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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Septiembre y la 8ª

El hecho de que las leyes educativas estén en ya en el número 8 certifica algo que sabemos: desde 1980 no hemos querido articular un proyecto educativo más allá de las ideas de cada partido.
Lourdes Bazarra y Olga CasanovaMiércoles, 21 de septiembre de 2022
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© SELIM

Fue el 1 de septiembre. Como vivimos en la perplejidad y en lo inverosímil, es muy probable que a ninguno nos extrañase encontrarnos en la Sala de Profesores con Mafalda. Y con la facilidad que le da su inteligencia, para el café ya consiguió encontrar Mafalda una frase que resumía el comienzo de curso que nos han diseñado las administraciones educativas:

Al final, ¿cómo es el asunto?                                                                                           

¿Uno va llevando su vida adelante o la vida se lo lleva por delante a uno?

Cualquiera que esté en contacto con la escuela sabe que septiembre está siendo una gran lavadora en la que hemos sido introducidos directamente en el centrifugado. Hemos iniciado el curso en un nivel de improvisación y de urgencia que exigiría por parte del Ministerio y de las consejerías de Educación una reflexión autocrítica importante después de dos años tan duros, singulares, intensos como llevamos.

El hecho de que las leyes educativas estén ya en el número 8 certifica algo que sabemos: desde 1980 no hemos querido articular un proyecto educativo más allá de las ideas de cada partido. La intuición, subrayada por la experiencia, de que este no es más que otro paréntesis, aumenta la sensación de transitoriedad en la que pierden los niños y perdemos los adultos. En la que pierden el presente y el futuro.

A diferencia de otros periodos de nuestra historia educativa, los 15 últimos años ponían muy fácil  en la actualidad un consenso educativo de base:

  • Aprendemos mejor experimentando, aplicando, manipulando reflexionando, verbalizando. Esto no solo fija mejor en la memoria los contenidos sino su valor para actuar en la realidad.
  • Las herramientas de evaluación no deben servir solo para cerrar el proceso de aprendizaje, sino también para acompañarlo y establecer estrategias de mejora.
  • Las áreas y materias deberían tener una vocación renacentista dejando un poso de cultura potente en los niños.

En eso estábamos. Enriqueciendo los métodos de aprendizaje, rediseñando espacios. Empezando a entrar en la revisión profunda de una de las herramientas más técnicas para los profesores, las herramientas de evaluación. No para mediocrizar ni abaratar el aprendizaje, sino para hacer posible que sea más profundo y que alcance usos y reflexiones más complejos e interesantes.

En esa historia estaban muchos profesores, equipos, colegios e instituciones cuando se pone en marcha la 8ª Ley. Se aprueba en pandemia y llega a septiembre de 2022 para implantarse sin estar cerrada ni organizada.

El que iba a ser el primer verano con algo de descanso, se ha convertido para los Equipos Directivos en un episodio de Stranger Things pero sin emociones interesantes.

Seguro que tanto los profesores como los Equipos Directivos llevarán desde agosto pensando:

¿Qué hacemos este curso?

¿Cómo deberíamos trabajar para mantener una cierta continuidad, un cierto rumbo, sin tener la sensación de que cada Ley es una calle cortada de la que habrá que salir cuando se apruebe la 9ª Ley?

Por eso, con toda la humildad, queríamos que este artículo pudiera

ayudaros a:

  • Poner en valor todo lo que hemos trabajado hasta aquí.
  • Y priorizar elementos que incluye la Ley y que nos pueden permitir seguir mejorando en líneas que ya trabajábamos o en las que íbamos a iniciar en esta nueva andadura.

Decía Borges que si había algo que le había interesado desde niño, ese algo es el problema del tiempo, la perplejidad del tiempo, el infinito remolino del tiempo.

Por si le viene bien a Borges, la experiencia nos dice que la única forma de domesticar al tiempo es teniendo rumbo. Si hay algún marino leyendo por aquí, seguro que recuerda la definición que tiene en náutica el rumbo:

Coloquialmente hablando, rumbo es la dirección que lleva nuestro barco.                         Es el ángulo que forma la línea proa-popa de nuestro barco y el norte.

En un año como este, la única forma de sobrevivir a esta nueva galerna y no dejar sin sentido todo lo trabajado hasta ahora es tener rumbo. Al servicio de ese rumbo estará el uso inteligente del tiempo.

¿Cómo controlar el choque de entrada…

  • De una enésima ley sin consenso.
  • Aprobada en plena pandemia.
  • Que desembarca en la escuela en septiembre sin haber terminado de dar un mapa organizativo.
  • Y que, sin embargo, las administraciones educativas quieren para ya cuando han sido incapaces de cerrar currículos antes de que comience el curso?

Como Equipo Directivo, no aumentemos el ruido de este septiembre. Frente a lo que solemos hacer (reaccionar inmediatamente, hacer en lugar de pensar antes qué hacer), os proponemos parar un momento.

En deporte, uno de los tiempos más importantes es el TIEMPO MUERTO, un tiempo que de muerto no tiene nada, porque es el alto en el juego que permite a los entrenadores comunicarse con el equipo, establecer la estrategia, movilizar motivaciones y actitudes.

¿Qué tiempos muertos necesitamos para no perder rumbo  mientras navegamos la nueva Ley ? Aquí van tres que desarrollaremos con más profundidad en octubre:

  • Primer Tiempo Muerto

Pensemos qué elementos de la nueva ley enlazan con nuestro rumbo y permiten profundizar en aspectos que ya estábamos trabajando.

  • SegundoTiempo Muerto

Cuáles van a ser las cuestiones más complejas que exigirán más tiempos.

  • Tercer Tiempo Muerto

¿Qué mapa básico necesitan tener los profesores para establecer el rumbo y enlazan con nuesro rumbo y permiten profundizar en aspectos que ya estábamos trabajando?

Es muy probable que no lo sepamos, pero para gestionar bien el tiempo es necesario muscular el quarterback que llevamos dentro. Los lectores a los que les guste el rugby seguro que ya saben de qué estamos hablando. Para los que no, se trata de una posición de juego que descubrimos a través de Antonio Moar y en la que el jugador que desempeña la función de quarterback (¡lo llaman el mariscal de campo!) hace un uso eficiente del Tiempo Muerto. Es el tiempo para pensar antes de iniciar la jugada. El tiempo para dirigir las jugadas, escogiéndolas y cambiándolas en función de la situación del juego.

Ser quarterbacks nos exige elegir qué acciones vamos a colocar en cada uno de los cuadrantes de este tablero de juego que busca diferenciar qué es lo urgente y qué es lo importante.

Si estamos leyendo con un lápiz, os invitamos a escribir en cada cuadrante la acciones que priorizaríamos para este curso. Y, muy importante también, las que vamos a abandonar o dejar en pausa frente a esa necesidad de simultanear todo para acabar sin culminar nada.

Ojalá que alguna de las propuestas estén permitiendo clarificar el rumbo. Pero es importante recordar que aunque ya tengamos dirección, los Ladrones del Tiempo intentarán que lo perdamos. Unos ladrones que necesitan más espacio, el que les daremos cuando nos encontremos en el dossier de MAGISTERIO en octubre.

Nuestro quarterback ya ha dado respuesta a los tiempos muertos. Ahora toca elegir la mejor estrategia para este curso. Decidir cómo y en qué emplearemos el tiempo en nuestro equipo, en nuestro centro.

Si la gestión del tiempo, su uso inteligente y eficiente, es uno de los grandes retos en la vida personal (es el que, al final, determina realmente el rumbo que toma nuestra vida), esa exigencia se vuelve un deber y una responsabilidad aún mayor cuando planificamos, acompañamos el tiempo y el uso del tiempo de los otros.

La Ley de Fraisse o de la disminución del tiempo afirma que el tiempo tiene una dimensión objetiva y subjetiva que está en función del interés por la actividad ejercida. Y que, cuanto más se fragmenta una actividad, más parece durar; cuanto más interesante es, más breve parece, y el tiempo de espera siempre resulta demasiado largo.

No sabemos si nuestro Claustro está en disposición, después de tener a Mafalda en nómina, de aceptar a otro profe. Este se apellida Borges y no hay nada más que decir. Seguro que, mientras tomamos hoy café con él, ha tenido a bien decirnos algo que hemos entendido perfectamente después de este inicio salvaje de curso. Que intuimos comprender desde 2020.

“Hay algo que siempre me interesó desde niño. Ese algo es el problema del tiempo, la perplejidad del tiempo, el infinito remolino del tiempo”.

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