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“Tenemos que educar a los hijos sin discriminaciones“

Entrevista en exclusiva para MAGISTERIO de Diego Barroso, presidente de la Asociación Europea de Padres (EPA).
Miércoles, 6 de octubre de 2004
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Autor: Núria MAHAMUD

Por primera vez en la historia de la Unión Europea, un español, el ingeniero catalán Diego Barroso, ha sido nombrado presidente de la Asociación Europea de Padres (EPA), única asociación legitimada ante el Consejo de Europa, la Comisión y el Parlamento Europeos, que representa a más de cien millones de padres de los Estados miembros. Diego Barroso es padre de ocho hijos y presidente de Fapace, actividad que compagina con su trabajo de ingeniero en una gran empresa de consumo.

—¿Cuáles son los objetivos principales de la EPA?
—Barroso: El primero de ellos es que los padres sean los primeros educadores de sus hijos, no los estados ni los partidos políticos. Este objetivo se recoge en la Carta de los derechos y responsabilidades de los padres en Europa, que hemos editado en veinte idiomas.
El segundo objetivo es que padres y profesores vayan a una. Por eso somos una entidad integradora, apolítica y no confesional. Y en estos dos objetivos estamos todos de acuerdo.

—¿Cuáles considera los derechos y deberes más importantes?
—El de educar a sus hijos sin discriminaciones. Estamos prestando atención a la acogida de los hijos de inmigrantes. En otros países europeos hay más tradición. Por ejemplo, en Dinamarca se edita material de acogida para los padres, especialmente para las madres, y se les invita a conocer las aulas y charlar con los profesores mientras toman un café. Aquí se trabaja más a nivel de alumno, con clases de refuerzo en el idioma.

—Teniendo en cuenta la composición de la EPA española ha de ser complejo ponerse de acuerdo, ¿no hay muchas tensiones a la hora de elegir presidente?
—En cada asamblea anual se revisan las cuentas, se actualiza el plan para el año siguiente y se renueva la junta directiva. La escuela pública española suele hacer frente común, junto con la francesa, la italiana y los países nórdicos y Reino Unido, que sólo tienen representantes de la escuela pública. Lo mismo pasa con las asociaciones confesionales, se unen entre ellas. Mi candidatura era una continuación de la anterior, ya que era el vicepresidente de la alemana Karin Schutz, representante de la KED, una especie de Concapa.

—¿Cuál es su programa?
—Básicamente ayudar a mejorar la calidad de la enseñanza y cooperar con los profesores para que los padres sean los principales educadores. Y el Estado debe ayudar a cumplir esta misión.

—¿Cómo?
—Haciendo que las asociaciones locales de padres sean fuertes e integradas. Me refiero a que sus juntas directivas organicen actividades, que no sean teóricas y que fomenten escuelas de padres con charlas y conferencias educativas.

—¿Ahora no son fuertes?
—Me refiero a que deben animarse a ser más activas. Es ciero que la mayoría de los padres se apuntan a las AMPAS, pero lo que cuesta es que dediquen su tiempo libre a actividades no remuuneradas.

—¿En las juntas directivas el trabajo es voluntario?
—La mayoría de las veces. Algunas pagan dietas porque van a menudo a Madrid. Fapace –de la que es presidente– es una federación pequeña y sólo voy una vez al mes.

—¿Le ocupa mucho tiempo? ¿Podrá compaginar las dos presidencias?
—Representa el 50% de mi tiempo libre. Por ello tengo previsto dejar la presidencia de Fapace o ser sólo presidente honorario y centrarme en EPA.
Aunque la central está en Bruselas, nos reunimos allí donde la federación local nos invita, así sólo pagamos el viaje. Ahora estamos planificando las próximas reuniones en Dublín y Luxemburgo. También realizamos muchas reuniones por conferencia telefónica a cuatro bandas con el comité ejecutivo.

—¿Cómo está el movimiento asociativo de padres en el resto de Europa?
—En el norte de Europa, Gran Bretaña y Francia tiene solera, como algunas asociaciones españolas que superan los 50 años.

—¿Y los nuevos?
—Les queda mucho camino por recorrer. Hemos puesto en marcha el proyecto Este-Oeste para explicarles cómo estamos organizados y facilitar el crecimiento de asociaciones de padres a través de conferencias e intercambios con APAS de otros países.

—Explíqueme alguna experiencia interesante que se esté realizando en Europa.
—En Holanda las cuatro federaciones de padres han habilitado un teléfono gratuito para atender las llamadas de cualquier padre que tenga alguna duda o se sienta discriminado. Han recibido 17.000 llamadas en seis meses y están muy orgullosos.

—¿Sería factible en España?
—Creo que no. En Holanda el Gobierno es neutral de verdad. Si un grupo de padres desea crear una escuela, el Gobierno la construye y paga su funcionamiento. Todas las federaciones –laica privada, protestante, católica y pública– reciben el mismo trato.
En España tenemos unas posiciones muy distantes como para hacer un proyecto común. Nos falta madurez democrática y asociativa.

—¿Qué opina de nuestra actual situación educativa?
Somos respetuosos con las políticas nacionales. No tendría ningún sentido que defendiera una postura.

De todos los colores

La Asociación Europea de Padres (EPA) es aconfesional y apolítica, pero sus miembros tienen posiciones muy distantes, como es el caso español. Agrupa buena parte del laberinto de siglas que componen las confederaciones y federaciones de asociaciones de padres en España. A ella están asociadas la Ceapa –que representa a las asociaciones de padres de la escuela pública–, la Concapa –de la escuela religiosa– y federaciones como Fapace y Fapel, aunque no la confederación en la que se engloban, la Confapa. Así representa al 95% de las asociaciones de padres españolas.

EPA representa a cien millones de padres europeos y es la única Asociación de Padres legitimada en la UE. Sus función es mantener contactos y trabajos permanentes con la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los ministros de Educación de los estados miembros.

En la última asamblea, Luis Carbonell, presidente de Concapa, sustituyó a Lola Abelló, de Ceapa, en el Consejo de Administración de esta federación europea.
 

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