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Incomprensible perversión

Jesús Asensi
Profesor de Religión
24 de abril de 2023
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El aburrimiento perenne y consentido es una fuente de diversiones malsanas y quizás por esto mismo a esas dos chicas se les pasó por la cabeza una idea retorcida y de posibles consecuencias terribles e irreversibles.

Las dos repetían sexto de Educación Primaria y el aprovechamiento de esa nueva oportunidad académica estaba siendo nulo. Iban a pasar al instituto con un nivel ínfimo de lectoescritura, sin ningún hábito de trabajo y sin haber creado vínculo alguno con el resto de sus compañeros o con alguno de sus maestros. Y un buen día, sin previo aviso y sin ningún motivo aparente, las dos empezaron a golpear sus pupitres con las palmas de sus manos mientras gritaban un “¡para, maestro!, ¡para!”. En el aula, en esos momentos, sólo estaban esas dos chicas, una compañera más pequeña y un maestro. Éste se quedó paralizado durante unos segundos, sin saber muy bien qué hacer y finalmente salió a toda prisa de la clase y fue en busca del tutor de esas dos alumnas para contarle lo que acababa de ocurrir. Y ahí se puso punto final a una historia que podía haber acabado muy mal para ese maestro si no llega a reaccionar a tiempo y si el tutor de esas chicas no las conociera como las conocía.

¿Es posible que alguien acuse con falsedad a otra persona? Claro que es posible, por muy incomprensible que parezca. Por eso no hemos de juzgar a una persona sin oír antes su propia versión de los hechos y sin dejar de observar que las calumnias, aún las que se lanzan de forma inconsciente, no tienen edad ni género.

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