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Juntos pero no revueltos

La polémica sobre coeducación y diferenciación por sexos ha vuelto a saltar al coincidir el anteproyecto de la LOCE con las intenciones de la administración Bush.
Miércoles, 12 de junio de 2002
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Ya decía Gilbert K. Chesterton a principios del siglo pasado que la cuestión de la coeducación no se resolvía por argumentos a favor y en contra, sino por lo que cada parte pretendía conseguir con ello. Pues consideraba imposible que las barreras profundas que separan a uno y otro sexo cayeran de otra forma que vencidas por el amor, y además una Educación que pretendiera conseguirlo de otra forma no sería especialmente deseable.

La opinión del escritor inglés hay que situarla en un contexto en el que los defensores de la coeducación, aún en minoría, utilizaban argumentos bastante tremendistas y confiaban en exceso en unas virtudes de la Educación conjunta que la experiencia ha rebajado.

No discriminatorio

Al menos así piensa Ángel Trascasa, secretario general de Cofapa –asociación que agrupa a padres de alumnos de colegios de iniciativa social– que lo considera “un problema ideológico y político, pero no real, pues no hay nada que indique que cualquiera de las dos opciones sea peor”. No admite que se hable de discriminación –es más, “le irrita profundamente”– por parte de la escuela o sus padres, “pues no se puede argumentar un tratamiento de inferioridad”.
En su favor, acude a la Convención relativa a la Lucha contra las Discriminaciones en la Esfera de la Enseñanza de la ONU (1962), que en su artículo 2º indica que no será considerada como constitutiva de discriminación “la creación o el mantenimiento de sistemas o establecimientos de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que estos sistemas o establecimientos ofrezcan facilidades equivalentes de acceso a la enseñanza, dispongan de un personal docente igualmente calificado, así como de locales escolares y de un equipo de igual calidad y permitan seguir los mismos programas de estudio o programas equivalentes”.

Trascasa aduce que “ambos modelos no son contrapuestos, sino que son opciones legítimas que pueden coexistir en un mismo sistema educativo”. También es de la misma opinión Juan José Javaloyes, del Centro Universitario Villanueva, pues piensa que “el monopolio en cualquier tema de la Educación empequeñece la enseñanza”.

Basado en diversos estudios, para Javaloyes “en la adolescencia parece prudente, desde el punto de vista escolar, tratar diferenciadamente a chicos y chicas”.

Desigualdades

Sin embargo, no piensa lo mismo Eulalia Vaquero, presidenta de Ceapa, quien tiene claro que “segregar a cualquier grupo con desigualdades, aunque sea para elevar el nivel del grupo en desventaja, lo que se consigue es profundizar en esas desigualdades. Y la Educación separada profundiza en las desigualdades entre los sexos”. Para Vaquero, “llevamos muchos años trabajando por la coeducación, pero ahora hay una intencionalidad clara de volver hacia atrás, de aceptar con toda naturalidad que niños y niñas estudien separados”.

Como escribía Chesterton hace cien años, “es una cuestión sobre qué objetivos tienen realmente los coeducadores. Si son pequeños –cierta conveniencia en la organización, alguna leve mejora en los modales– saben mucho más que yo de todas esas cosas. Pero si tienen objetivos más grandes, estoy en contra de ellos”. 

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