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Teme al hombre de un solo libro

Los fundamentalistas más peligrosos no son capaces de comprender el sentido de palabras como "alegoría" y "metáfora" aplicadas al Corán.
Miércoles, 19 de septiembre de 2001
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¿Qué puede llevar a un hombre a pilotar con tal determinación el avión que causará miles de muertes, entre ellas la suya? Es quizás la primera pregunta que viene a la cabeza al contemplar por enésima vez esta imagen. Para contestarla habrá que introducirse en el complejo mundo islámico –compuesto por uno 900 millones de personas– y hacer un breve repaso de su historia.

Tras la muerte de Mahoma, el año 10 de la cronología musulmana (año 632 de nuestra era) son elegidos consecutivamente califas algunos de sus fieles, tras las preceptivas reuniones del consejo. Esto marca el inicio de la primera y principal división del islamismo en tres ramas: sunnitas, chiítas, y jariyíes.

Los sunnitas defienden que las mejores generaciones de musulmanes fueron las tres primeras, que extendieron el imperio de un confín a otro del mundo, y que los cuatro primeros califas son justos . Tras ellos separan las funciones de gobierno de las de transmisión de la fe, de jurisprudencia y espirituales. Esta corriente, mayoritaria aún hoy día, es en principio la más moderada, y se impuso a los demás con la posterior instauración de los Omeyas en Damasco. Se autodenominan los ortodoxos, y siguen principalmente cuatro escuelas de interpretación coránica. Su punto en común es aceptar la Sunna como fuente de la Ley.

El mesianismo chií

Por su parte, los chiíes defienden que el profeta tenía la cualidad de isma (infalibilidad), que debía ser poseída también por sus sucesores, que habían sido purificados. Estos eran Alí, el yerno de Mahoma, su hija Fátima, y la descendencia de ambos, y por tanto debían tener tanto el poder temporal como el espiritual. Pero el último descendiente desapareció en la mezquita a mediados del siglo IX. A partir de entonces, los chiítas se gobernaron por “un hombre justo” cuya misión principal era preparar la vuelta de los elegidos, los inmaculados, los infalibles, que volverían a gobernar el pueblo: es la llamada Parusía. Naturalmente, este carácter mesiánico ha favorecido la aparición periódica de impostores que, con la promesa de resucitar las glorias pasadas, han arrastrado al pueblo a innumerables luchas. Pero si algo caracteriza a los semitas es saber esperar…

Y, por fin, los jariyíes, que defienden que nadie debió ser elegido califa, pues el único gobierno legítimo es el de Allah. Se rigen por unas leyes particulares y están reducidos a algunos poblados del norte de África.

El fundamentalismo

Pero es a partir del s. XVIII cuando aparecen los movimientos fundamentalistas más conocidos y peligrosos, el wahhabismo y el salafismo, cuyos efectos aún sufrimos. El más importante es el movimiento establecido por Muhammad ibn Abdel Wahab (1699-1791), árabe de tradición sunnita que se inspiró en un hereje árabe, ibn Taimiiah, que vivió cuatrocientos años antes. La doctrina de Wahab negaba la validez de las visiones sunnita y chiíta, e incluso llegaba a considerar herejes o malos musulmanes a los que no piensan como ellos, algo tremendamente ofensivo para cualquier musulmán honrado.
Según los sunnitas, los wahhabitas no siguen ninguna de las escuelas aceptadas, y no son capaces de comprender el sentido de palabras como alegoría y metáfora aplicadas al Corán. Al emplear sólo determinados versículos, y tomarles por su sentido literal, llegan a la conclusión de que el resto de los musulmanes caen en el politeísmo, son herejes por fumar o ver la televisión, y como consecuencia son despreciados.

La familia Saud

Tras unos inicios difíciles por las condenas de los principales maestros del Corán, sus ideas se fueron difundiendo hasta que llegaron a Muhammad ibn Saud, emir de Dariyya. Los Saud aprovecharon esta combativa ideología para incrementar su poder, someter a los demás clanes vecinos y aumentar su territorio. Pronto, todo aquel no-wahhabi había sido exterminado.

La familia Saud vio pronto las posibilidades de liderazgo y utilización política de la nueva ideología y gracias a ella dominaron gran parte de la península arábiga. Hoy es el único país del mundo que lleva el apellido de su dueño, y es el principal financiador de los grupos fundamentalistas: es Arabia Saudí.

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