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Ser y tener: Una película educativa sobre la Educación

De vez en cuando, el cine nos sorprende con algún éxito que trata el mundo de la Educación. Lo extraño es que en este caso es un documental francés, y no hollywoodiense.
Miércoles, 28 de enero de 2004
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Sin duda, la hermosura sencilla del paisaje –campesino, no romántico– de algún lugar del Auvergne, presente en las cuatro estaciones, coopera a la claridad de esta película. E igualmente –mucho más– los rostros de los niños, sus gestos sencillos y sus miradas limpias. También el encanto de la misma escuela, el alto edificio aislado, la verja…, y todo esto maravillosamente fotografiado. Pero sobre todo –no son arte las cosas mismas sin más– es la sensibilidad creativa de Nicolas Philibert (guión, cámara, dirección, montaje), que ha sabido dar el toque a la realidad haciéndola mágica.

La realidad es esta: “existen todavía, diseminadas por toda Francia, escuelas de una única clase, en la que todos los niños de un mismo pueblo, desde el parvulario hasta el final de la enseñanza Primaria, se concentran en torno a un maestro (…). En una de estas escuelas, situada en alguna parte del corazón del Auvergne, se rodó esta película”.

Ser y tener es, pues, un documental (¿o sólo tiene aspecto documental?) que muestra la vida de una pequeña clase de un pueblo a lo largo de todo un curso. Es cierto que el maestro, Georges López, tiene unas dotes pedagógicas excepcionales; pero, al ser eso verdad, no cabe sino decir que la película, además de una bellísima obra perfecta, es una película muy útil, como modelo, para maestros y profesores.

Uno de los secretos de la captadora gracia de este film es este: muestra la vida; es, si cabe decirlo así, una obra viva. ¡Nada menos! Con la sencillez de lo auténtico, con la inteligencia de lo bien acabado, presenta la ternura de los niños de cuatro años, su admiración ante lo que aprenden, su confianza desarmada; y presenta también las dificultades interiores y de comportamiento de los preadolescentes de diez o pocos más años, su noble reacción ante quien sabe serles amigo. Todo bajo la “autoridad tranquila” de un maestro que es también un creador, un despertador de almas…

La realización cinematográfica –por un periodo de un curso entero– no estuvo exenta de dificultad, de mucha dificultad, y parece sin embargo como si la cámara no existiera ante los niños –104 minutos que pasan como un soplo–; el resultado es de una gran sencillez, ofrece sólo espontánea amenidad y risa, tragedias cotidianas y comunes sufrimientos, diversiones transparentes…
Y se cierra la película como las obras maestras se cierran: con un final admirable, tan simple, y al mismo tiempo tan cargado de sentimientos y de ideas, que enriquece la mente y duele en el corazón, y lo esponja.
Pedro Antonio Urbina

Nicolas Phillibert, director de cine: “Los espectadores tienen ganas de compartir el film”

El francés Nicolas Philibert es el director de Ser y tener, el documental francés sobre un maestro de Primaria –hijo de inmigrantes andaluces– y sus alumnos de una escuela rural de Auvernia.

—¿A qué factores atribuye la gran aceptación de Ser y tener?
—Para entender los motivos del éxito, hay que analizarlos a posteriori. Ahora me doy cuenta de que la escuela interesa a millones de personas, porque todos hemos ido a la escuela, o tenemos hijos. Hay un interés general por la Educación. Es un tema que refleja una inquietud en la sociedad. Yo creía que este fenómeno sólo tenía lugar en Francia, pero me he dado cuenta de que también es así en Alemania, en Inglaterra y en otros países que he visitado. En un clima de violencia como el actual, de repente aparece una película que supone una ruptura con la imagen de violencia, droga y clases masificadas que refleja la Educación moderna. Ser y tener muestra una escuela tranquilizadora, con tiempo para arreglar todos esos problemas, para aprender a respetar, a hablar los unos con los otros, etc. Esto tranquiliza al espectador y da ganas de ir a ver la película.
Las personas que han visto la película se dan cuenta de que el documental no tiene por qué ser algo didáctico, serio, aburrido… sino que puede ser como la ficción, con una narración y una historia ligada a emociones.
Además, ha sido muy importante el boca a boca. Los espectadores tienen ganas de hablar de la película y de compartirla con sus compañeros y familias.

—¿Cómo se prepara un documental como éste?
—No me documenté, no pasé mucho tiempo leyendo libros sobre pedagogía. Cuanto menos sé del tema, mejor me va, porque no me interesa el documental didáctico, pedagógico, eso corresponde a la televisión. Pasé muchísimo tiempo eligiendo la escuela, contacté con más de 300 colegios, visité unos cien. Estuve cinco meses contactando con clases y profesores. Por lo tanto, hubo una especie de preparación. En este sentido, sí que he pasado mucho tiempo preparando la película. Cuando digo que no preparé nada me refiero a que, al llegar a la escuela para empezar el rodaje, no sabía lo que iba a hacer.

—Trabajar con niños tan pequeños debió de suponer una gran dificultad. ¿Cómo logró esa naturalidad de los pequeños?
—No hay recetas mágicas. Yo traté de no hacer diferencias entre los niños y los adultos. Para mí se trataba de trece personas distintas, trece seres humanos. No creo que haya un método concreto. Hay niños más espontáneos y los hay más tímidos. Es fundamental crear un clima de confianza para que todo sea natural.
Lo importante es hacer entender a los que estamos filmando, sean niños o adultos, que no les vamos a filmar a escondidas, a cualquier precio. Esto no es un “Gran Hermano”, no hay una cámara escondida durante las 24 horas. Hay que respetar que los niños aceptan la cámara en unos momentos y en otros no, porque pasan por alguna dificultad o por otras razones.

—¿No actuaban los niños al ver una cámara?
—No se trataba de hacernos invisibles, sino de que nos aceptasen. Es diferente. Yo estaba presente, y si, por ejemplo, Axel está tratando de hacer un ejercicio, estoy a su lado, estoy con él, atento. Es como cuando alguien va a hacer algo difícil y le dices: “¡Ánimo, estoy contigo!”.

—El profesor que vemos en la película, Georges López, es extraordinario en lo personal y en lo profesional. Debe de haber sido muy difícil encontrar a un maestro tan ideal.
—La elección del profesor no ha sido algo alejado de la realidad, y no se puede separar del conjunto. He elegido una escuela con su profesor, sus alumnos y su pueblo. Me pareció que López podía convertirse en un personaje fuerte. Pensé desde el primer momento que tenía una personalidad muy compleja. Es alguien bastante abierto y atento con los niños, y por otro lado es muy misterioso.

—¿Por qué la cinta indaga tan poco en la intimidad de López, cuando sí lo hace con algunos alumnos?
—Efectivamente. No sabemos nada de su vida, si vive solo, si está casado… El cine necesita de esas sombras, de esos agujeros. Esto es lo que diferencia el cine de la televisión. La televisión es transparente y todo lo muestra. Sin embargo, el cine juega siempre con lo que se enseña y lo que no, lo que aparece en el plano y lo que está fuera de plano. Si mi película respondiese anticipadamente a todo lo que se pregunta el espectador, no le dejaría sitio para que piense por sí mismo.

—¿Cómo entiende Nicolas Philibert el documental?
—Enseñar cómo un niño aprende a leer puede ser algo muy cinematográfico, pero a partir de ahí no sé lo que voy a hacer. Todo se va a ir haciendo a medida que vaya desarrollándose la película. Esta es la riqueza que para mí tiene el documental. Hay una gran libertad y también una gran fragilidad, porque no tienes un guión, un plan de trabajo. Todo se va a inventar día a día. Esta fragilidad es la que me empuja a dar lo mejor de mí mismo.
Jaime Arsuaga

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