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Solos ante el juego (o cómo la videoconsola sustituyó al parque)

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Ordenadores, videoconsolas
y televisiones por
doquier. Sobredosis de
actividades extraescolares.
Desaparición paulatina
de los tradicionales
lugares de encuentro lúdico.
Poco ayudan nuestras
sociedades a que los
niños jueguen en compañía.
Pero no hacerlo mermará
con seguridad sus
habilidades sociales.

Autor: padresycolegios.com

Hace unos diez años, la catedrática de Psicología de la Educación en la
Universidad de Sevilla, Rosario Ortega, publicó un estudio sobre hábitos de
juego entre los niños españoles. Los resultados planteaban una curiosa
dicotomía: la mayoría respondieron que preferían jugar en la calle, pero también
que sus juguetes favoritos eran las videoconsolas y los juegos de construcción,
que sin duda fomentan la actividad lúdica casera y, muchas veces, en soledad.
Más recientemente, de un informe realizado por Ikea se desprendía que el 60% de
los niños de este país suelen jugar solos, frente a un 35% que se rodea con más
frecuencia de amigos.
No es más que el refrendo estadístico de una realidad
evidente: nuestra sociedad está perdiendo el placer del juego colectivo. Según
la profesora del CSEU La Salle y experta en ludoteconomía, María López
Matallana, esto es debido a tres razones fundamentales: «El descenso de la
natalidad, la desaparición paulatina del espacio y del tiempo de juego [debido,
por ejemplo, a la sobrecarga de actividades extraescolares] y el uso, cada vez
más generalizado, del ordenador como recurso lúdico y de la televisión como
niñera».
En una sociedad tan sofisticada como la japonesa, los niños ultra-
solitarios ya tienen nombre: son los hikikomori, chavales que se recluyen en su
habitación para hincharse de videojuegos y telebasura, eliminando cualquier
contacto social y llegando incluso a dejar de ir a la
escuela.

PERJUICIOS

En
realidad, jugar sin compañía no es siempre perjudicial. En dosis moderadas, es
una práctica que favorece la independencia y autonomía del niño. De hecho, es lo
que se suele hacer la mayor parte del tiempo hasta los cinco o seis años. El
problema, afirma el psicólogo norteamericano Robert Caplan en un artículo, es
que «a la edad de siete u ocho años, los niños que aún juegan solos pudieran
estar en riesgo de ser rechazados por sus pares, así como de no aprender las
destrezas sociales necesarias para obtener relaciones exitosas».
En la misma
línea, una de las conclusiones de un seminario organizado por la Fundación
Crecer Jugando aseguraba que «numerosos estudios confirman que el principal
elemento que contribuye al desarrollo infantil es la relación que los pequeños
establecen con sus compañeros de juego».
López Matallana también afirma que
jugar en soledad limita el aprendizaje de las «habilidades de convivencia»
[ceder, pactar, llegar a acuerdos], que sólo «se adquieren entre iguales, no en
las relaciones jerárquicas entre niños y adultos».
Ante este panorama, los
padres tienen la opción de conformarse con la tranquilidad de tener al niños
perfectamente controlado, o esforzarse por socializar el juego de sus retoños.
¿Cómo? Responde López Matallana: «se puede invitar a niños a casa, buscar el
espacio de juego como los parques o las ludotecas y, por supuesto, jugar con
ellos siempre que se pueda».
Existen también tipologías de juguetes
especialmente recomendadas para aprender a vivir en sociedad. La Fundación
Crecer Jugando habla de tres: los que favorecen la acción y la respuesta
(pelota, juegos de raqueta, de habilidad…), aquellos que potencian la
necesidad de comunicación (magnetófonos, radioteléfonos, títeres…) y, por
último, todos los que suponen la aplicación de reglas. Y recordad: según la
Feria Internacional del Juguete, al elegir un juguete, el criterio más valorado
por el 49% de los niños es «que sirva para jugar con otros niños». No será
porque ellos no quieren…

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