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¿Qué será de los malos alumnos?

Gran parte de los problemas de los llamados “malos alumnos” proceden de que se sienten incomprendidos. El malestar que sienten en el centro, o la mala comunicación con sus profesores, implican unos problemas afectivos en alumnos y en docentes que afectan al rendimiento académico.
Miércoles, 20 de octubre de 2004
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Autor: Marta SERRANO

Cuidar a los alumnos. También a los docentes. Cuidarles en lo que se refiere al bienestar emocional. Ése es uno de los objetivos básicos del nuevo libro (aún inédito) del director del Instituto IDEA y ex secretario de Estado de Educación, Álvaro Marchesi.

Al también catedrático de Psicología Evolutiva de la UNED le preocupa este asunto como uno de los factores que más influyen directa e indirectamente en el rendimiento académico de los alumnos. Por eso, propone diversas recomendaciones para padres, profesores, alumnos y para la propia administración educativa.

Uno de los males del sistema educativo hoy, para Marchesi, es que los profesores no encuentran el apoyo deseado en los padres. “Un profesor incentivado y motivado puede tirar de un alumno para adelante si cuenta con el apoyo de la familia”, subraya. Por el contrario, Marchesi cree que si nos encontramos ante un “mal” alumno, un estudiante que no encuentra en el centro educativo el estímulo que necesita y si el profesor y los padres tiran la toalla, “este chaval estará perdido”.

En este sentido, el director del Instituto IDEA propone tras sus últimas investigaciones recogidas en el libro ¿Qué será de nosotros los malos alumnos?, al que MAGISTERIO ha tenido acceso en exclusiva, que se incentive a los profesores para que se sientan valorados por la sociedad. Estos incentivos tanto económicos como profesionales, junto a un mayor apoyo a los profesores que atienden a los alumnos más conflictivos supondrían una mejora en el bienestar emocional de los docentes que redundaría en beneficio para todos sus alumos.

¡Qué opinen todos!

Según Marchesi, “hay que educar a los alumnos en su deber de estudiar” pero, al mismo tiempo, hay que orientarles para que encuentren su lugar en la escuela, para que se sientan protagonistas de algún modo. Su participación a través de sus opiniones sobre temas como posibles actividades extraescolares o modos de mejorar la convivencia en el centro “es fundamental”, según Marchesi.

Del mismo modo, el catedrático de Psicología Evolutiva cree necesario la implicación de los padres en el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus hijos, y recoge en su último trabajo la opinión tanto de alumnos y padres como de profesores.

Quizá este capítulo sea uno de los más interesantes del trabajo del que fuera uno de los padres de la Logse. Entre las opiniones de profesores de Secundaria incluidas en el libro ¿Qué será de nosotros los malos alumnos?, se incluye la siguiente: “La Logse es una ley que ha hundido la Educación y la enseñanza pública. No le quepa a Vd. duda, señor Marchesi. Vds. no se dan cuenta de los problemas que tenemos en los institutos. Han dejado a los profesores sin instrumentos para conseguir que los alumnos se esfuercen.. (…). La Logse no sirve, hay que cambiarla. La promoción automática ha sido un desastre. La supresión de los exámenes de septiembre otro desastre. La Secundaria no funciona. Los alumnos terminan sin saber nada”.

Sin embargo, son los problemas de comportamiento los que llevan al profesor a una situación de frustración especial, pues el alumno no progresa y además puede arrastrar a otros compañeros. Marchesi propone como la mejor solución “una atención personalizada para cada alumno a través de clases de refuerzo y profesores de apoyo”.

El mal alumno, extremista

Bajo el título ¿Qué será de nosotros los malos alumnos?, Álvaro Marchesi analiza las posibles causas por las que los estudiantes no obtienen un rendimiento académico óptimo. Según las investigaciones del catedrático de Psicología Evolutiva de la UNED, el “mal alumno” se identifica, por regla general, con familias de nivel socioeconómico bajo, aunque no siempre.

Además, el estudio avala las tesis que Marchesi ya defendiera en un informe anterior presentado por la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem) en 2002. Se trata de los valores del alumnado de Educación Secundaria en función de sus resultados académicos. El autor considera que los “malos alumnos” se identifican más que otros jóvenes con valores y creencias extremistas. No obstante, mientras los alumnos no creyentes se muestran más cercanos al ideario de “extrema izquierda”, los alumnos más cercanos a la “extrema derecha” defienden ideas y posturas racistas y de rechazo a quienes consideran diferentes.

En este sentido, Álvaro Marchesi destaca que las creencias de los alumnos se pueden agrupar según el autoconcepto que tienen, es decir, cuando se sienten fracasados o inferiores tienden a proyectar ese rechazo del que son objeto hacia los demás.

“Que los centros públicos contraten personal por obra”

Entrevista con Álvaro MArchesi, director del Instituto IDEA.

—¿Qué factores influyen en que haya malos alumnos?
—Yo señalaría como factor fundamental una motivación nula tanto de los padres y los profesores, como de los propios alumnos. Hay jóvenes que señalan que un profesor les ha salvado, les ha motivado en un momento preciso.

—¿Qué medidas tomaría para que no haya malos alumnos?
—Reforzaría la Primaria y, de modo especial, habría que reforzar a los alumnos que van mal a través de grupos pequeños con los que se trabaje fuera del horario escolar. A lo mejor basta con una hora varios días.

—¿Y quién se encargaría de los alumnos este tiempo?
—Ésa es la pregunta. Yo sostengo que los centros públicos puedan hacer contratos por obra y servicio. No es que contraten funcionarios, porque es impensable que absorban este trabajo los mismos profesores de la Administración pública. Se trataría de externalizar el servicio. Que los centros puedan contratar a un grupo de docentes como apoyo para una tarea concreta.

—¿Esto sería para Primaria o para Secundaria?
—Para ambas etapas. Y también sería interesante para el tema de los deberes. Creo que es mejor que se hagan en el centro y bajo la supervisión de un profesor que, evidentemente, tampoco puede ser de la plantilla, sino por el sistema citado. El centro contrata, por ejemplo, un profesor de ciencias y otro de letras que, de 5 a 7 de la tarde, ayudan a los alumnos que quieran quedarse voluntariamente a realizar los deberes en el centro.

—¿Qué otras medidas defiende o recomendaría?
—Pues, aunque me peguen algunos, tengo que decir que soy partidario de que los alumnos estudien en verano.

—Ah sí…, ¿Y qué se hagan exámenes en septiembre?
—No, eso no, porque un chaval no aprende Matemáticas por meterse un libro entero entre pecho y espalda. Pero desde el 30 de junio hasta mediados de septiembre a los chavales se les olvida hasta pensar. Sobre todo los que van regular. Hay que ponerles un plan de trabajo que, en colaboración con los padres, suponga que el alumno recupere esa asignatura, que la supere.

—¿En qué consistiría ese plan de trabajo?
—Puede consistir en leer, en resolver unos problemas o en elaborar un trabajo. Pero siempre habría que contar con la colaboración de los padres. Ese concepto de proyecto elaborado durante el verano a mí me convence. Respecto a lo del examen en septiembre, la verdad es que me gustaría conocer cuantos alumnos no se han presentado a las pruebas extraordinarias este año. Los alumnos deben tener durante julio y agosto actividades reflexivas, sobre todo los que van “flojitos”.

—¿Podría poner ejemplos?
—Si un alumno va flojo en Biología y en verano se va a las playas de Murcia, pues que haga un estudio sobre el mar y los acuíferos en la zona. Y el 1 de septiembre lo lleva al colegio. Es un sistema más motivador para el alumno, más interesante.

—¿Eso es aprobar sin garantizar que se ha superado la asignatura?
—Es el profesor el que diseña ese Plan de trabajo y, por tanto, es el profesor el que sabe si se superan los objetivos básicos del curso.

—Pero este sistema no garantiza el conocimiento de todos los temas que se aprenden durante el curso…
—Pero ese no es el problema. El problema es que este sistema supone más trabajo para el profesor y que se implica a los padres.

—¿Qué concepto tienen los profesores de los padres?
—Los profesores piensan que los padres no se interesan para nada, y que su implicación es fundamental, porque si los padres tiran la toalla… no hay solución.

—Los padres deben implicarse más pero, ¿y los propios alumnos?
—La participación de los estudiantes es importantísima y hay que potenciarla. Nadie pregunta a los alumnos. Hay que darles protagonismo en el aula y en el centro. Que sepan cuál es su papel.

—Pero la opinión de los alumnos, ¿no es un poco demagógica?
—Depende. Hay que circunscribirlo a los temas de los que los alumnos pueden opinar. no sobre el horario, el currículum o las evaluaciones. Pero sí sobre convivencia o sobre actividades a hacer en horario extraescolar.

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