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“Ahora hay mucha formación del espíritu local”

Entrevista en exclusiva con Gregorio Salvador, Premio Mariano de Cavia.
Miércoles, 23 de junio de 2004
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Autor: José M. LACASA

Gregorio Salvador, lingüista, catedrático de Instituto y Universidad, ha vivido la paralización de la LOCE como una extraña encrucijada: en el momento en que un artículo suyo apoyando los planteamientos de la Ley de Calidad era premiado con el Mariano de Cavia, la ley se suspendía. Además, ha publicado recientemente El destrozo educativo (Unisón, 2004), una recopilación de artículos sobre la situación de la enseñanza española.

—Dos días antes de que le concedieran el Premio Mariano de Cavia por su artículo, el responsable de Educación del PSOE en la Comunidad de Madrid, Adolfo Navarro, dijo que enseñar a leer a los tres años era una aberración pedagógica.
—Es que estos son muy antinorteamericanos, pero aprenden en sus libros. Probablemente el inglés no se pueda enseñar a esa edad, y sea una aberración pedagógica enseñarlo; pero el español puede aprenderse perfectamente a los tres o cuatro años.

—Yo aprendí a los dos…
—Si es que se aprende. Yo no recuerdo cuando aprendí a leer. En mi memoria he sabido leer siempre, porque debí aprender insensiblemente. Ese disparate lo grave no es que lo dicen, sino que lo hacen, y retrasan absurdamente cuatro o cinco años la posibilidad, la ventaja que tenemos en nuestra lengua, de que el niño acceda al conocimiento escrito muy pronto.

—Creo que la razón es igualitarista: como un porcentaje pequeño de niños no es capaz de aprender tan pronto, se retrasa el aprendizaje de todos.
—Si es que todo el sistema educativo consiste en la igualación, y la igualación en estas cuestiones siempre se hace por abajo. Todo eso de la atención a la diferencia, en lo que siempre se está insistiendo, cuando la auténtica diferencia es la de los superdotados, que se estropean lamentablemente porque nadie atiende a sus facultades, como dominar una materia antes que lo habitual. Hay gente que tiene una mente privilegiada para las matemáticas, o los idiomas, y no se aprovecha.

—Hace poco, una estadística mostraba que entre toda la atención a la diversidad –ciegos, problemas psicológicos, etc–, los superdotados eran sólo el dos por ciento. ¿Es que no se detectan, no se les hace caso…?
—Los problemas de este tipo son enseñanzas especiales. A los ciegos los están haciendo polvo. La enseñanza mezclada con los otros no conduce a nada, mientras que la enseñanza especializada de ciegos sí. Los ciegos tienen problemas con la lectura y la escritura, y que lo aprendan requiere profesorado especializado, una perspectiva especial y un aula común para ellos. Pero no, tienen que estar revueltos y que haya un profesor de apoyo. Es todo tan absolutamente absurdo y disparatado que hablar de ello me pone de mal humor. A veces me pregunto ¿por qué me preocupo ya a mis años? Pero es que me preocupa el futuro de lo que vaya a ser España, y con estas gentes que se están formando el país va a ir cada vez peor. Se va a notar mucho en el nivel general de conocimiento y de actividad profesional.

—Hace 15 años los institutos estaban a la cabeza de España en nivel de formación. Ahora, la privada tiene mayor nivel, consigue mejores resultados en Selectividad… ¿Qué ha pasado en tan poco tiempo?
—Se promueve lo contrario de lo que se pretende: mucho igualitarismo, pero el que tiene dinero para buscarse mejores estudios, incluso en el extranjero, es el que acabará sabiendo y triunfando. Es una cosa tan triste y tan lamentable.

—Cuando se aprobó la Logse hubo gran número de voces en contra de ella, avisando de lo que podía pasar. Sin embargo, todas se metieron en el saco de “reaccionarios”. Quince años después se ve que muchas de esas voces tenían razón. Pero hoy día es raro encontrar voces críticas con la Logse. ¿Se ha despreocupado la sociedad de la Educación?
—Ante este tipo de cuestiones tan generales, la gente aguanta todo: aguanta que eduquen mal a sus hijos o que no se los eduquen; se desentienden del asunto o les meten la idea en la cabeza de que a los niños hay que dejarlos… en fin. El artículo-prólogo que ha escrito Muñoz Molina a mi libro es una cosa prodigiosa, porque en cinco o seis páginas hace una síntesis de la Educación. Se llama El buen salvaje y el comisario político, y muestra cómo una figura literaria idealizada del XVIII y una figura siniestra del XX son los dos símbolos de la Educación española. Yo creo que le han ofrecido el Instituto Cervantes de Nueva York para alejarlo y que no hable.

—¿La LOCE tenía posibilidades de arreglar algo?
—La LOCE no tenía más que un inconveniente, que era demasiado poco para lo que hacía falta, así de claro. Pero era algo, si se enmendaban ahora algunas cosas, se podrían arreglar otras después. Fundamentalmente, en el plano político, lo que pienso es que el primer error está en la Constitución, que debió dejar las competencias para el Estado –la Educación es tan de primer orden como la defensa nacional o la justicia–; y el segundo error, una vez que ha empezado a disgregarse el sistema, tampoco ha habido el control necesario desde las propias competencias que le quedaban al Gobierno. Se podrían haber impedido una serie de desafueros. Pero estas componendas políticas…

—Me imagino que se referirá al caso catalán.
—Al catalán o al vasco. Es que la enseñanza que se está impartiendo… Luego hay muchos que rememoran la “formación del espíritu nacional” que se ensañaba en la dictadura. Primero, no se estudiaba, porque era una “maría” de escaso relieve, que nadie se tomaba en serio (no conocí a nadie que la estudiara en serio, ni a nadie que la suspendiese). Pero ahora sí que está habiendo formaciones del espíritu local a mantas, con todas las arbitrariedades y obligaciones que se aplican.

—El profesorado es el más presionado por todos los sitios, ¿por qué no reacciona?
—Pero bueno, hay un hecho que a mí me ha sorprendido: justamente en las vísperas de esta detención de la LOCE acababa de publicar una encuesta Comisiones Obreras en la cual resultaba que la mayor parte del profesorado estaba a favor de la Ley de Calidad. Esa actitud de deshacer todo lo hecho, no se puede gobernar de esa forma. Esto no es tejer y destejer, es destejer simple y llanamente.

—¿Qué supone para usted el Mariano de Cavia, después de todo lo que ha pasado?
—Hombre, es el premio más antiguo de España, pues data de 1884. Y colocar uno su nombre al lado de tres premios nobel (Benavente, Cela y Octavio Paz), es un honor. El que hayan premiado un artículo de este tipo, y lo hayan premiado justo cuando sale el libro que lo incluye, y cuando paralizan la LOCE… creo que el otro día Eugenio Nasarre me citó en el Parlamento, en la comparecencia de la ministra, pero ella no dijo nada, dio una larga cambiada.

—¿El sistema del “hijo del obrero a la universidad” es el que está mandando al hijo del obrero a la obra?
—Evidentemente. El más perjudicado con este sistema es el estudiante de clase humilde, eso está claro. Antes, por el procedimiento que fuera –el esfuerzo de los padres, o una beca que conseguía–, el estudiante iba a un instituto, la Educación pública respondía, llegaba a la Universidad y se convertía en lo que se tenía que convertir. Muñoz Molina eso lo siente muy de cerca, porque ha sido un chico de clase humilde que ha salido adelante. Con este sistema sabe que probablemente no hubiera salido adelante, ni él ni tantos otros.

—¿Por qué el profesorado se jubila cada vez más a los sesenta y…?
—Porque no pueden antes. Al profesorado lo están espantando. Ha perdido por completo su condición y le resulta gravoso dar clase. Una profesión que era agradable, que servía para que la persona se sintiera satisfecha de su trabajo, fuera acrecentando sus relaciones –yo mismo tengo centenares de personas a las que he dado clase y que me tienen cierta devoción y respeto–. Una de las ventajas del profesorado es que uno tenía la familia propia y esa otra familia de la enseñanza, de todos los que han sido sus alumnos… Eso se está perdiendo por la falta de autoridad de los profesores, por esa confusión, lamentable en todos estos años, de confundir la autoridad con el autoritarismo… Todos estos disparates…
Uno creía que este libro iba a salir alentando la esperanza de que algo estaba cambiando, y coincide su salida con la suspensión de la Ley de Calidad.

—¿Qué opinión le merece Pilar del Castillo?
—Pilar del Castillo ha hecho lo que ha podido, ha intentado arreglar una serie de cosas, pero debería haber intentado arreglar más todavía. Lo que ha faltado en estos años ha sido una actitud más decidida, y ella la ha tenido. Esperanza Aguirre intentó cambiar alguna cosa, y se le vinieron todos encima. La política tiene esas cosas, concesiones… Podía haberse hecho más, pero si se hubiera hecho más peor estaría ahora la cosa.

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