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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Un mal año para la Educación española, ¿2023 será mejor?

Este año tenemos que decir que no ha sido bueno: al cansancio de la pandemia se añade la fragilidad psicológica de muchos alumnos, dañados por la situación que han vivido y el cansancio de muchos profesores.
Miércoles, 21 de diciembre de 2022
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El pesimismo no es un buen compañero de viaje; en este periódico procuramos no tener una visión meramente optimista, sino esperanzada, porque en Educación hay mucho ruido y no siempre se ve lo que hay detrás, que son miles de profesores y alumnos (junto con sus familias), trabajando cada día por lograr una enseñanza mejor. En este esfuerzo fue en su día ejemplar el comportamiento de todos ellos en la apertura de centros educativos tras la pandemia. Por ello, desde aquí lamentamos la tendencia de cierta parte de la sociedad y de ciertas ideologías a ver todo de color negro en nuestras aulas.

Sin embargo, este año tenemos que decir que no ha sido bueno. Al cansancio de la pandemia se añade la fragilidad psicológica de muchos alumnos, dañados por la situación que han vivido y el cansancio de muchos profesores. La aplicación de la Lomloe, una vez más, ha sido negativa en este sentido. Lejos de ayudar a este profesorado a realizar su labor, ha contribuido al cansancio, a la frustración y, en muchos casos, a la deserción. Son muchos los que ya han decidido abandonar la docencia agotados por la implantación de una ley educativa más y percibiendo que en el futuro podrán aprobarse otras igualmente dañinas para la relación padres-profesores-alumnos.

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La aplicación de la Lomloe, lejos de ayudar al profesorado a realizar su labor, ha contribuido al cansancio, a la frustración y, en muchos casos, a la deserción

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Por eso queremos insistir en que, pese a esta situación, y ante las llamadas a la calma y la tranquilidad por parte de las autoridades educativas (sin ofrecer soluciones), buena parte del profesorado ha continuado esforzándose por obtener de sus alumnos lo mejor, por pedirles el esfuerzo que se requiere para aprender, por exigirles un poco más de lo que creen que pueden dar. Y, en fin, los resultados están ahí. El nivel general de nuestra educación puede estar estancado en la mediocridad, pero cada vez son más los centros y profesores que sobresalen por su excelencia. Esperemos que todos se sumen a este carro de la exigencia y de la calidad y entre todos construyamos un sistema educativo basado en la igualdad de oprtunidades, sí, pero también en la calidad de todos sus integrantes.

Este fin de año debería ser de balance de nuestros logros y de nuestros retos, de lo que todavía nos queda por alcanzar: mejoras en el rendimiento académico, en la superación de las limitaciones económicas y materiales, en la fortaleza mental, en la salud física y psíquica, en la mejora continua. Entre todos e intentando evitar el pesimismo paralizante tanto como el optimismo bobalicón, alcanzaremos esos logros que todos ansiamos.

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