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La gratuidad en los libros, ¿vía libre al monopolio?

La intención del Gobierno de implantar la gratuidad de los libros de texto para el próximo curso ha hecho saltar todas las alarmas en la industria editorial. La mayoría da por hecho que la medida sacudirá el sector con fuerza imprevisible. La Asociación Nacional de Editores de Libros de Texto (ANELE) se atreve incluso a aventurar que la gratuidad al estilo castellanomachego (con renovación de materiales cada cuatro años) supondría la desaparición de varias empresas y un riesgo real de monopolio en el sector.
Miércoles, 22 de septiembre de 2004
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Hace un par de semanas, el director general del libro, Rogelio Blanco, anunciaba la reinstauración del precio fijo en la venta de libros de texto y la consiguiente supresión de los descuentos en el sector aprobados por el PP. Fueron unas declaraciones precipitadas y confusas que generaron gran alarma social, pero que, ante todo, dieron paso a un anuncio rectificador de contenido más trascendente: el Gobierno quiere la gratuidad de los libros de texto en toda España lo antes posible, previsiblemente para el curso 2006-07.

La noticia no cogió a nadie por sorpresa. De hecho, la gratuidad ya era una de las medidas educativas estrella en el programa electoral socialista. No obstante, la voluntad de llevar a cabo esta medida con máxima celeridad y la probable implantación de un sistema de préstamo similar al que se utiliza en Castilla la Mancha han encendido la luz roja en el negocio editorial, en teoría el máximo perjudicado por la llegada de la gratuidad a nivel estatal. Decimos en teoría porque la ministra San Segundo aseguró en una reciente comparecencia que suponía que los editores estarían “contentos” con la perspectiva del gratis para todos.

Silencio

Por ahora, Santillana y Anaya (los dos gigantes que se reparten buena parte del pastel editorial escolar en nuestro país) han declinado hacer declaraciones a los medios. Ambas afirman que están estudiando a fondo las posibles repercusiones de este nuevo escenario para su negocio, y que aún no existe un postura institucional clara. Altos cargos de estas dos empresas editoras dejan caer, no obstante, que las reuniones en la cumbre para discutir la estrategia a seguir serán habituales a partir de ahora, algo que suena a una suerte de gabinete de crisis de duración indefinida.

Menos cauto, el presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros de Texto y Material Didácticos (Anele), Mauricio Santos, afirma sin tapujos que la gratuidad, según está concebida en las comunidades gobernadas por el PSOE que tienen programas en este tipo, podría conducir, en un futuro no muy lejano, a un monopolio en el negocio editorial similar al que ya existe en Francia. En el país vecino, Lagardère (dueño de Hachette) y Éditis, las dos grandes empresas editoras que habían sobrevivido a la crisis del sector tras la implantación de la gratuidad, emprendieron recientemente un proceso de fusión. En la actualidad, los niños franceses estudian libros de texto que aparecen bajo distintas marcas, aunque todos pertenecen al mismo grupo.

Supervivencia

“¿Qué editor puede afrontar un sistema en el que los libros sólo se renuevan cada cuatro años?”, se pregunta Santos. “Está claro que este método perjudicará sobre todo a los débiles, ya que su margen para adaptarse a un nuevo contexto es mucho menor”.

Voces suspicaces sospechan incluso que detrás de la gratuidad se oculta un trato de favor del Gobierno al Grupo Santillana, una de las empresas más rentables de Prisa, el gran pilar mediático del PSOE. “Me parece una conclusión excesiva. No existe ningún indicio que nos haga pensar en esta dirección”, comenta Santos. “Además, no estoy yo tan seguro de que Santillana fuese a sobrevivir”, añade misteriosamente el presidente de la Anele.

Desde Edelvives, una de las muchas empresas que componen el mapa editorial en la Educación española, el temor a un sistema de préstamo se hace patente. Su director corporativo y de investigación comercial, Carlos Aguado, sostiene que la desaparición de Edelvives es una posibilidad real, aunque prefiere esperar a que el Gobierno se pronuncie sobre el sistema a aplicar en nuestro país.

Como alternativa al préstamo, Aguado propone que los padres desgraven el gasto por libros de texto a la hora de realizar la declaración de la renta. “Es el sistema ideal y el más justo, ya que no perjudica a nadie y todos salen beneficiados”, asegura.

Otra opción sería adaptar a nuestro país el método que existe en varios landers alemanes, el cual diferencia entre libros prestados y otros que se adquieren todos los años por todos los alumnos debido a que su interés trasciende los límites de un curso escolar, y pueden ser incorporados a las bibliotecas familiares. Desde luego, Santos prefiere este sistema al francés, aunque precisa que su aplicación en España debería tener en cuenta nuestras peculiaridades.

Por su parte, Everest opina que la medida afecta más a las librerías que a los editores, pero que aún así el sector editorial está “intranquilo” con estas medidas. En su opinión, habría, muchas formas de hacerlo sin que se perjudique a tanta gente, sea favoreciendo a las familias, desgravando, etc. “No se puede hablar de gratuidad cuando hay una industria detrás”, rematan.

Calidad

Y es que, amén de la drástica disminución en la oferta editorial, el modelo galo ha conllevado, según el presidente de la Anele, una caída brutal en los estándares de calidad. “El estado de muchos libros franceses es indigno, y en Educación la referencia no debería ser el precio, sino la dignidad de la medida y la calidad del sistema en general”, señala Santos. “Y en Gran Bretaña, para muchos existe una dicotomía padres buenos-padres malos según compren o no los libros a sus hijos. Es sólo una muestra de las dificultades y el riesgo de segregación social que supone el sistema de préstamo”.

También en el carro de los que prefieren no pronunciarse hasta que el Gobierno despeje las muchas dudas que aún existen, la editorial SM adelanta, no obstante (y a través de un portavoz que prefiere no ser identificado), que el préstamo “supondría un enorme desgaste para el negocio editorial, ya de por sí más vulnerable que otros a cambios de este tipo”. Como el resto de editores, SM no se opone a la gratuidad en sí misma, sino a un método meridianamente contrario a sus intereses.

Conscientes de que la gratuidad vía préstamo es, a pesar de sus inconvenientes, una medida que cuenta con gran aceptación popular, los editores apelan a otros conceptos (tales como la fragilidad de la cultura del libro en nuestro país o la alegría con que gastamos dinero en cosas absolutamente innecesarias) para apoyar su crítica a la reutilización de manuales escolares. “Seamos realistas. Los libros de texto no son un producto comparativamente caro. En sociedades tan avanzadas como la nuestra, todos deberíamos hacer un esfuerzo por la cultura”, sostiene Santos.

“Vivimos en la época del consumo. Los padres no tienes ningún escrúpulo a la hora de renovar las zapatillas deportivas de sus hijos cada seis meses. ¿Por qué no ocurre los mismo con los libros de texto?”, añade el director corporativo de Edelvives.

Galicia

A nivel autonómico, algunas comunidades que han empezado a implantar la gratuidad ya han recibido las primeras quejas formales por parte de los editores. En Galicia, por ejemplo, donde la gratuidad ya se extiende a algunos cursos de Primaria y Secundaria, la Asociación Galega de Editores (AGE) remitió un escrito al consejero Celso Currás instándole a revisar un modelo (también de préstamo) claramente “lesivo” para el sector. Máxime cuando la vulnerabilidad del sector es aún mayor en las comunidades con lengua propia, ya que los editores publican tiradas mucho menores que en el caso de las grandes empresas que cubren todo el territorio nacional.

Tras el palo que supuso el cambio y recambio de los libros de texto por la suspensión de la LOCE (con pérdidas para el sector estimadas en más de 50 millones de euros), las empresas editoras se enfrentan con pesimismo a un nuevo frente borrascoso. Todas se muestran exquisitamente respetuosas con las decisiones del Gobierno, pero no pueden ocultar su malestar y preocupación. Mientras, ya a la espera de noticias definitivas, la espera se hace larga.

Remedios caseros

Mientras llega o no llega la gratuidad, algunos municipios han empezado a organizarse para que sus ciudadanos sufran lo menos posible el alto coste económico que supone la vuelta al cole. En el municipio jienense de Bailén, por ejemplo, las librerías han aceptado este curso libros usados para venderlos a mitad de precio a las familias que no pueden costearse la compra de materiales nuevos. Es un sistema que beneficia a las librerías ya, lejos de perder beneficios, se aseguran una clientela fiel, puesto que el que vende libros usados a un pequeño comercio suele aprovechar para hacerse con nuevos ejemplares.

En Camas, Sevilla, varias familias organizaron a principios de septiembre un mercadillo de venta e intercambio de libros de texto. Un método importado de Holanda, donde la gratuidad sólo cubre la Primaria. Allí, las ferias de material escolar son parte del paisaje cotidiano.

Castilla-La Mancha: todos contentos

Castilla la Mancha, una de las comunidades pioneras en cuanto a programas de gratuidad, ha conseguido aunar una buena acogida por parte de centros y padres, la admiración de toda la comunidad educativa y una actitud colaboradora de los editores.

Cuenta Mar Álvarez, directora general de Programas y Servicios Educativos en esta comunidad, que la Consejería de Educación manchega se reúne todos los años con los principales editores de libros de texto para evaluar cómo ha ido el programa de gratuidad durante el curso. Son encuentros en los que se habla de todo un poco, siempre a la busca de intereses comunes y formas de mejorar el funcionamiento de la iniciativa sin perjudicar demasiado a ninguno de los grupos implicados. Según Álvarez, el entendimiento entre la Administración y las empresas editoras es pleno desde que la gratuidad llegase a Castilla la Mancha hace ya cuatro años.

En primer lugar, la directora general destaca la estabilidad que el programa de gratuidad ha aportado al negocio editorial. “Ellos pueden hacer previsiones más ajustadas a la realidad, ya que conocen de antemano el cupo de libros van a vender. De esta forma, el porcentaje de libros no vendidos ea mínimo, por lo que no se hace un gasto inútil”.

Por otra parte, la venta en grandes almacenes es prácticamente nula en Castilla la Mancha, por lo que los descuentos que se aplican en otras comunidades como Madrid casi no existen. De esta forma, los editores no sufren la presión de las grandes superficies para que vendan más barato y mantienen márgenes no tan ajustados.

Un último motivo para argumentar el contento de los editores tiene que ver con el impulso dado en Castilla la Mancha a los programas de invitación a la lectura. Durante los últimos años, las bibliotecas escolares manchegas llenan sus estantes a buen ritmo, fomentando adquisiciones que sirven para equilibrar posibles pérdidas en la venta de libros de texto.

Mar Álvarez añade que la cesión de libros de texto a familiares de más corta edad era en Castilla la Mancha más habitual que en otras comunidades. En otras palabras: antes de que se instaurase la gratuidad, los editores ya vendían proporcionalmente menos en la Mancha que en otras regiones. 

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