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La CE acusa a los padres de ‘dimitir´ en el proceso educativo

Ser padre no se aprende, pero tampoco es excusa para delegar en otras instituciones. La escuela, además, debería asumir algunas tareas más de las que tenía hace unos años. Así, padres y docentes deben darse la mano. Es lo que propone la Comisión Europea.
Miércoles, 14 de febrero de 2001
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Autor: María Eugenia VICENTE

El Pleno de la Asamblea Parlamentaria de la Unión Europea aprobó el pasado mes de enero el informe denominado La responsabilidad de los padres y los profesores en la Educación, que fue presentado a la Comisión Europea de Educación y Cultura por el senador de CiU por Lleida y representante español del Consejo de Europa, Josep Varela i Serra. Según comenta el senador “aunque el título del documento apela a la resposabilidad que tienen los profesores en el proceso educativo, leyendo el texto puede apreciarse que son los padres quienes han dimitido en este proceso”.

Por su parte, los padres no desmienten del todo esta teoría. Como indica la presidenta de Ceapa, Eulalia Vaquero, “antes la sociedad tenía unos valores más hegemónicos que trasmitir a los hijos. Hoy las cosas se han vuelto más complejas y las fuentes de información son inabarcables. De esta manera, los roles se trasmiten no sólo a través de los padres y maestros, sino también por los medios de comunicación y las Nuevas Tecnologías. Y esto muchas veces escapa a nuestro control”. Detrás de esta situación de cambio surge uno de los problemas que se están extendiendo por las aulas como una mancha de aceite: los docentes son incapaces de dominar a una clase y pasan más tiempo imponiendo orden que impartiendo las diferentes materias del currículo.

Llegados a este punto, el sociólogo de la Educación, Rafael Feito considera que debe matizarse la acusación a los padres de participar poco en el proceso educativo de sus hijos. Feito afirma que “si no existe un marco en el que los propios miembros del centro establezcan una referencia previa de cómo son y cómo quieren actuar, será muy difícil implicar a otros agentes, en este caso los padres”.

Con el ánimo de no señalar culpables, el informe presentado por Varela i Serra pone el acento en “la necesidad de que la comunicación entre padres, chicos y escuelas sea fluida y constante”. Incluso anima a la participación en el proceso de ONG, asociaciones y cuerpos no pertenecientes al mundo educativo. Para no tirar la piedra y esconder la mano, el informe de Varela i Serra propone, entre otras acciones, hacer que la relación entre profesores y padres de alumnos se convierta en una de las partes más importantes del proceso educativo. Así, el hecho de que el docente quiera entrevistarse con el padre no tiene que ser valorado por éste de forma negativa. De esta manera, el trabajo apela a una actitud positiva por parte del docente “que anime al padre a involucrarse en la vida escolar”. Para conseguir ésto es muy importante que la Educación se convierta en la prioridad de las políticas europeas, que se desarrolle la formación de los progenitores, que mejore la preparación inicial de los docentes, y que se valore la labor del profesorado por la sociedad.

La modificación de la estructura familiar ha sido una de las causas de este cambio que hace que la escuela asuma más responsabilidades de las que tradicionalmente ostentaba. Eulalia Vaquero reconoce que “es verdad que cada vez le pedimos más a la escuela y le responsabilizamos de nuestras carencias como padres. Pero hay que pensar que hoy en día es el lugar donde más tiempo pasan los chavales, donde más se relacionan. Ante este escenario valdría la pena replantearse el papel de la escuela”. Rafael Feito, por su parte considera que “echar la culpa de los problemas de la enseñanza a los cambios en la estructura familiar es un argumento peligroso. Parecería que en esta dejación de obligaciones, las culpables del cambio son la mujeres”.

Para el senador Varela i Serra “las dificultades crecientes a las que se enfrentan hoy los centros educativos deben atribuirse a los padres, que en parte por comodidad y en parte por desconcierto han ido delegando en los profesores”. La solución es fácil: “Los hijos necesitan estar más tiempo con sus padres y, por supuesto –continúa el senador– tienen que saber decir que no”.

Pero no son sólo los padres los que deben asumir responsabilidades. Los docentes también deben establecer una relación sincera de colaboración con las familias y, sobre todo, como indica Vaquero, “la escuela debe darse cuenta de que tiene que responder a las necesidades de la sociedad, no sólo de la familia”. De esta manera tendrá que asumir otros servicios y para que este modelo funcione debe hacerse bien. Empezando por una mayor formación del profesorado y, por encima de todo, la recuperación del status de la función docente. Como indica el informe aprobado por la Comisión de Educación de la UE “el hecho de que el profesor recupere su prestigio no es sólo una cuestión de dinero. Se trata de agentes determinantes a la hora de trasmitir a los jóvenes valores como el respeto, cualidades como la responsabilidad y todo el bagaje cultural que se desprende de la enseñanza de las materias”.

Finalmente, el informe quiere dejar claro que “padres y escuela deben caminar juntos en el proceso educativo”. Para conseguir este objetivo, las autoridades no deben volver la vista. Así, según Varela i Serra, “sería muy recomendable introducir programas de debate sobre la Educación en la televisión pública, así como introducir mejoras en las legislaciones de los gobiernos de manera que la compatibilidad de la vida familiar y laboral sea más fácil que ahora”.

Los padres se defienden

Todos los integrantes de la comunidad escolar les apuntan con el dedo, son los padres los que han dimitido en la tarea de educar, y esa dejación se ha convertido en un problema para la escuela. Ya lo comenta Josep Varela i Serra “los padres, en parte por comodidad y en parte por desconcierto ante las nuevas formas de vida, han ido delegando sus atribuciones educativas a los profesores”. Sin embargo, los padres tienen muy claro que ellos son el primer agente socializador y que, aunque las cosas hayan cambiado, no han renunciado a la parte educativa de la crianza de sus vástagos. Eulalia Vaquero quiere resaltar que “no hablamos de aparcamiento de niños. Tiene que haber mucha implicación política y social en la docencia que se imparte en la escuela”. Y reivindica: “ya es hora de invertir dinero y tiempo en un debate sobre lo que debe ser la escuela a partir de ahora”.

Aquí habría que observar la responsabilidad que pueden tener los centros en la escasa participación de los padres en la vida escolar. El sociólogo Rafael Feito aclara: “No hay que olvidar que la escuela es una institución cerrada y que no suele recibir de muy buen grado a los agentes que no pertenecen a ella directamente”. Feito pone el acento en el hecho “de que ningún centro establece un programa serio y bien pensado de cómo funcionan y de los objetivos que pretenden alcanzar. En suma, el proyecto educativo del centro ha quedado en agua de borrajas”. Y cuando no hay una referencia clara de actuación es muy difícil que otros colectivos se impliquen, en este caso, los padres.
Así, como finalmente recomienda Varela i Serra, “los dos colectivos, padres y educadores, unidos tendrán más fuerza para exigir a las autoridades educativas los recursos humanos y materiales para mejorar el sistema educativo. Por separado serán menos eficaces”.

 

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