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Irune Aguirrezabal: "Queremos transformar para que la ciudadanía sienta el compromiso de la democracia"

La directora del Programa Iberoamericano de DD.HH., Democracia e Igualdad de la OEI aborda en qué punto se encuentra casi un año después de su creación y cuáles serán los próximos pasos que van a dar.
RedacciónMiércoles, 26 de julio de 2023
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Irune Aguirrezabal, durante el Diálogo de Alto Nivel sobre Educación en derechos humanos para una ciudadanía democrática celebrado en julio en Casa de América.

Irune Aguirrezabal es la directora del Programa Iberoamericano de DD.HH., Democracia e Igualdad de la OEI. Hablamos con ella en torno al Diálogo de Alto Nivel sobre Educación en derechos humanos para una ciudadanía democrática: una agenda común de la Unión Europea y América Latina. Celebrado el 5 de julio de 2023, en vísperas de la Cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe (UE-CELAC) se configuró como un excelente punto de partida para una agenda común que tiene continuidad ahora, con la puesta en marcha de la Estrategia de Educación en derechos humanos para una ciudadanía democrática, de la mano de socios estratégicos como Unesco o las instituciones europeas.

¿Por qué vieron necesaria en la OEI la incorporación del Programa Iberoamericano de DD.HH., Democracia e Igualdad?
–Este programa llega después de que hayamos tenido un Instituto de Educación en Derechos Humanos en Colombia desde 2013, muy vinculado al proceso de paz pero que también había promovido la educación en derechos humanos en toda la región. Pero a finales de 2022 la OEI –una organización para la educación, la ciencia y la cultura– considera que es muy importante consolidar, integrar un programa específico de derechos humanos, democracia e igualdad.

¿Por qué en ese momento? 
–Cualquier momento hubiera sido bueno. Una de las razones es que la organización está madura para poder incorporar este programa. El secretario general [Mariano Jabonero], recién reelegido a finales de noviembre, quiere dar ese paso en su segundo y último mandato.

En los últimos años se viene detectando a través de encuestas, informes, del Latinobarómetro… una desafección ante la política, una pérdida de confianza en el sistema democrático, en las instituciones, incluso en las normas, que no se están cumpliendo. Hay distintos factores que juegan en este sentido, pero hay uno que tiene que ver con la propia dinámica de la inmediatez, del deseo de adquirir y obtener inmediatamente aquello a lo que uno considera que tiene derecho; con la rapidez de las tecnologías en las que nos movemos hoy en día, con el fenómeno de la desinformación, que genera mucha incertidumbre, vulnerabilidades y frustraciones. Y con un proceso de negacionismo en sectores importantes de la sociedad, que viene a poner en cuestión los marcos, por ejemplo la agenda de desarrollo sostenible, como hemos visto en España.

Les preocupan sobre todo la desafección y el negacionismo. 
–Sí, el negacionismo del otro, de una transición energética, de la violencia de género o de la violencia hacia los extranjeros pobres.

También, la desafección ante la política. En el último Latinobarómetro hay datos muy alarmantes: Un porcentaje muy alto de la población no tiene claro si prefiere vivir en una autocracia o en una democracia; lo que quiere es vivir bien, conseguir los servicios y políticas públicas que le permitan vivir bien. Esto, en América Latina, tiene cierto sentido porque los impuestos son bajos y los servicios públicos notablemente mejorables en algunos casos, con políticas con enfoques más asistenciales, de transferencia directa, sin ese armazón de política pública. Hay también una polarización muy grande. Lo podemos ver en muchos países de la región, incluyendo España. Es un contexto propicio para pensar en torno a lo que nos une, más que a lo que nos separa.

Todo esto hace que sea muy necesario. Pero, además, queremos trabajar con los ciudadanos. Creemos que los ciudadanos deben estar empoderados para reivindicar derechos, pero no hay que esperar todo del Estado, de las instituciones, sino que las empresas, las personas, los agentes sociales, tenemos que estar trabajando para que la democracia de la cotidianeidad sea la más adecuada y garante de ese ecosistema de derechos humanos.

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En el último Latinobarómetro hay datos muy alarmantes: Un porcentaje muy alto de la población no tiene claro si prefiere vivir en una autocracia o en una democracia; lo que quiere es vivir bien

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En este marco surge la idea de celebrar el encuentro de alto nivel de julio. 
–Decidimos situarlo justo antes de la Cumbre UE-CELAC, que hacía ocho años que no se celebraba, lo que la convertía en una cumbre bastante histórica, con 60 estados de América Latina, Caribe y la UE, casi un tercio de los estados miembro de las Naciones Unidas, en la que creíamos que era muy importante que estuvieran presentes la transición verde, digital y justa, la dignidad y los derechos y libertades. El punto principal era ¿qué podemos hacer que realmente pueda nutrir la cumbre?

El diálogo es un punto de partida de una estrategia que fue anunciada en el mismo evento: la Estrategia de educación en DD.HH. para una ciudadanía democrática.

¿Cómo pretenden lanzarla?
–Con la convocatoria de una red, una plataforma de la que formarán parte los socios estratégicos más importantes. Muchos de ellos vinieron al diálogo: Unesco, ONU, fundaciones importantes, pensadoras como Adela Cortina, la academia, empresas de energías renovables, de temas digitales, que nos parece también importantísimo para la democracia digital… y queremos que esa red, la Red Óscar Romero, aúne los esfuerzos y la inteligencia y el saber hacer de todas estas entidades y personas con grandes conocimientos en la materia para poder articular un diálogo permanente entre Europa y América Latina, de tal forma que la educación en DD.HH. se posicione como eje estratégico. Y no solamente de los currículos en las aulas, debemos salir también de ella y lograr que sea también educación informal.

Por eso la organizamos y lo hicimos con el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y con el Ministerio de Educación y Formación Profesional de España, porque creemos que tienen que ir de la mano. También, dado que España acababa de asumir la Presidencia del Consejo de la UE, nos parecía muy importante que estuviera, y allí estuvo, el Servicio Europeo de Acción Exterior.

La elección de Adela Cortina para la conferencia magistral no fue casual.
–Queríamos poner mucho énfasis en el término de la ética. Por eso elegimos a Adela Cortina, porque nos parece una apuesta por una ciudadanía ética, una educación ética en DD.HH. Coincidimos mucho con ella. En la idea de que debe haber un entorno público que promueva los derechos y permita el ejercicio de los derechos humanos como personas, pero también de que cada uno de nosotros tiene que pensar en el otro, y pensar que esos derechos humanos imponen también unas responsabilidades y deberes. Ahí se inserta la pregunta de qué es un buen ciudadano, una buena ciudadana, quién es un buen ciudadano, una buena ciudadana. Y ahí entra la consciencia del otro.

Ahí nos encontramos nosotros, la OEI, con diferentes programas y con aliados que trabajan en esta misma línea de asumir responsabilidades. Hemos ido hablando de este tema en distintos foros, hace unos meses estuve en el Instituto Ortega y Gasset de México, y hay un libro reciente de Richard Haass, presidente del Council of Foreing Relations de Nueva York, que habla de las responsabilidades del ciudadano, no tanto legales sino morales [The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens]. Él lo hace en el contexto de EEUU, pero aquí Victoria Camps y Adela Cortina y muchas otras personas llevan hablando de esto mucho tiempo: la necesidad de incorporar la participación ciudadana, el ver al otro, el empatizar con el otro, la solidaridad, el tener consciencia y, también, buscar la convivencia, porque al final somos sociedades plurales, muy plurales, cada día más plurales, y esta pluralidad debe ser algo en lo que nos sintamos cómodos, porque no se trata de imponer una forma de ser a otros, sino de poder convivir entre diferentes.

¿Es la escuela un marco inmejorable para fomentar esta salida del individualismo, por tratarse del primer lugar donde convives con el diferente?
Sí, la OEI trabaja en el ámbito de la educación desde hace mucho tiempo, y el Programa de DD.HH., Democracia e Igualdad viene a reforzar la línea de la educación informal. El aula es fundamental y, de hecho, también lo vamos a trabajar dentro de esta estrategia en red que vamos a lanzar en octubre, pero lo que queremos es hacer una transformación para que la ciudadanía sienta el compromiso de la democracia, que no solo se reivindique qué me tiene que dar la democracia a mí sino cómo hago yo para que esta democracia funcione.

A partir de los derechos medioambientales, por ejemplo, surgen muchos deberes del ciudadano. El cambio climático tiene que ver con la utilización de los recursos, el reciclaje… y eso está ligado a cómo nos comportamos cada uno de nosotros. Estas cosas, sí, se enseñan en el aula, pero también se enseñan en el hospital, en la casa, en la calle, en todas partes.

Cada centro laboral tiene que tener un compromiso con el trato al otro, al diferente, a una persona migrante. Tenemos rutas migratoria en América Latina y en España, en Portugal, en toda Europa, donde hay muchísimas personas en riesgo que sufren violencia, abusos, traumas de por vida. Es necesario también que las personas que se encuentran con ellas en su itinerario sean conscientes de la situación por la que pasan. Estoy dando ejemplos de marcos mucho más amplios, realidades en las que nos movemos… Esto me  recuerda a aquel cartel de un partido político de hace unos años, creo que, coincidiendo con las elecciones en la Comunidad de Madrid, en el que figuraba una foto de una abuela y un MENA (con pasamontañas) que decía: «Un MENA 1.700 euros al mes y tu abuela 426 euros/mes de pensión». Y un mensaje final, «Protege Madrid». Hay discursos provenientes de fuerzas políticas y de otros actores que ponen a unos contra otros generando una polarización que no es positiva… Nuestro objetivo es poner el foco en la convivencia.

¿Cómo resumiría su objetivo?
–Nuestro objetivo es la transformación hacia una ciudadanía democrática y para ello queremos elaborar una teoría del cambio que nos lleve hacia esa meta. Vamos a visualizar esta estrategia, con plataformas como la red y, por ejemplo, una de las actividades que nos parece muy importante, ya hablando de las aulas, es establecer un diagnóstico de qué políticas públicas hay en los países para incorporar en los currículos la educación para la ciudadanía y los derechos humanos. No solo para tener el diagnóstico sino para armar un plan de incidencia con los ministerios de educación que nos permita articular todo esto de una manera ordenada. Precisamente unos de los socios más importantes de la OEI son los ministerios de Educación. Pero esta es solo una de las actividades, hay muchos más objetivos más allá.

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Queremos establecer un diagnóstico de qué políticas públicas hay en los países para incorporar en los currículos la educación para la ciudadanía y los derechos humanos

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Toda esta actividad llega en un momento en que se cumplen 75 años de la Declaración Universal de los DD.HH., ¿creéis que se deben actualizar para incorporar realidades muy diferentes a las de entonces? 
–Sin duda. Una de las más claras es la de la inteligencia artificial, y todo lo que significan los algoritmos, las redes sociales… y cómo influye todo ello en las personas. Cada vez se habla más del impacto que tienen en la libertad de pensamiento, porque a través de todas las redes y algoritmos estamos recibiendo aportaciones no deseadas que nos conducen el pensamiento en una dirección u otra.

Y, sí, en este marco surge también el diálogo de alto nivel, que queríamos situar antes de la cumbre UE-CELAC y coincidiendo con el 75 aniversario de la Declaración Universal y el 30 aniversario del Programa de Acción de Viena. Este programa es muy importante para nosotros, por ser el pistoletazo de salida para que las mujeres seamos «humanas», porque hasta entonces no estábamos reconocidas en los DD.HH., y fue empujón muy grande para lo que vino después en la IV Conferencia Mundial de Mujer, celebrada en Beijing en 1995.

En el diálogo hablamos también de las mujeres, y en el Programa Iberoamericano de DD.HH., Democracia e Igualdad queremos ponerle mucho mucho énfasis a la cultura igualitaria, que nos parece fundamental en el ámbito latinoamericano y europeo. Que alguno piense que el feminismo significa lo que no significa, cuando se trata de un movimiento pacífico que supone la vindicación de la igualdad entre el sexo masculino y femenino, es un problema, porque cuando empiezan a alterarse los significados surgen movimientos como el movimiento antigénero, que pone en cuestión incluso los datos de violencia de género o las necesidades de políticas o servicios específicos.

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Que alguno piense que el feminismo signifique lo que no significa es un problema

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¿Sirvió el diálogo para lo que os proponíais?
–Tras él elaboramos un documento de conclusiones, y yo creo que la premisa principal de todo el debate fue lo que nos dijo claramente Adela Cortina: Los derechos humanos se reconocen, no se otorgan. Esa es una premisa común, y el punto de arranque en toda reflexión que podamos hacer sobre el tema.

Creíamos que en el marco de la cumbre era muy importante situar en la agenda común la educación en DD.HH. y la ciudadanía democrática, y nos parecía muy importante subrayar que tiene que ser una tarea en la que trabajemos sectores diferentes: el público y el privado de una manera muy sinérgica, con agentes sociales, la academia, la sociedad civil, las empresas.

El encuentro de julio fue un punto de arranque, un modo de iniciar un diálogo que ahora continúa. 
–Sí, se trata de la búsqueda del diálogo permanente entre las personas. La declaración de la cumbre recoge en varios apartados lo que en inglés se llama People to people, programas que vienen de los años noventa, y que nos demuestran que las redes entre las personas (feminismo, jóvenes, pueblos indígenas…) son fundamentales. Es muy importante apostar por estos programas desde sectores distintos y apoyar a las redes de ciudadanos. Por eso estamos trabajando también en un proyecto de fortalecimiento de las redes de jóvenes, bien de jóvenes indígenas, a nivel local, bien de jóvenes que viven en las urbes, porque cada uno se encuentra en una realidad diferente y todas deben estar presentes en la conversación.

Apostamos por un diálogo permanente entre disciplinas, personas y naciones y por crear puentes. La OEI, de hecho, ejerce como puente entre Europa y América Latina. Y queremos reforzar los modelos tradicionales de formación y dar una mayor relevancia a la educación informal más allá de las escuelas, una educación que fomente, desde el respeto y la tolerancia, la apertura de mente y el espíritu crítico. Y aspiramos, también, a sensibilizar a la cooperación internacional para que apoye todos estos programas.

En julio se constató una gran sintonía entre diferentes agentes. 
–Todos coincidimos en lo fundamental. Por ejemplo, en la necesidad de utilizar canales innovadores para la transmisión de conocimiento y la difusión de la verdad. O en la importancia de los cuidados. No hay respeto a los derechos humanos ni buenos ciudadanos si no hablamos del derecho a cuidar y ser cuidado. Estamos hablando de algo que no está monetarizado y que están haciendo fundamentalmente las mujeres. En América Latina hay una gran reivindicación en este sentido desde hace más de una década. Allí sobre el papel está muy claro que debe haber un compromiso de corresponsabilidad de la ciudadanía, de las instituciones, de los hombres y mujeres…

También hablamos de la pobreza, de que no podemos admitir en nuestras sociedades que haya gente que se queda atrás, niveles de pobreza absolutamente intolerables.

Y de la necesidad de profundizar en la esperanza y la utopía. Es muy importante que transmitamos la utopía a los jóvenes, que pueden hacerlo mejor. Es importante trabajar no desde la oscuridad, el miedo y la inseguridad sino desde la esperanza y lo positivo. Soñar con un mundo más próspero, justo e igualitario.

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