisfactorias.

Para la autora de Descubriendo Emociones (La esfera de los libros), la importancia de la bondad y sus beneficios son tantos (“Si en todas las personas se plantara la semilla de la bondad: ¿crees que existirían tantos conflictos? ¿tendría cabida la desigualdad tan acentuada que tenemos?”) que si se dedicase tan solo una hora semanal del currículo académico al desarrollo de valores, “tendríamos una sociedad más feliz, satisfecha, unida y con mayores tasas de bienestar”. No en vano, como suele afirmar Richard Davidson, doctor en Neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva, “la bondad es la base de un cerebro sano”.

Entrenar la bondad

Además de señalarla como “la base de un cerebro sano”, Davidson da una buena noticia: la bondad es un valor que se puede entrenar. Su opinión la corrobora Sonia Martínez, que señala que la bondad, como toda inteligencia, necesita entrenarse. “Sólo este entrenamiento dará lugar a un hábito maravilloso como es el de ser bondadoso”, añade.

Al respecto, para la experta, “sería positivo” que tanto en la educación formal como en el ámbito de la familia se tuvieran siempre presentes valores como la bondad, ya que son éstos los que en determinados momentos nos empujarán a actuar de una u otra manera y dirigirán nuestras acciones. Por ejemplo, señala al deporte de alto rendimiento, donde el objetivo último es ganar pero, pese a ello, se dan situaciones en las que el valor de la bondad prima por encima de la competitividad. En ese sentido, Martínez recuerda el ejemplo del atleta alemán Luz Long, plusmarquista europeo de salto de longitud, que en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, en pleno régimen nazi, no dudó en aconsejar a su rival, el afroamericano Jesse Owens, sobre su mecánica de salto. Owen a la postre acabaría ganando la medalla de oro en una prueba en la que estaba al borde de la eliminación y relegó a Long al segundo cajón del podio.

“Si se tratase de tu hijo, ¿qué te gustaría que hubiese hecho? ¿Te sentirías más orgulloso si se comporta de forma bondadosa con el rival o si gana la medalla de oro? ¿Si gana la competición o si ayuda al adversario? ¿Qué le hará más feliz en su vida a largo plazo? Estas preguntas pueden ayudar a que los padres y madres sepan qué valor quieren fomentar en la familia, si la bondad, valorando la amistad, o la competitividad, valorando el trofeo. Por supuesto, en la vida siempre hay que valorar las cosas en su justa medida y con equilibrio”, argumenta la psicóloga.

Pero, ¿cómo entrenar la bondad? Según Martínez, la edad más recomendada a nivel científico para desarrollar éste y otros valores relacionados con la inteligencia emocional es desde los 4 a los 8 años, “ya que es cuando el cerebro está más predispuesto a este aprendizaje según diversos estudios realizados en el aula”.

La edad más recomendada a nivel científico para desarrollar éste y otros valores relacionados con la inteligencia emocional es desde los 4 a los 8 años.

Llevado al ámbito doméstico, desde Crece Bien proponen a las familias una acción concreta para fomentar el entrenamiento de la bondad: crear un calendario con acciones diarias que la promuevan, entre ellas, por ejemplo, ayudar a alguien en el cole, jugar con algún niño que esté solo, donar alimentos, preguntar cómo estás a la profesora, ayudar a hacer el dibujo a un niño más pequeño, enseñar algo que sé a otra persona, ser detective de emociones en los demás, hacer sentir bien a alguien, etc.

Sonia Martínez también destaca la necesidad de dar importancia a qué hacer, imaginando cómo actuaríamos ante determinadas situaciones, por ejemplo cuando un niño se cae cerca de ti, cuando un compañero se ha olvidado su almuerzo, o cuando vemos que un niño mayor agrede a otro más pequeño. “¿Qué haríamos si…? Estas representaciones simbólicas ayudan a los niños a tomar conciencia del otro y de la importancia que tienen sus acciones en los demás, a la vez que estamos dando valor y reforzando a las acciones que implican bondad”.

La experta en educación emocional, por último, señala que este tipo de actividades, llevadas a cabo tanto en las aulas como en los hogares, también pueden tener un impacto directo en la reducción de casos de acoso escolar. “Si a los niños y niñas se les cuenta qué es la bondad y se dedica tiempo a hablar con ellos sobre cómo se trata a los demás, cómo ayudar a un compañero, qué hacer ante el llanto de alguien o qué hacer cuando alguien necesita tu ayuda, eso acabará beneficiando a los demás, pero también a ellos mismos, porque sabrán lo que deben permitir y lo que no, parar los pies al compañero que no se porta bien con ellos y pedir ayuda cuando la necesitan”, concluye.

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