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¡Viaja con la mente!

Los jóvenes, “obligados” a leer las “Rimas” más románticas de la
Literatura española con 15 o 16 años, prefieren ocupar su tiempo libre saliendo con los amigos o viendo la televisión. Sólo recomendándoles obras acordes con sus preferencias se acercan “con gusto” a la lectura.
Miércoles, 5 de junio de 2002
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Salir con los amigos, ir a la discoteca o ver la televisión ganan por goleada a la lectura, que parece el patito feo entre las actividades preferidas por los jóvenes en su tiempo de ocio.

Pero el peor de los jugadores no puede ser el único culpable de que el equipo no meta un gol. ¿Quién es entonces el culpable de que el contrario nos gane? ¿El entrenador? ¿El árbitro? ¿El campo de juego?

Puestos a ganar el partido, comencemos por asumir que no hay recetas mágicas para entusiasmar a los más pequeños en la lectura, aunque todos los expertos coinciden en señalar que la enseñanza de la lectura debe considerarse una actividad lúdica: un descubrimiento divertido en un ambiente alegre e imaginativo. Como Kovacs, por ejemplo, muchos investigadores sostienen que desde el punto de vista científico el aprendizaje de la lectura debe comenzar a los dos años, ya que a esa edad, los niños son capaces de ver, símbolos, interpretar que son palabras, o sonidos, descifrar su significado y organizar la expresión de las palabras que se leen.

Las cifras cantan

De hecho, sólo con la implicación de las familias y los profesionales de la Educación desde la infancia se podrán invertir los datos revelados por el Centro de Investigación y Documentación Educativa (CIDE), del MECD, según los cuáles, un 26 por ciento de los jóvenes en 4º de la ESO no leen nunca o casi nunca, frente a un 37,8 por ciento de lectores ocasionales y un 36,2 por ciento de lectores frecuentes.

Además, un 27,45 por ciento de los jóvenes afirma leer menos o mucho menos que hace dos años, lo que supone un importante varapalo al Plan de Fomento de la Lectura que, aún dirigiéndose de forma especial a los jóvenes, no ha cosechado grandes éxitos.

Pero según el informe, “la lectura no puede competir con otras aficiones”, ya que entre diez actividades que los adolescentes pueden realizar en su tiempo libre, leer ocupa la penúltima posición en sus preferencias, sólo superada por el “no hacer nada”.

Comprobado entonces que parece imposible vencer “al enemigo”, lo mejor quizá sea optar por “unirse a él”. Y es que el gusto por la lectura tiene poco que ver con los planes ministeriales o los congresos internacionales y mucho más con lograr que los jóvenes se enganchen a los libros, aunque sean electrónicos, musicales, a través de obras de teatro o mediante películas de cine. Si los jóvenes disfrutan en su tiempo libre saliendo con los amigos, viendo la tele o navegando por Internet, los libros deben salir a la calle, ocupar las pantallas de los ordenadores y hasta invadir el mundo del móvil. No obstante, además, los libros quizá hablan hoy un lenguaje que los jóvenes no entienden o, mejor dicho, que no les interesa.

Distintos lenguajes

Un ejemplo de esto está en el número de horas semanales dedicadas a leer según el tipo de obras y de contenidos, ya que los jóvenes no leen sólo por placer, sino también como parte de sus obligaciones escolares.

Sin embargo, el informe del CIDE, referido al primer trimestre del curso 2001-02, “la mitad de los chicos y chicas de 15 y 16 años lee libros escolares entre una y tres horas a la semana, mientras que la tercera parte de ellos dedica más de tres horas semanales a leer libros fuera de sus obligaciones”, sobre todo si se trata de periódicos y revistas, llevándose la peor parte los cómics y tebeos.
Y otra valiosa pista para quienes tienen en su campo la pelota de hacer que los jóvenes (y no tan jóvenes) lean, pasa por atender a los temas preferidos por los adolescentes: obras de terror, de aventuras, de misterio o espionaje y de humor. Sin embargo, contra todo pronóstico, las obras obligatorias y recomendadas de forma más generalizada por los docentes de Lengua y Literatura en 4º de la ESO implican la lectura de las “Rimas y leyendas”, de Gustavo Adolfo Becquer, que gana por goleada en el 50,35 por ciento de los centros, seguido de otras obras como “El camino”, de Miguel Delibes; ”La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela, o “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García. Lorca. Otros autores clásicos como Pérez Galdós, Pío Baroja, Gabriel García Márquez o Leopoldo Alas Clarín. Y todo precisamente cuando tanto las obras de poesía como las de Literatura clásica e histórica se encuentran entre las lecturas menos preferidas por los adolescentes.

En resumen, que si encima de que la lectura no debe nunca ser una práctica “obligatoria”, lo que más se recomienda a los chavales es lo que menos les apetece como las “Rimas y leyendas” (poesía) o “La casa de Bernarda Alba”, (obra teatral con valores rechazados de plano por los más jóvenes en la sociedad actual), resulta hasta comprensible que los adolescentes opten por la televisión e Internet o los periódicos y revistas especializados en sus aficiones y preferencias.

Fallan las tácticas

Pero lo que más nos deja fuera del juego, es el alto porcentaje de jóvenes en nuestro país que no comprenden lo que leen, según los datos del último informe publicado por la OCDE. Un hecho que, por seguir el argot futbolístico “ condiciona el desarrollo del partido”. ¿Qué placer supondrá para alguien leer algo que no comprende? Desde luego, parece necesario concentrar los esfuerzos en darle a los más pequeños las claves para comprender, desde el principio de la vida y para siempre, todo aquello que leen. Porque además sólo así podrán ser críticos con el que ven, oyen o leen.

Lectura fragmentada

Los jóvenes de hoy han nacido invadidos por la cultura de la imagen, los spots publicitarios, la telebasura y los mensajes a los móviles, pero quizá nadie les ha enseñado a pensar, a pararse en los recovecos del lenguaje para descubrir la intencionalidad de los mensajes, y todo aquello que supone leer los párrafos y hacer una pausa para comprobar si se han entendido las ideas principales del texto.

Todo sea por que las mentes viajen, que los jóvenes lean, los padres les apoyen y, poco a poco, los índices de lectura en España superen el techo actual. Si en el campo de fútbol debe primar la deportividad, cuando hablamos de lectura lo importante no es sólo participar, sino ser los campeones de la competición.

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