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Laicismo falsario y adoctrinador

Jesús Asensi
Profesor de Religión
13 de abril de 2022
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La imaginación y la creatividad se ponen en juego a diario en nuestros centros educativos, y más todavía en aquellos que tratan de falsear la realidad y ocultar la verdad a su alumnado. Y es que, una tras otra, las fiestas religiosas del calendario escolar son camufladas con un ridículo envoltorio laicista que mantiene en la ignorancia sectaria a la mayoría del alumnado y a sus familias.

En muchas poblaciones valencianas se celebra la Natividad de María, el 8 de septiembre, día en que se recuerda la aparición de algunas imágenes de la Virgen escondidas durante la invasión musulmana, pero en las escuelas sólo se hace hincapié en el folclore, los bailes y la música que adornan sus procesiones.

Y llegará la fiesta de la Virgen del Pilar, el 12 de octubre, día de la Hispanidad, y ni una cosa ni la otra serán recordadas en nuestras aulas.

La fiesta de Todos los Santos, el 1 de noviembre, ha quedado eclipsada, sepultada más bien, por los muertos vivientes, las brujas y demás espectros que hacen su acaramelada aparición durante la jornada escolar más próxima a la noche del 31 de octubre.

El puente de la Inmaculada, durante los días 6 y 8 de diciembre, ya no es tal, sino que ahora se denomina el puente de la Constitución… mientras ésta siga vigente, que después ya ni eso.

La Navidad, que en las escuelas se ha quedado sin Belén, con un árbol repleto de bolas de colores y unos “villancicos laicos” por no ofender, ya sólo tiene dos alicientes desustanciados: el día de la lotería y los regalos que reparte un señor gaseoso colado y vestido de rojo

La Navidad, que en las escuelas se ha quedado sin Belén, con un árbol repleto de bolas de colores y unos “villancicos laicos” por no ofender, ya sólo tiene dos alicientes desustanciados: el día de la lotería y los regalos que reparte un señor gaseoso colado y vestido de rojo. Alguno dirá que todavía se celebra la llegada de los Magos camino de Belén, pero la verdad es que la cabalgata real se ha transformado en un desfile multicolor inclasificable, donde las referencias religiosas brillan por su ausencia.

Las Fallas, esa celebración en honor al carpintero san José, han dejado de llamarse “fiestas josefinas” y se centran ya sólo en el folclore, la pólvora, la música, el fuego y los buñuelos con chocolate. Eso sí, aún se mantiene, gracias a la devoción que le profesa el pueblo valenciano, la ofrenda floral a la Virgen María y también la misa fallera del día 19 de marzo.

Ni se menciona la palabra Cuaresma cuando en los colegios se celebra por todo lo alto el día de Carnaval y los disfraces llenan de colorido los patios y alrededores. Tras esos cuarenta días llegará la Semana Santa y la Pascua. Las aulas y pasillos se llenarán de conejos, de huevos multicolores y cometas. Y como colofón, la última mañana antes de las merecidas vacaciones de Pascua, toda la comunidad educativa se zampará para almorzar una “mona de pascua” y media tableta de chocolate.

Así podríamos seguir, y hasta afinar un poco más si preguntáramos a algún niño, y quizás también a algún joven docente, por qué decimos que estamos en el año 2022. A ese ocultamiento consciente y ridículo de la realidad, de la tradición religiosa de nuestro pueblo por el simple hecho de no compartir una creencia, sí que se le puede denominar adoctrinamiento ideológico. Un adoctrinamiento que pretende manipular la verdad y perpetuar en la ignorancia a esos discentes que ya no reciben formación religiosa alguna en el seno de sus familias.

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