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Cuentos y descuentos

Rogelio Blanco, director general del Libro, anunció el pasado jueves la supresión de la gratuidad de los libros de texto. Con todo el aspecto de globo sonda y de agradecimiento de favores, la medida esconde más revueltas de lo que parece.
Miércoles, 15 de septiembre de 2004
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Autor: José Manuel LACASA

Tras pedir Rafael Simancas para Madrid la gratuidad de los libros de texto la semana pasada, esta vez ha sido Rogelio Blanco, director general del Libro, el que anuncia la supresión de los descuentos en los libros de texto. Todo, incluso la rectificación posterior, es fruto de una estrategia: una medida, en principio tan impopular, no va a ser tomada así como así por el Gobierno, si no va acompañada de la gratuidad de los libros de texto, pagados por los impuestos. Al menos, en las comunidades gobernadas por el partido socialista.

De hecho, las comunidades que tienen programas de gratuidad de libros de texto lo que hacen es abandonar las clásicas becas para los que tienen menos –la estrategia clásica de la izquierda– para pagarselos a todos los alumnos que acuden a centros sostenidos con fondos públicos (sean públicos o concertados). Por tanto, sólo quedan fuera los alumnos que acuden a centros privados no concertados (con implantación prácticamente en tres comunidades: Madrid, Cataluña y Comunidad Valenciana).

Estas medidas, tomadas conjuntamente, benefician especialmente a las grandes editoriales: Santillana, Anaya, SM. Y la primera es de Polanco. Por tanto, no es de extrañar que muchos analistas hayan interpretado la medida como un favor por servicios prestados, favor del que se lleva hablando tiempo y del que sólo faltaba la definición, el cómo se iba a hacer. No hay que olvidar que el conocido como “imperio de Polanco” tiene su base fundamental y principio de su crecimiento en los libros de texto.

25% de descuento

Las medidas aprobadas por el PP en 2000 permitían un 25% de descuento para los libros de enseñanza obligatoria (Primaria y ESO) y un 5% para el resto, al considerarlos iguales que cualquier otro volumen (novelas o libros de texto universitarios ya tenían un 5% de descuento autorizado). Esto permitió que algunos grandes almacenes bajasen los precios un 25% (cercano al dumping), otros un 15%, y las librerías entre el 5 y el 10%, lo que podían.

Como publicábamos la semana pasada, los grandes almacenes consideran los libros de texto una mercancía estratégica que no emplean para ganar dinero directamente, sino para atraer a los clientes y crear hábitos de consumo. Sin embargo, y a pesar de los descuentos, en estos años sólo se han hecho con un 16% del mercado, debido a la dificultad de cambiar hábitos de compra, a su desigual distribución por todo el territorio nacional y a la complejidad de un mercado muy segmentado.

Sin embargo, la estrategia “gratuidad sin descuento” no tiene por qué favorecer a los pequeños libreros, aunque, en principio, sí a los padres, al repartir el precio entre todos (mas algunos analistas piensan que se va a disparar el precio de los libros de texto al no regirse éstos por el mercado).

Y no tiene por qué beneficiarles debido a un fenómeno que ya está ocurriendo en Castilla-La Mancha. En dicha comunidad es la Consejería de Educación la que paga la factura de los libros, tras haber distribuido los vales entre los padres, que compran donde quieren. A la hora de pasar la factura, Castilla-La Mancha realiza un descuento del 6% a todos. ¿Qué hace Carrefour, uno de los almacenes con presencia en la región (la Consejería no paga facturas de establecimientos fuera de la comunidad)? Pues regala un cheque a los padres por valor del 19% de los libros, para gastar en otros productos.

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