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“La sociedad exige mucho a los docentes, pero los apoya poco”

Entrevista en exclusiva para MAGISTERIO con Gerardo Castillo, profesor de Educación de la Universidad de Navarra.
Miércoles, 14 de abril de 2004
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Autor: José M. Lacasa

Gerardo Castillo es subdirector del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra y autor, entre otros muchos libros, de El adolescente y sus retos (Pirámide, 2000).

—Últimamente la violencia en los centros parece haberse disparado: sólo en España no hay semana en que no aparezca una noticia. ¿Está aumentando realmente o es sólo que los medios se hacen más eco?
—Los profesores de Secundaria dicen que no disminuye la indisciplina y violencia en las aulas. Añaden que los casos de profesores afectados por el estrés y la depresión –con las consiguientes bajas laborales– tampoco disminuyen.

—En algunos países como Francia o EEUU la violencia se ha disparado de tal modo que en algunos centros han asignado policías. ¿Es bueno educativamente hablando?
—En una época en la que asignan educadores a las cárceles (lo que está muy bien) se pretende poner policías en los colegios. Es el mundo al revés. Lo segundo supone dejar a los profesores sin autoridad (y, por tanto, sin función educativa). Además, expresa impotencia y falta de imaginación ante la situación: en vez de ir a las raíces profundas del problema, se opta por la salida fácil de considerar a los alumnos como delincuentes en potencia.

—¿Es conveniente la política de “tolerancia cero” llevada a cabo en EEUU por la cual se castigan igual actos de violencia que otras actitudes?
—No me parece conveniente. Es una política injusta, y por eso mismo, fuente de más violencia. Supone también “invitar” a quienes son violentos moderados a que olviden la moderación, ya que les va a salir por el mismo “precio”.

—¿Es buena la política contraria, de máxima tolerancia propugnada por la Logse, gracias a la cual los profesores se han quedado sin poder para controlar a los más díscolos?
—No creo que sea buena ya que los profesores quedan indefensos (física y moralmente) ante las conductas agresivas de sus alumnos. La sociedad actual cada vez exige más a los profesores (por ejemplo, que sustituyan a los padres en la Educación de sus hijos) y cada vez les apoya menos. Es una incoherencia incomprensible. El permisivismo educativo es –además de una demagogia oportunista– una falta de realismo, ya que la experiencia dice que los niños y adolescentes no son espontáneamente lo que deben ser: hay que intervenir en su vida. Y eso significa exigencia, ejercicio de la autoridad.

—¿Qué puntos son los que hay que cuidar fundamentalmente en un centro para evitar que el clima de disciplina se vaya de las manos?
—Potenciar algunos valores olvidados: disciplina, obediencia, respeto, sentido del deber… Establecer normas de convivencia en cada centro educativo con la participación de padres, profesores y alumnos. Reforzar la autoridad de los docentes desde la dirección y desde el APA de cada centro. Procurar que disminuya el elevado número de padres que actúan como abogados defensores de sus hijos cada vez que un profesor les exige algo o le corrige. El permisivismo educativo está hoy muy extendido entre los padres, y es bueno que sepan que eso no prepara para la vida y que no exigir es dimitir como padres.

—Una de las críticas en Francia sobre la causa de la violencia ha sido la paulatina reducción de plantilla no docente –vigilantes, bedeles– en los centros. ¿Es conveniente mantener a este personal o, incluso, aumentarlo en España?
—No creo que la dotación de personal no docente incida significativamente en el problema de la violencia. Ya es hora de dejarse de “ocurrencias” y “parches” para el consumo del ciudadano medio y ponerse a investigar seriamente las causas del problema. Considero que una de las principales está en la pertenencia de los alumnos a familias rotas. Esa situación suele generar problemas psicológicos serios en los hijos que les predisponen a las malas rebeldías y a la inadaptación escolar y social. Por eso me parece importante ayudar a las familias, promover orientación familiar desde cada centro educativo. Muchos problemas escolares y sociales tienen raíces familiares y soluciones familiares.

—¿Qué consejos ofrecería a un director para hacer un código de derechos y deberes?
—Tomar como referencia los valores contenidos en el ideario del centro. Basarse en también en algunos principios morales y virtudes humanas propios de una sana convivencia.

—¿Qué puede hacer un docente cuando le “prohíben” expulsar de clase a un alumno díscolo y tiene que impartir la lección con interrupciones?
—En algunos casos la “prohibición” puede estar justificada. Por ejemplo, cuando un profesor lo hace por sistema por causas diversas: comodidad, falta de autoridad moral, falta de recursos para dirigir el grupo de clase, etc. En otros casos sugiero dejar de explicar el tema y poner a los alumnos a trabajar.

—¿Qué es lo esencial, la regla de oro, de la convivencia en los centros?
—Crear un buen clima (de confianza, respeto, cooperación, etc.) que sea una buena forma de vivir ( la “vida buena” de la que hablaban los filósofos clásicos, en contraste con la actual “buena vida”, que es simple bienestar material).
 

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