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Las aventuras (pedagógicas) de Tom Sawyer

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El anonimato hoy, al margen de la ficción y la materia literaria, es una rareza, una anomalía artificial y descartada. Quien se esconde detrás de un avatar lo hace movido por causas diferentes aunque el objetivo protagónico es el mismo. La perseverancia nos define y determina. Cuesta abandonarnos y apenas logramos desentendernos de lo que nos ha caído en suerte, el conjunto de afanes que nos resume y configura. Ya desde los primeros pasos insistimos porque nos va la vida en ello, es decir, llamamos de continuo la atención. El niño busca constantemente ser atendido, reafirma su identidad sorteando la insidiosa quietud que conlleva la parálisis. Aquí lo esencial es salir del pozo ciego de la indiferencia.

Si en nuestro Lazarillo de Tormes las peripecias del protagonista son tan crueles que no dejan espacio para el desarrollo de la libertad (Lázaro es víctima continua de imposiciones e imposturas), en Las aventuras de Tom Sawyer esa libertad es explorada como contraparte a la oscuridad que define cualquier vida condenada a pasar desapercibida. Varios ejemplos: El cementerio desde el cual Tom Sawyer presencia escondido (junto a Huckleberry) el asesinato del doctor Robinson; la isla a la que más tarde huyen para refugiarse y hacer vida de piratas: comprobarán que entre los deseos y la realidad habitan demasiados imponderables; la cueva donde Tom Sawyer y su amiga Becky quedan atrapados; la casa, en fin, abandonada e ideal para jugar a buscar tesoros escondidos y que termina abriendo la posibilidad real de encontrar uno verdadero… Escenarios todos aglutinadores de los miedos ocultos, la intimidad secreta y solitaria, las zonas sombrías e indescifrables de la realidad. También de la presencia de los otros como agarraderos para reconocernos y salir a flote.

Estas experiencias de crecimiento (ambas son novelas de aprendizaje) se reproducen y desarrollan también en las aulas. Las escuelas son lugares en las que los valores cívicos y democráticos se ponen en práctica de manera explícita y transversal. La solidaridad, la empatía, la bondad o la ayuda mutua –inculcadas a diario como vías de resolución de conflictos y progreso social–  abren espacios y oportunidades para el repliegue personal y el anonimato, para la discreción como baluarte contra nuestra innata voluntad expansionista, los anhelos insaciables por atraer las miradas y alcanzar cierto valor con el que ir construyendo un carácter, una personalidad, un aprendizaje.

Las escuelas son lugares en las que los valores cívicos y democráticos se ponen en práctica de manera explícita y transversal

La orfandad literal de Tom Sawyer –criado por su tía Polly– abre paso a la metafórica. No es preciso tener presente el eco de las corrientes psicoanalistas para observar el impulso vital que mueve al protagonista a elevarse por encima de sus circunstancias cotidianas y salir transformado, un impulso constante y voluntarioso por protagonizar su vida y evitar los papeles secundarios, vagar entre bambalinas. Sófocles a lo desmedido del ser humano lo relacionó con lo apolítico y apátrida, con quien comete el atrevimiento de no participar de la mediocridad circundante. Más tarde será Caulfield, el antihéroe de Salinger en El guardián entre el centeno quien tomará el relevo en clave nihilista.

Para todo ello se requiere la libertad y la valentía de salir a escena y recibir la mirada escrutadora de los otros y la satisfacción simultánea del reconocimiento y del aprendizaje. Buscar el aplauso admirativo de los iguales es una magnífica herramienta pedagógica. De hecho uno hace méritos constantes para sentirse querido, para elevarse sobre sí y cumplir con el deber de estar en el mundo y no perder la oportunidad de entenderlo y hacerlo entender a los demás.

La semana pasada, el primer día de clase, una vez hechas las primeras presentaciones, dediqué los primeros minutos a pedir a mis alumnos/as de 3º de Primaria que escribieran su nombre en un folio y dibujaran las letras en grande para poder dirigirme a ellos sin error. Durante los primeros días estuvimos realizando actividades de conocimiento grupal y re-pasamos contenidos del curso anterior. El viernes, a última hora, pregunté cuál había sido la actividad más interesante para ellos. La mayoría contestó que escribir su nombre.

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