El asistente de voz, la máquina que dota de mayor autonomía al alumno

En 2021, más de 1.800 millones de personas en todo el mundo usarán asistentes digitales de voz como Siri, Alexa o Google Home. Y el próximo año el 30% de nuestras interacciones con la tecnología será a través de conversaciones con máquinas. Parece que nos encaminamos a un mundo donde estará muy presente la tecnología por reconocimiento de voz.

Este avance se nota ya en la adquisición de smart speakers, sobre todo para su uso doméstico, que solo el pasado año han aumentado su cuota de mercado en un 78%, según Deloitte Global. Esta consultora estima que al final de este año se habrán vendido unos 164 millones de unidades de asistentes de voz en todo el mundo a un precio medio de 40 euros. Pero ¿acabará esta tecnología entrando también en el ámbito educativo?

Actualmente, el reconocimiento por voz se utiliza sobre todo en plataformas de formación on line y a nivel experimental en algunas universidades, pero apenas ha entrado en las etapas no universitarias. Sin embargo, según los expertos en este tema, las posibilidades educativas que tiene son amplísimas y se vislumbra como una poderosa herramienta de aprendizaje para un futuro próximo.    

En el evento Disrupters Day: Voice Tech, celebrado el pasado 31 de mayo en Madrid, intervinieron Nieves Ábalos y Carlos Muñoz, fundadores de Monoceros Labs, un estudio de Innovación centrado en experiencias conversacionales donde crean aplicaciones de voz para asistentes como Amazon Alexa y Google Assistant.

Ambos expertos pusieron de relieve la importancia de la personalidad y las emociones para crear vínculos con el usuario, y en este sentido señalaron cómo a la hora de desarrollar una skill “es importante dotarla de personalidad a través de la voz, para lo que primero hay que definir su objetivo y su estilo de comportamiento”.

Las skills son funcionalidades extra que se pueden instalar en el asistente de voz, equivalentes a las aplicaciones móviles. Y son precisamente estas skills las que pueden ampliar las funciones del asistente, también para dirigirlas más al sector educativo.

Santiago Martínez, Digital Project Manager de la consultora digital Multiplica, identifica dos posibles desarrollos de las skills en función de la edad de los alumnos: “Entre 6 y 9 años, los beneficios están muy enfocados a la ayuda del dispositivo, a comprender el lenguaje, el soporte de los idiomas y la corrección en la pronunciación de los niños a la hora de hacer dictados”. A estas edades, por tanto, las skills podrían servir como elemento de apoyo al lenguaje.

En el caso de niños mayores, de 9 a 12 años, Martínez indica “estos dispositivos de voz potencian la propia independencia del alumno, para que puedan encargarse de su día a día sin necesidad de acudir a sus padres, como por ejemplo para preguntar por los deberes”.

Sobre los deberes, Luis González Lorenzo, Head of Human Science en Immune Coding Institute pone el ejemplo de Alexa, el asistente de voz de Amazon: “Alexa nunca se cansa de contestarte, nunca tiene un mal día, no le duele la cabeza ni tiene que hacer la cena. Quizá tener a alguien que en cualquier momento del día te responde a todas las preguntas que le hagas, puede ser una ventaja”.

Para Santiago Martínez, “es una tecnología que va a cambiar el paradigma de ir a la escuela, llevar las tareas, corregirlas, que las supervise el propio dispositivo… sobre todo para los alumnos mayores, no tanto para los más pequeños que deben contar con la supervisión de los padres”.

Pero, por encima de todo, va a ser de una gran ayuda para aquellos colectivos con diversidad funcional. “Me parece una tecnología que permite dotar de autonomía a personas que necesitan de ayuda o supervisión para hacer sus tareas porque tengan algún tipo de minusvalía, ya que se pueden sentir más independientes”, explica Martínez.

Sin embargo, Luis González advierte de que “esta tecnología implica un necesario cambio de mentalidad”, ya que tanto alumnos como profesores deben cambiar el chip y pensar en audio en lugar de centrarse en el texto como hasta ahora. Y también habla del gran reto que supone la privacidad, sobre todo por la falta de regulación al respecto, pero piensa que “acabará habiendo una regulación que nos diga qué hacer con todos esos datos que se graban”.

Sobre este asunto, Santiago Martínez reconoce que “la privacidad y la seguridad total en un entorno digital es una utopía, pero los usuarios deben poder controlar la privacidad desde el propio dispositivo, como desactivar el micrófono o establecer un pin”.

Martínez considera que “la tecnología por voz no va a generalizarse hasta tal punto que haga desaparecer otros interfaces, ya que habrá acciones que no solo la podamos hacer por voz y tengamos que mirar una pantalla. Pero sí que va a suponer un gran avance en el día a día de las personas, porque mientras hablamos o escuchamos podremos estar haciendo otras cosas, por lo que es una tecnología que se adapta muy bien al concepto multitarea”.