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“Hemos pasado del Nosotros los pueblos a Nosotros los poderosos”

Entrevista con Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz.
Miércoles, 28 de mayo de 2003
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Federico Mayor Zaragoza es el español que más alto ha llegado en el panorama internacional de este siglo. Catedrático de Bioquímica, ex ministro de Educación con UCD (1981-82), fue elegido director general de la Unesco dos veces, en 1987 y 1993. Bajo sus auspicios, la Asamblea General de la ONU aprobó en 1999 la Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz. De allí surge la Fundación Cultura de Paz, constituida en marzo de 2000 en Madrid, con el fin de impulsar el tránsito, en todos los ámbitos del quehacer humano, de una cultura de violencia e imposición a una cultura de Paz y tolerancia.

Nos recibe en su despacho de la madrileña calle Velázquez, y sin media pregunta ya comienza a hablar de la situación internacional: al minuto es fácil darse cuenta de que le quema la sangre. Claramente en contra de esta guerra “injusta” y de la política de sumisión del PP a los intereses estadounidenses, en su análisis de la historia de la segunda mitad del siglo XX haya las causas de lo que está ocurriendo ahora.

La pregunta “¿Cuáles son los objetivos de la Fundación Cultura de Paz?” le lleva a centrarse… durante poco tiempo: “La Fundación Cultura de Paz tiene como objetivo poner en práctica una declaración y un plan de acción que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en septiembre de 1999, y que para la Unesco representó un día muy importante porque era una especie de inflexión en lo que constituye su misión: la misión de la Unesco es construir la paz allí donde nace la guerra, que es en la mente de los hombres”.

En seguida, aclara: “Esto lo tomaron los fundadores de la Unesco del poeta norteamericano Archibald McLeish, uno de los hombres intelectualmente más activos del final de la II Guerra Mundial».

Centra su análisis, mitad histórico, mitad vital, en lo ocurrido desde el final de la II Gran Guerra, haciendo referencia a ese gran espíritu –olvidado injustamente tras el más light espíritu del 68– de “ansia de autenticidad que se vivió en aquellos años, conocido como espíritu del 45, y que dio lugar entre otras cosas, a las Naciones Unidas: “Quiero hacer énfasis que para mí lo que tuvo lugar en el mundo en 1945, después de unos años en que las prácticas más abominables habían sido usadas –genocidio de judíos, gitanos, minorías étnicas; soldados que se inmolaban no por Alá, sino por el Imperio del Sol Naciente–, fue de lo más importante. En aquel momento de gran tensión humana, los EEUU lideraron la creación del único espacio de referencia, del único marco democrático en el mundo: las Naciones Unidas. Y tuvieron el acierto, en San Francisco, de llamarlo la reunión de pueblos. La carta comienza diciendo: ‘Nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a nuestros hijos el horror de la guerra’. Es una gran institución formada por todas las naciones que quieren evitar en el futuro que la guerra sea el recurso ante un conflicto. Sabiendo que los conflictos existirán siempre, pero hay que resolverlos a través de la discusión, el diálogo y el debate”.

“Inmediatamente, ese mismo año en Londres (1945), se crea la Unesco, porque era el sueño de un gran ministro inglés que mientras veía caer las bombas sobre la catedral de San Pablo decía: ‘Esto sólo se arregla con Educación, es el resultado de un mundo poderoso pero sin Educación, sin principios, ni valores, ni ideales que defender’. Hasta tal punto que convocó una reunión de los ministros de Educación de los “gobiernos en la sombra” de los países atrapados en el conflicto bélico y les dijo: Esto que estamos contemplando –estaban llegando las noticias de Auschwitz y otros campos de concentración– demuestra que sólo hay un camino, el de la Educación. Este ministro, Butler, mostró la necesidad de que los países se reunieran para hablar de educación, para que tuviera una trama axiológica, unos grandes valores universales que dieran cohesión a la diversidad infinita de los seres humanos. Si la diversidad es nuestra riqueza, la unión por estos grandes principios es nuestra fuerza”.
“Tres años después, en 1948, se aprueba la declaración universal de los Derechos Humanos, a mi modo de ver el acontecimiento más relevante del siglo XX, porque nos da el horizonte moral, el punto de referencia. Todas las escuelas y todas las aulas –y todos los despachos de los políticos- deberían tener el comienzo de esta declaración: ‘Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad, están dotados de razón y deben comportarse como hermanos».

Para Mayor Zaragoza, en ese punto está lo esencial, ya estaba hecho lo más difícil: “Lo que cuenta es una institución democrática a escala mundial, unos valores y compartir, no sólo los bienes materiales, sino también el conocimiento. Pero esto se interrumpe. En los años 80 EEUU se distancia de la ONU, utilizándola en vez de apoyarla, y pasando de ser una institución preventiva a ser una gran agencia de ayuda humanitaria. Y de ser ‘nosotros los pueblos’, a ser ‘nosotros los poderosos».

En su opinión, aquí se encuentra la raíz de muchos de los males de nuestro tiempo. Y parece que los hechos le van dando la razón.

Que lo vean y lo recuerden

En el transcurso de la charla que mantuvimos con Federico Mayor Zaragoza, le preguntamos –uno de los objetivos de su Fundación es extender la Cultura de Paz en las aulas– qué puede hacer un profesor para evitar que las imágenes de la guerra hagan daño a sus alumnos. Y no se anda por las ramas:

“Depende de la edad: si son chavales pequeños, no soy yo quien debe decirlo: lo sabe mejor cualquier maestra o maestro, el que vive la situación es el que, por medio de explicar, del diálogo, puede curar las heridas que estas imágenes de la guerra hayan podido causar. E insistir en los valores contrarios, como la paz o la tolerancia».

“Pero en el caso de los que son ya adolescentes, no hay que ocultarselo, menos aún para aquellos que ya están cerca de la Universidad: que lo vean y lo recuerden, que mediten sobre ello, que sean capaces de sentir que el niño palestino con un tiro en la frente puede ser su hermano; que entiendan que todos los muertos son iguales, que todos los hombres son iguales”.

Y recuerda uno de los espantos que le ha tocado vivir: “Una masacre cerca de Kigali, 3.000 mujeres y niños asesinados desde hacía un mes, en descomposición. Y vi que del cadáver de un niño, de so ojo, salía una pequeña flor. Esa visión me conmovió. Pero lo que le hizo reflexionar fue la contestación de las autoridades africanas cuando preguntó por qué no eran enterrados: ‘Para que sepan lo que está pasando’, le respondieron”. 

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