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Fernando M. Reimers: “Un gobierno puede decretar una ley educativa, no una reforma educativa”

Fernando M. Reimers es el coordinador de 'Propuestas Educativas Audaces', traducido al español y publicado en Open Access por
la UCJC.
Saray MarquésMartes, 25 de mayo de 2021
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El profesor ha escrito o editado 38 libros en su carrera como investigador.

Profesor de Educación Internacional y director del Programa de Maestría en Políticas de Educación Internacional de la Universidad de Harvard, la investigación y docencia de Fernando M. Reimers se ha centrado en comprender cómo educar a los niños y jóvenes para que puedan prosperar en el siglo XXI. Es miembro de la comisión de alto nivel de la Unesco sobre los futuros de la Educación y durante la pandemia de Covid-19 ha liderado una serie de estudios para comprender el impacto educativo de esta y mitigar y revertir dichos efectos.

¿Qué rasgos definen un cambio educativo ambicioso?
—La complejidad de las capacidades que aspira a lograr, la escala, el horizonte temporal, y la relación entre las aspiraciones y los recursos financieros e institucionales. Es menos ambicioso intentar que los estudiantes desarrollen un tipo de capacidad –cognitiva, por ejemplo– que varias a la vez –las llamadas competencias del siglo XXI, que incluyen las cognitivas y las socioemocionales–. Intentar hacer esto en un solo colegio que en todos. Ofrecer las oportunidades de desarrollar estas capacidades a algunos estudiantes que a todos. Es más ambicioso intentar hacer esto en un horizonte temporal más breve o cuando tus aspiraciones exceden los recursos institucionales y financieros disponibles. Es más ambicioso intentar un cambio así en un contexto social o político convulso o fragmentado que en uno estable.

¿Qué lecciones podemos extraer de los casos que presenta ‘Propuestas educativas audaces’?
—La primera es la constatación de la ambición de las reformas que se están llevando a cabo en diversos países para asegurar que los estudiantes puedan participar en un mundo donde las exigencias para contribuir cívica, social y económicamente son cada vez mayores. La segunda es la importancia del proceso de implementación de la reforma, que puede transformar de formas inesperadas e indeseadas sus propósitos. Solo el 10% del éxito de una reforma depende de sus intenciones, mientras que el 90% depende de la implementación. La tercera es la importancia de comunicar, comunicar, y comunicar, con el fin de que las reformas conformen un nuevo imaginario sobre qué significa aprender y enseñar en el siglo XXI. Las reformas más exitosas han hecho esto bien, las que han tenido menos resultados han sido aquellas donde la politización de la Educación ha hecho imposible lograr consensos mínimos que permitan ciclos extensos de reforma.

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Solo el 10% del éxito de una reforma depende de sus propósitos e intenciones, el 90% depende de la implementación

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¿Podría considerarse la Lomloe un cambio educativo ambicioso?
—Mi conocimiento de la ley está limitado a haber leído sus 86 paginas, sin suficiente conocimiento sobre el contexto que la origina, los resultados de la implementación de leyes anteriores ni sobre los mecanismos de implementación previstos, de manera que este conocimiento superficial, muy diferente al estudio sistemático de las reformas que presentamos en Propuestas Educativas Audaces, me obliga a ser prudente.

En general sí me da la impresión de que es una ley ambiciosa en cuanto que aspira a promover que en los colegios en España se creen una serie de oportunidades educativas para desarrollar un conjunto de competencias, que aspira hacerlo a escala nacional y a lograrlo para todos los estudiantes.

El énfasis en equidad y compensación social, o la aspiración a la inclusión e integración de estudiantes con capacidades diferentes en centros educativos no segregados, desde mi punto de vista muy acertado y esencial en una sociedad democrática, representa un desafío considerable para muchos centros y profesores, por lo que es esencial prever formas de apoyo que permitan materializar las intenciones de la ley.

Es posible que la idea de inclusión sea distinta según el imaginario de las personas sobre lo mejor para los niños, y de ahí la importancia de crear condiciones que permitan a diversos interlocutores ir aprendiendo juntos para desarrollar una visión compartida en este y otros temas.

¿Le parece positivo que España esté fijándose en Portugal?
—Una de las constataciones de PISA es que solo siete de los 79 países participantes han logrado mejoras significativas en los niveles de conocimientos y competencias de sus estudiantes en los últimos 20 años: Albania, Colombia, Macao, Moldavia, Perú, Portugal y Qatar. Portugal es el único país de la OCDE que ha demostrado mejoras significativas en el desempeño de sus estudiantes en las tres competencias que evalúa PISA, por lo cual es razonable estudiar en qué ha consistido su reforma educativa.

Portugal ha logrado unos consensos mínimos en Educación que han permitido continuidad en los esfuerzos de reforma a lo largo de un periodo considerable, de 20 años, a través de distintas administraciones políticas. La importancia de ciclos relativamente largos es una constante en varios de nuestros estudios. La continuidad es mas difícil de lograr en contextos de mucha fracturación política y poca profesionalización de la Educación. Portugal parece haber comprendido la necesidad de institucionalizar la Educación y de despolitizarla de intereses partidistas, al igual que Singapur o Finlandia.

¿Cambian las escuelas por el hecho de que cambie la ley?
—Una reforma educativa es un proceso social complejo por su escala y ambición, por los diversos niveles de gobierno que comparten jurisdicción sobre la Educación, por la cantidad de personas involucradas y por el prolongado tiempo que es necesario sostener estos esfuerzos para que den resultado. Las exitosas son las que logran movilizar el liderazgo colectivo para transformar la cultura escolar. Una reforma educativa debe ser una invitación a participar, debe reconocer el protagonismo de esta diversidad de actores y crear condiciones efectivas de colaboración. Un gobierno puede decretar una ley educativa, pero no una reforma educativa. Una reforma educativa la hace una sociedad. Para apoyar el liderazgo colectivo es necesaria una conducción inclusiva del proceso. Una disposición humilde, incluyente y colaborativa, suele dar mejores frutos que una actitud arrogante y prepotente.

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Una disposición humilde suele dar mejores frutos al implementar una reforma que una actitud arrogante y prepotente

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¿Algún ingrediente se repite en toda reforma exitosa?
—Las reformas bien implementadas logran crear las condiciones para que las escuelas aprendan. Esto requiere de una cierta autonomía, pero sobre todo de capacidades y procesos para desarrollar una visión compartida centrada en el aprendizaje de todos orientadas a cultivar las competencias del siglo XXI. Requiere de la participación de los padres y la comunidad escolar, del desarrollo profesional continuo de todo el personal, de aprendizaje en equipo y colaboración, de un liderazgo que aprende… Aunque no es posible ser una escuela que aprende sin autonomía, una escuela puede tener autonomía y no ser una escuela que aprende.

Este desafío excede las capacidades de la mayoría de las escuelas, y para aumentarlas es necesario integrarlas en redes, y apoyar dichas redes con otras instituciones, como universidades, empresas, museos u organizaciones de la sociedad civil. Es hora de reemplazar la noción de que las reformas ambiciosas en Educación pueden ser llevadas a la práctica por escuelas o profesores trabajando de forma aislada por la idea de que los centros educativos deben ser reconcebidos como parte de un ecosistema de innovación educativa, que los integra en colaboraciones efectivas con otras instituciones con el fin de aumentar su capacidad y relevancia.

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