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Preposiciones ante la Reválida

A, ante bajo, contra... la reválida. Las declaraciones de Isabel Couso han tenido la virtud de marcar la salida en la que se espera polémica carrera de la Ley de Calidad. José Manuel LACASA analiza hasta qué punto se encuentran distanciados unos y otros ante las nuevas reformas. En la imagen, rueda de prensa tras la Conferencia Sectorial.
Miércoles, 13 de febrero de 2002
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Precisamente camino de cubrir la Conferencia Sectorial de consejeros de Educación, en esa especie de juego de la oca que es Madrid –de zanja a atasco y te paras porque te toca–, el enésimo informativo radiofónico sobre las reformas impulsa al taxista a comentarme “eso de los itinerarios”. Como no sabe a qué me dedico, le voy tirando de la lengua a medida que se desarrolla la conversación. Y lo que me cuenta, no por conocido, deja de ser preocupante: “Sí, algo hay que hacer. No sé cómo las cosas han llegado a este punto, pero se debía haber evitado antes. Yo tuve que sacar a mi hijo del instituto porque se estaba acostumbrando a un nivel muy bajo de exigencia y nadie hacía nada por evitarlo. Menos mal que me di cuenta y lo cambié a otro donde le apretaran más”.

Reforma necesaria

Escuchar por la mañana a este hombre antes de enfrentarse a los políticos no es un mal ejercicio. Por un lado, a la mente acude la cita de Pilar del Castillo, “la demagogia perjudica a los más débiles” (en realidad, uno de los pocos axiomas de la Historia), pero también en cómo pueden beneficiar las medidas propuestas por el Ministerio a tantos padres y chavales en situaciones similares.

Porque lo evidente por el momento es que se necesita una reforma –y eso no lo discute ya absolutamente nadie–, pero que lo importante de ésta no son sólo las líneas generales, sino la letra pequeña, precisamente la que aún no se conoce.

Por eso, la mayoría de las reacciones se han ajustado a la prudencia, y sobre todo se ha criticado el método de los “globos sonda”, que aunque de momento parezca dar buen resultado, a la larga resultan contraproducentes. Por ejemplo, USO valoraba positivamente la intención de reformar la estructura y el sistema de evaluación de la Secundaria, pero lo dicho hasta ahora es “poco ambicioso”, y además plantea interrogantes como si “tal medida va facilitar un sistema restrictivo de selección en algunas facultades”. FSIE, por su parte, ha apoyado con menos reservas las medidas, pues piensa que la PGB mejorará el nivel de exigencia, reducirá el fracaso escolar y nos hará avanzar en la homologación co Europa.

Los sindicatos “funcionariales” han reaccionado más cautamente, sin grandes apoyos ni condenas. Al contrario que, por ejemplo, UGT, que acusa a la ministra de continuar con sus métodos “autoritarios y prepotentes”, al anunciar unas medidas cuando apenas ha comenzado un nuevo proceso de diálogo. Para este sindicato, este proyecto convertirá el proceso educativo en una carrera de obstáculos para los estudiantes, a la vez que deja muchas lagunas sin cubrir.
Sin embargo, UGT-Cataluña parece apoyar en principio la línea de las reformas, aunque siempre considerándolas como un punto de partida para comenzar a negociar. Para ellos, es prioritario intentar llegar a un pacto, y no plantarse en posturas inmovilistas. Por ejemplo, no consideran “segregadores” los itinerarios (palabra, por cierto, que siempre está en boca de Carme Laura Gil, consellera de Educación catalana, cuando habla de establecer varias vías).

Por su parte CCOO considera que es una reforma “mirando al pasado desde una concepción elitista”, y valora muy negativamente el establecimiento de itinerarios.

Los más críticos han sido, por supuesto, los estudiantes, que han anunciado movilizaciones para el próximo mes.

Aunque la respuesta que más ha ocupado en los medios de comunicación ha sido la del principal partido de la oposición, al “plantarse” frente a la reválida. Para Amparo Valcarce, portavoz de Educación del PSOE en el Congreso de los Diputados, es evidente que se necesita una prueba que homologue a los alumnos de la Pública y la Privada y establezca un criterio objetivo para todos los alumnos españoles. Pero no están dispuestos a apoyar una “prueba de término”, es decir, aquella que pueda dejar a un alumno que ha aprobado la etapa sin ningún título. “Por el contrario, somos partidarios de una única prueba que faculte para iniciar una nueva etapa, la de la Universidad”.

Multiplicar pruebas

Para Amparo, es imprescindible además que las pruebas no se multipliquen, que se garantice que sea única: “no se puede convertir en una sucesión de pruebas, pues incluso aún no han desmentido que no vaya a existir una prueba al finalizar la ESO. Por no hablar de las que pueden poner las universidades”.
Para Valcarce, además, está de acuerdo con que la promoción automática es ineficaz y ha fracasado, pero no considera que la repetición vaya a servir para mucho. “Lo que hay que hacer es una reforma para los profesores y contando con ellos, ofreciéndoles más apoyo, medios y formación”. Además, considera que el debate lo que no trata es el enorme fracaso escolar, que cifra ya en un 30 por ciento, ni aporta soluciones.

No hay por tanto diferencias insalvables, nada que muchas horas de trabajo conjunto no puedan limar. Hay que mejorar desde lo que tenemos, y es lo suficientemente difícil como para no prescindir de ninguna persona inteligente.

Javier Fernández Vallina, consejero de Educación de Asturias: “No estamos de acuerdo con este planteamiento de reválida”

El batiburrillo montado tras las declaraciones de Couso tuvo muchas interferencias, y quizás hablaron demasiado políticos cuya relación con la Educación acabó en su época de estudiante. Las más divertidas fueron las de Caldera, cuando achacó a la ex ministra Esperanza Aguirre unas declaraciones que no pasaron de ser un genial chiste de los muñegotes del plus (sí, ese de Sara Mago). O el recurso fácil a un franquismo cada vez más demodé. Otras voces en el PSOE aportan algo más de sentido común. Uno de ellos es Javier Fernández Vallina, consejero de Educación asturiano, que al término de la rueda de prensa conjunta de los consejeros, explicó claramente su postura ante los tres puntos anunciados.

Por un lado, dejó claro que el PSOE es partidario de una prueba de homologación nacional, pero que discrepa en la forma de llevarla a cabo. A su juicio, la prueba debe ser ”externa al sistema”, es decir, no debe hacer depender el título de Bachillerato de un examen, sino que tal prueba debe sólo homologar el nivel para aquellos que quieran dar el salto a la Educación superior.

Ante los itinerarios, insistió en que lo que hay que evitar es que estos sean segregadores, especialmente ese cuarto itinerario que se ha anunciado hace poco y que cubriría a los alumnos de Garantía Social. Aunque matizó que las propuestas son de momento más bien escasas en contenido y definición, y que así es muy difícil hablar claramente. “Tan sólo puede uno defender su postura, de momento hay poco con lo que discrepar”.

Sobre la eliminación de la promoción automática, tan sólo matizó que la repetición infinita no es la solución, aunque la LOGSE no haya resuelto el problema.

De lo que se quejó especialmente Vallina fue de la falta de papeles y propuestas concretas, de que se tuviera reunidos a todos los consejeros y ni siquiera se ha aprovechado para plantear las cosas con seriedad. “Como siempre, todo se pospone para la próxima reunión”. A su juicio, esta falta de diálogo y apertura negociadora clara del Ministerio es la que luego va a traer los problemas que se quieren evitar. “El MECD es muy libre de proponer lo que quiera para reformar la Educación española, pero eso no impide que pensemos que su reforma no vaya por el buen camino, y que pensemos que el debate se debe abrir más, y plantear las cosas abiertamente y con tiempo para discutirlas en profundidad. No se debe tener miedo al debate público, a contar con los profesores y los alumnos”. 

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