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Prevención personalizada

Jesús Asensi
Profesor de Religión
30 de enero de 2023
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Nuestra sociedad ya es sabedora de la gravedad y de la realidad del suicidio juvenil y por eso se están revisando los protocolos de actuación para la prevención del suicidio en los centros escolares. En esos protocolos se insiste en que el papel del maestro y de la familia es fundamental para detectar a los niños y adolescentes que se encuentran, por las razones que sean, en una situación de riesgo. En cuanto se encienden las luces de alarma, todo el protocolo de actuación se pone en marcha. La cuestión es qué pasa con esos jóvenes que no muestran signos externos de la tormenta psicológica que se está produciendo en su interior.

Si de verdad queremos prevenir actuaciones suicidas en los niños y adolescentes, las familias y los docentes tendrán que ir un poco más allá de lo que establecen estos protocolos. La clave no será ofrecer cercanía y vías de comunicación fluidas a aquellos jóvenes que se muestren vulnerables, sino a toda la comunidad educativa. El diálogo, el crear vínculos afectivos, la preocupación continua por el otro debería ser algo normalizado en los centros escolares. Y esto supondría institucionalizar el trato personalizado en los hogares y en el colegio. Un trato personalizado que va mucho más allá de tratar de forma individualizada a cada miembro de la comunidad educativa. Se trata de tener en cuenta todas las dimensiones de la persona que tenemos a nuestro lado: la afectiva, la cognitiva, la volitiva, la corporal y la espiritual.

Está muy bien, y es necesario, que en los colegios, y también en las familias, se dé ese diálogo grupal o familiar, esas tutorías de aula donde se tratan las dificultades y las ilusiones de cada uno de sus miembros. Pero se deberían planificar de forma regular tutorías y diálogos personalizados con cada uno de los alumnos. Crear vínculos afectivos entre docentes y discentes sin que importe si están o no en riesgo de dar un paso trágico en sus vidas. Está claro que habrá que priorizar si los recursos son limitados, pero de ese modo no podremos ayudar a todos aquellos que necesitan ayuda.

Veremos si la próxima ley educativa, ésa que llegará cuando cambie el color del Gobierno, prevé reducir la dedicación lectiva de los docentes para que puedan atender personalmente a cada uno de sus alumnos. Y la cosa no debe quedar ahí, pues nadie da lo que no tiene: la formación continua en el desarrollo de tutorías personalizadas tendrá que ser una prioridad en todos los centros educativos.

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