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La pedagogía: el motor de la Educación

Por Enrique Castillejo y Gómez
Miércoles, 3 de diciembre de 2014
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Hace unos días leí en este mismo espacio, con una mezcla de vergüenza ajena y asombro, la opinión de un docente sobre si la pedagogía era una ciencia o no. Y digo entre la vergüenza y el asombro porque es un debate absolutamente trasnochado, de ahí el asombro, y un compendio de inexactitudes y subjetividades, algunas impropias de un docente.

Empezando por las primeras, el autor del artículo de opinión “¿Es la pedagogía una ciencia?” en su argumentación procede a ofrecer datos, no sólo inexactos, sino además, falsos. La reforma educativa Logse fue responsabilidad de D. Álvaro Marchesi, secretario de Estado de Educación en aquellos momentos, tratado de pedagogo en el artículo referido, siendo D. Álvaro psicólogo, por lo que verán que las fuentes de información del citado autor no son del todo fiables.

Esto, que sería simplemente un detalle sin mayor interés que el anecdótico, tiene mayor peso del que se podría pensar en un primer momento. Aquella ley fue ideada por principios psicológicos bajo el pensamiento constructivista, que ya insignes pedagogos pusieron en alerta sobre sus efectos, algunos de ellos perversos. Por tanto, querido amigo Juan Francisco, la pedagogía en nada tuvo que ver con la citada ley, ni sobre los efectos consecuentes. Bástele con releer la extensa bibliografía al respecto, sobre todo sobre el constructivismo. Porque esta confusión que usted demuestra sería suficiente para no superar un primer curso de pedagogía.

Pero tampoco escribo para entrar en una crítica contra su opinión ya que cualquier lector avezado dio cuenta de manera inmediata de la falta de consistencia técnica, de la debilidad argumental y del desconocimiento profundo que demuestra su escrito acerca de qué es una ciencia y sobre todo qué es la pedagogía.

Una ciencia, como concepto, es aquel conjunto de saberes y conocimiento demostrables que se organizan de forma sistemática y obtenidos a través de la observación, experimentación y razonamiento. Por tanto, son conocimientos verificables, lo que no significa perennes, que es otro error que tras la lectura de su opinión, entrevé. Confundir la exactitud del conocimiento a la existencia de ciencia o no, cuanto menos es una simplificación impropia de un docente. Por poner un ejemplo; no hace tantos años, la medicina nos aconsejaba la ingesta de aceite de semilla porque, con los conocimientos disponibles en aquel momento, parecía más saludable que el de oliva. Sucede que los saberes aplicados que se siguen del conocimiento científico, por principio, son caducos, es decir, sujetos a la variabilidad de nuevos datos que vienen a demostrar su eficacia o no. Y lo mismo sucede en pedagogía, a no ser que estemos dispuestos a tildar de matasanos a los médicos que modifican sus criterios en virtud de la ya expuesto.

A título no limitativo pero sí informativo, cabría señalar que la pedagogía se sustenta con leyes, como toda ciencia, por poner un par de ejemplos, Ley de congruencia de agencias educativas, de contextualización, intervención, que sirven como base de su conocimiento, insisto, cambiante en virtud de las nuevas variables de estudio que se pudieren presentar. La pedagogía ha aportado notables avances en el “factum educativo”, entendido como la praxis. El conocimiento aplicado al aprendizaje como el efecto halo, Rosenthal y Hawthorne son buena prueba de ello. Qué decir sobre los avances en los tipos de aprendizaje o las aportaciones hechas sobre los procesos de estructuración del aprendizaje con las consecuentes traducciones didácticas al efecto, sin olvidar que hemos, desde la pedagogía, logrado enumerar las condiciones técnicas de cualquier acción educativa. Pero no puedo olvidar las excelentes aportaciones sobre el control ambiental, técnicas conductuales y cognitivas que en buena praxis, es decir, con una adecuada aplicación, logran resultados excelentes tanto en el área del conocimiento como en la competencial. Los estudios realizados sobre la atención, percepción y memoria, vienen a redondear un extenso campo de investigación que ha servido para dotar a los docentes de excelentes herramientas en su quehacer diario. Y no deben ser tan malignas, como usted y Ricardo Moreno presuponen, cuando países con una reputada fama en cuanto a eficiencia, eficacia de sus sistemas educativos, reconocen que una de las mejores decisiones fue enseñar pedagogía a los docentes.

Sucede que algo más del 70% de la formación pedagógica permanente del profesorado en España, es realizada por profesionales ajenos a la pedagogía, sin mayor garantía que un discurso, en el mejor de los casos, divertido. Y es aquí donde existe el problema. Una gran mayoría de profesorado admite, y es de admirar, que su formación como docente es absolutamente deficiente, pero no tenemos herramientas de evaluación acerca de la citada formación permanente. Llevan ustedes a la confusión, como su colega de opinión autor del Panfleto antipedagógico, que si en algo estamos de acuerdo es en el tema panfletario, que desde la pedagogía hemos propulsado el debate sobre conocimientos vs competencias. Informo que, muy alejado de esta cuestión, hemos aconsejado a quienes han querido escuchar, que la verdadera cuestión es abordar qué conocimientos, cómo estructurarlos, y qué competencias elicitarán con ellos. Es decir, no es un conocimiento vs competencia sino un conocimiento y la competencia. Dicho de otra manera, la pedagogía no ha descrito que los conocimientos sobran y que lo importante es la competencia.

Como en cualquier acción humana existen controversias y la pedagogía no es ajena. Ni todos los médicos son excelentes profesionales, ni tan siquiera todos los pilotos de avión lo son. Pero por algún infortunio producido es inconcebible que docentes puedan lanzar opiniones tan débilmente argumentadas que sonrojan al más generoso de los lectores.

No seré yo quien defienda la Logse. Es público y notorio que he sido particularmente crítico con todas las últimas iniciativas legislativas y precisamente lo soy porque utilizan el nombre de la pedagogía exento de criterio y sin evaluar –en eso sí estamos de acuerdo– que política educativa no es sinónimo de ideología educativa.

Las leyes tienen un efecto limitado. Tampoco sería riguroso el achacar la situación educativa española a las citadas leyes. Quizá los centros educativos, los docentes, los padres y en menor medida, los alumnos tengamos algo que ver.

Cientos de miles de pedagogos trabajan diariamente no sólo en el sistema educativo reglado. Son multitud los ámbitos donde la pedagogía está presente. Los datos sobre la empleabilidad y durabilidad de los pedagogos sitúan a esta ciencia en un marco superior que la psicología, por poner un ejemplo. Y no exclusivamente en el sector público, sino en el privado. La pedagogía en sí no ha abandonado jamás su sitio. Otros por lo visto sí.

Enrique Castillejo y Gómez es presidente del pro-Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedagogos de España y presidente del Colegio Oficial de Pedagogos y Psicopedagogos de España

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